jueves, abril 18, 2024
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“Relato de mi destino”

Por Claudia Posada

Resulta sumamente agradable imbuirse en la lectura de un libro tan ameno  como “Relato de mi Destino”, en el que Fernando Panesso Serna, cuenta anécdotas sin pretensiones rimbombantes. El hilo narrativo de Carlos Gustavo Álvarez e Iván Beltrán Castillo, nos va conduciendo por el  aquí y allá, nos acerca al vecindario internacional; volvemos,  volamos con el exgobernador por consulados y embajadas; una y otra anécdota nos permite asistir con él a parques, museos; y a ratos sufrimos imaginando cómo se pueden sortear tragedias relatadas en pormenores del dificilísimo mandato que le tocó enfrentar desde su despacho en la Gobernación  de Antioquia; aunque de pronto se pasa a respirar otros vientos en escenarios de una riqueza y variedad cultural esplendida. Así,  para cualquier lector, todo se percibe fiel al título del libro. Ninguno de los episodios suena a  posturas literarias con afanes artificiosos.

Especialmente algo se nos revela causándonos inmensa satisfacción: ¡Qué bien! Hay colombianos  -no tantos como quisiéramos, pero los hay-  quienes han ocupado u ocupan, importantes cargos en los sectores público y privado, y cuyo ejercicio del poder, el direccionamiento, zanjar y resolver, les van atados a la voluntad de servir, a valores surtos en la honestidad, en el sentimiento solidario y, definitivamente, en el trabajo altamente humanizado. Qué profunda sensación de credibilidad en figuras públicas, se recupera con testimonios  sinceros de personalidades con reconocida trayectoria como la del exgobernador de Antioquia Fernando Panesso. Lo preocupante es tener que aceptar  las espinas que abundan puyando detrás de los buenos seres humanos, con  intenciones perversas revestidas de justicia. También se percibe en el libro, ese malestar. Tenemos la certeza, porque lo hemos vivido, cómo en la clase política no faltan, más bien, proliferan hoy,  retorcidas maniobras comunes en despreciables funcionarios de todos los niveles, desde puesteritos de pacotilla, hasta en encumbrados poderosos que ascienden haciendo zancadillas, pasando por lambericas  de carrera.

Antioquia en particular, como parte de la bella Colombia, es mirada de reojo dadas las características de los nombrados paisas; peculiaridades que se han ido desfigurando en el tiempo hasta hacernos ver como la cuna de los negociantes sin escrúpulos. Duele muchísimo que semejante distintivo sembrado en la opinión general, sea innegable realidad que pasó de creencia a evidencia. Tenemos que reconocer con desconsuelo, cómo la inteligencia de un antioqueño ambicioso, cambió radicalmente la historia de una raza tesonera y trabajadora,  al impulsar con sus ambiciones desmedidas, una generación que rápidamente alteró la escala de valores persistiendo en salirse del camino -hasta entonces inflexible al mal- para conseguir plata sin más esfuerzos que jalar del  gatillo o cumplir otros encargos destructores. El narcotráfico puso al país a padecer conflictos y violencias extendidos ahora con fuerza a las demás regiones, y sin solución a la vista.

No sería necesario aclarar que en todo el país tenemos, de todas las edades, mujeres y hombres valiosísimos por sus aportes a la sociedad, su dedicación al bienestar social y la inmensa capacidad de crear y amar; sin embargo, hay que decirlo porque se puso de moda distorsionar narrativas para sembrar odios y generar iras muy dañinas. Igualmente hay que señalarlo de manera reiterada para nunca olvidarlo: ¡Cómo hacen de falta aquellos valerosos hombres, que, cruelmente, fueron alejados de su limpio trasegar! Rodrigo Lara, Carlos Mauro Hoyos, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Antonio Roldán, Carlos Pizarro…También muere en Colombia otra gente buena y valiente, colombianos que no son visibilizados nacionalmente tal vez, pero regional y localmente sus solidarias actividades  estorban a ciertos intereses.

A Fernando Panesso le tocó lidiar, con toda serenidad y ponderación  – éstas, aplicadas en sus cargos, y en importantes  responsabilidades que le fueron delegadas-  acontecimientos dolorosos, sumamente graves, que golpearon  en ese momento nuestro departamento; por fortuna merecida, contó con verdaderos amigos, gente buena como él, que le proporcionaron el apoyo necesario que se da y recibe. La calidez e integridad que Panesso Serna, y otros colombianos buenos de verdad, en Colombia y en el exterior, nos hacen quedar muy bien,  es escasa en muchos que disfrutan egoístamente  de sus posiciones dominantes, haciendo del poder en las esferas de decisión, tanto públicas como privadas, un arma discriminadora, excluyente, sin el menor asomo de sentido humanitario. Bastante notoria tal ignominia, en la clase política.

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