Solo una activista de la izquierda más recalcitrante, logró sacar a Quintero Calle de su zona de confort. Cuando la mujer afirmó que Medellín era un prostíbulo a cielo abierto, el alcalde se «pellizcó» y comenzó a improvisar medidas para acallar a su copartidaria.
Pero ya era tarde. La enorme problemática de la prostitución en Medellín, ya era crítica cuando Quintero Calle decidió despertar de su letargo. Aunque, por todo lo que se ha visto, resulta extraño que quien desgobierna la ciudad, no se haya enterado de los problemas de prostitución, cuando los ha tenido en sus narices.
Es que, además de la ceguera conveniente, Daniel Quintero abandonó los programas sociales que propendían por la atención de una población tan vulnerable como lo son las trabajadoras sexuales.
De todo lo que se podía hacer, Quintero y su cónyuge decidieron gastarse el dinero en un conversatorio de prostitutas, en lugar de atenderlas desde la perspectiva social y de capacitación laboral, tal y como se ha denunciado desde el Concejo de Medellín.
Los delincuentes, nuevos dueños de las calles
Mientras Quintero Calle habla de la tecnología, del valle del software y de la posibilidad de encontrar a los perros por las cámaras de vigilancia, la ciudad padece un incremento en las acciones delictivas.
Atracos, fleteos, raponazos y hurtos se han convertido en el pan de cada día. En cualquier zona de la ciudad, los medellinenses están expuestos a ser víctimas potenciales de los delincuentes. Mientras tanto, la administración hace ruedas de prensa para informar que hubo un robo o se pavonea con un «robocop» inútil y que está pudriéndose en una bodega de la Alcaldía.
Las denuncias abundan mientras las excusas, los pretextos y la inutilidad del alcalde y de sus funcionarios se hace cada vez más evidente. Nadie en Medellín quiere volver a vivir los aciagos tiempos del crimen apoderado de cada rincón de la ciudad de la eterna primavera.
Por desgracia, no se trata solamente de la escalada criminal. También hay un incremento en la accidentalidad, que forma parte de un concepto moderno de seguridad que la Alcaldía, al parecer, desconoce.
Además, la actual administración distrital, no tiene ningún interés en promover la cultura ciudadana, especialmente la relacionada con el cuidado de la vida. Por eso, no hay recordación de las normas de tránsito, ni acompañamiento en las calles y avenidas, pues los guardas han desaparecido por obra y gracia de las reducciones de personal que se han registrado en la Secretaría de Movilidad de Medellín. El resultado: más accidentes y más vidas perdidas.
Mañana, en la séptima entrega de la serie Los males de Medellín: Deterioro en la prestación de servicios públicos.
