jueves, marzo 28, 2024

Resentimiento

Por: Julián Buitrago

Para la muestra el terrible ejemplo de Medellín, donde un joven prepotente y soberbio llegó con su discurso de odio de clases y en un año tiene en crisis a las instituciones más queridas de la ciudad.
Bien lo decía Cochise:

“En Colombia se muere más gente de envidia que de cáncer”.

En los últimos años la estrategia más exitosa para alcanzar fama en la política es explotar el resentimiento y la envidia instalados en nuestro inconsciente colectivo. Nos llenamos de liderezos y liderezas (porque el lenguaje inclusivo mientras más rebuscado más les gusta) cuyo discurso se limita a incentivar el odio hacia quienes han triunfado, adjudicándole ese éxito a supuestas acciones corruptas que le han arrebatado oportunidades a esos pobres que dicen representar.

El último ejemplo de tan patética estrategia lo protagonizó Margarita Rosa de Francisco en una columna publicada en el diario más leído del país, nada más y nada menos que contra el dueño del medio que amablemente le brinda espacio para que ejerza su derecho a la libre expresión, aunque ésta no sea más que una diatriba venenosa sin prueba alguna. Le parece que es innombrable el fundador de un grupo económico que genera 120 mil empleos directos, paga billones en impuestos al año y hace donaciones tan importantes como el Centro para el Tratamiento e Investigación sobre el Cáncer. Claro, ella prefiere de referente al exterrorista que gracias a un acuerdo de paz desde hace 30 años vive del establecimiento al que tanto critica ocupando diferentes cargos públicos, en todos con resultados cuestionables.

La generación de cristal, esos jóvenes que se creen con todos los derechos y ninguna obligación, que poco conocen de historia y nunca le han preguntado a sus papás cómo hicieron para conseguir los bienes y el capital que les permiten sacarlos adelante, son el caldo de cultivo ideal para que esa narrativa haga metástasis. La culpa siempre será del gobierno, de los empresarios, de los ricos.

La desigualdad no es mala, los que se atreven a emprender, montar industria y asumir riesgos gigantescos, merecen disfrutar de una riqueza bien ganada. Es labor de los gobiernos crear las condiciones para que los empresarios puedan salir adelante y vigilar que cumplan las normas, cobrarles impuestos para de esa manera redistribuir parte de la riqueza y cuidar la salud del círculo virtuoso de inversión y crecimiento. El gobierno debe ser amigo y socio del empresario, no su verdugo. Los políticos progre, que nunca han generado un empleo ni han vivido las angustias de los emprendedores, llegan con su visión anacrónica de papá estado y en pocos meses matan la gallina de los huevos de oro.

Para la muestra el terrible ejemplo de Medellín, donde un joven prepotente y soberbio llegó con su discurso de odio de clases y en un año tiene en crisis a las instituciones más queridas de la ciudad.

La serpiente sembró resentimiento y envidia en Adán y lo hizo enfrentar a su Creador. Por querer ser como Dios perdió el paraíso y nunca lo pudo recuperar. La metáfora bíblica es perfecta para ilustrar lo que nos puede pasar como sociedad si seguimos dejando que el discurso de odio sea el que elige a nuestros gobernantes. Si no lo creen pregúntenle a cualquiera de los dos millones de venezolanos que llegaron huyendo del desastre en que se convirtió el país vecino.

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