Por Jaime Restrepo Vásquez
El alcalde de Medellín ya no intenta ocultar su ambición desmedida. Al «héroe» del Tricentenario no le bastó con llegar a la Alcaldía. Tampoco le ha sido suficiente el dilapidar, malgastar y desaparecer los recursos públicos, mientras él y su círculo cercano, incrementan el patrimonio de manera injustificable.
En el nefasto hilo que publicó en Twitter, a raíz del atentado contra el comerciante John Fredy Zuluaga Gómez, el alcalde hizo una confesión sobre su ambición desmedida de poder y control, obsesionado esta vez con la Cámara de Comercio de Medellín y Antioquia.
En el último tuit del hilo, Quintero Calle dijo que «en los próximos días les informaré cómo votar en estas elecciones». ¿Desde cuando un alcalde tiene la función de orientar el voto en la Cámara de Comercio? ¿Acaso Medellín no tiene suficientes problemas que requieren de la atención del Alcalde, para que se meta en una pelea que no le corresponde? ¿Por qué quiere controlar la entidad?
Es evidente que al alcalde le incomodan enormemente los informes de la Cámara de Comercio, especialmente los de Medellín como vamos, en los que se ve de cuerpo entero, el retrato de un inepto y corrupto al mando de una de las más importantes ciudades de Latinoamérica.
Además, a Quintero nadie le cree en Medellín. Sin embargo, no pasa lo mismo en diversos lugares de Colombia, en los cuales lo ven como un pobre perseguido, debido a su lucha contra los factores de poder en la capital de Antioquia. A esos grupos es a los que dirige sus alharacas, tratando de conservar esas huestes que no piensan y mucho menos conocen la realidad que se padece en la ciudad.
Los reportes de Medellín como vamos son golpes contundentes contra el discurso de proyección nacional que él intenta difundir de todas las formas posibles, ya sea utilizando los recursos públicos de Telemedellín para comprar espacios en medios de circulación nacional, o también, contratando bodegas que hagan eco de sus disparates.
De otro lado, es importante señalar que toda la andanada de «indelicadezas» del hampa que dice gobernar a Medellín, ha sido posible gracias a la parsimonia e ineptitud de las autoridades judiciales, de la Fiscalía, de la Procuraduría y de la Contraloría, entes dormidos y ciegos ante una realidad que es imposible ocultar.
Pareciera que la tardanza en la judicialización del pillaje del piso 12, se debiera a un ocultamiento cómplice de las fechorías que han cometido en la Alcaldía, como si las denuncias, los procesos y las evidencias estuvieran durmiendo el sueño de los justos en alguna gaveta. Semejante impunidad ha sido aprovechada por esta mafia «gobernante» para acrecentar sus ambiciones e insultar con sus acciones a los medellinenses.
Hay una realidad en criminalística: el delincuente que no es perseguido sube en la escala de sus fechorías, hasta llegar al cinismo y la insolencia que caracterizan al combo de Los Alpujarros.
Daniel Quintero Calle y sus conmilitones se están vengando de Medellín, ciudad que saben, no los quiere ver ni en las curvas. Y cuidado, no se trata de posiciones políticas para atacar al rival: es el hastío ciudadano ante un corrupto e inepto alcalde que se ufana de sus delitos como si se tratara de una competencia de bandidos en la que él necesita demostrar que es el ganador indiscutible.
El alcalde timorato de 2020 se convirtió en un bravucón extremadamente belicoso que cada día escala en sus conductas reprochables e inmorales, enviando el mensaje de que él es un bandido exento de cualquier control judicial.
A todas estas, ¿a quién le convenía el escándalo del atentado contra Zuluaga, justo cuando los integrantes de esa lista estaban preparando su renuncia, para no quedar involucrados con Quintero Calle?
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