Con la llegada de octubre, comienza a calentarse una de las discusiones más importantes para la economía del país: el salario mínimo para 2025. Este debate anual involucra tanto a sindicatos como a empresarios, quienes presentan posturas marcadamente diferentes sobre el incremento del salario, en medio de un panorama económico que este año podría estar influido por nuevas reformas en curso.
El salario mínimo actual se encuentra en $1.300.000, con un auxilio de transporte de $162.000, alcanzando un total de $1.462.000. En los últimos dos años, los incrementos han sido significativos: para 2023 el aumento fue del 16%, y en 2024, del 12%. Estos porcentajes respondieron tanto a la presión inflacionaria como a los efectos de la pandemia en el poder adquisitivo de los trabajadores y un intento de compensación al rezago adquisitivo, por porcentajes de salario superados por la inflación.
Los puntos de partida en la negociación
Este año, los sectores comienzan a plantear sus expectativas con un rango que va desde un 5% hasta un 11%. Mientras que los sindicatos presionan por un aumento más cercano al techo de ese rango, en búsqueda de compensar el costo de vida y la devaluación del dinero, los empresarios adoptan una postura más conservadora, apostando por el 5%, con la intención de evitar el incremento en los costos de producción y, sobre todo, proteger el empleo.
El argumento de los sindicatos se fundamenta en la constante erosión del poder adquisitivo. La inflación, sigue siendo un factor importante, y sectores sindicales señalan que el salario mínimo debería ayudar a los trabajadores a mantener su calidad de vida. No obstante, los empresarios argumentan que un incremento elevado podría disparar aún más la inflación, al incrementar el costo de los productos y servicios, afectando a todos los ciudadanos.
Pro y contra de un aumento alto
Un aumento significativo del salario mínimo podría ser un alivio para los hogares con ingresos más bajos, especialmente en un contexto donde el costo de bienes esenciales ha subido considerablemente. Además, elevaría el consumo interno, un motor lo clave para el crecimiento económico. Sin embargo, los efectos adversos no son menores: un incremento fuerte podría derivar en un alza de los costos de producción, lo que podría frenar la creación de empleo, incentivar la informalidad y, en el peor de los casos, disparar nuevamente la inflación.
Variables nuevas en la discusión
A diferencia de años anteriores, esta discusión podría verse influida por factores adicionales que afectan tanto a trabajadores como a empresarios. La reforma laboral propuesta por el gobierno, cargada de polémicas, podría elevar los costos laborales, lo que haría que los empresarios se resistan aún más a un aumento del salario mínimo. De igual manera, la reforma tributaria, también conocida como ley de financiamiento, introduce cambios fiscales que impactan a las empresas y la base de las personas naturales a declarar, presionando aún más su margen de maniobra frente a un aumento de sueldos.
Por otro lado, la reforma a la salud, que ha sido uno de los pilares del gobierno de Gustavo Petro, también podría impactar en las negociaciones. Dependiendo de cómo se implementen los cambios, tanto en el sistema de salud como en el acceso a servicios, podría haber presión adicional sobre los costos que los empresarios deben asumir por el bienestar de sus empleados.
Expectativas de cara a diciembre
Aunque el debate apenas comienza, las posturas ya están marcadas, y las primeras discusiones formales se esperan para finales de noviembre. Tradicionalmente, estas negociaciones se prolongan hasta diciembre, cuando se define el incremento final. Este año, el proceso se complica por la presencia de estas reformas en curso y la incertidumbre económica que vive el país.
La próxima negociación del salario mínimo estará marcada por un equilibrio complejo entre la necesidad de aliviar a los trabajadores del impacto inflacionario y el deseo de los empresarios de mantener la competitividad y proteger los empleos. Las semanas que vienen serán cruciales para observar cómo estas variables comienzan a influir en las conversaciones y cómo se perfilará el panorama económico para 2025.