Por Jaime Restrepo Vásquez
Puede que Quintero Calle sea un leproso político, que nadie realmente influyente quiera una foto con él y que Petro ponga a la de los tintos a atenderlo, pero la verdad es que es el portavoz de demoledores intereses que no están dispuestos a dejarlo ir así no más.
La revocatoria, la sufrida revocatoria, es una muestra palpable de los poderes que están detrás de Quintero Calle. Es tal el interés de tener al monigote en La Alpujarra, que el Consejo Nacional Electoral, ese nido de componendas políticas, corruptelas y ardides, ha hecho hasta lo imposible por evitar la ejecución del mecanismo de participación ciudadana. Cabe anotar que eso no es gratis, y que las artimañas deben haber costado dinero o promesas de poder.
Ni hablar de Alex Vega, ese sujeto oscuro y lleno de ambición, que interpuso el último obstáculo al proceso, con una babosa impugnación que, según los que saben de derecho, un estudiante de primer año la hubiese redactado mejor y, sobre todo, con más contenido pertinente.
En el centro de semejante arremetida corrupta, están los intereses por Hidroituango y EPM. Es que el botín que representa la hidroeléctica, despierta la codicia de los corruptos más poderosos de Colombia, los mismos que patrocinaron a Daniel Quintero para que llegara a la Alcaldía de Medellín. De hecho, la generación de energía de todo el proyecto, en pleno funcionamiento, dejará ingresos diarios por un millón de dólares, es decir, 365 millones de dólares al año, lo que representa, en dinero contante y sonante, la nada despreciable cifra de un billón y medio de pesos al año.
A los corruptos, con intereses nacionales e internacionales, se les hace agua la boca con semejante cifra. ¿Se imaginan los «contratos» de los que se apoderarán, para emprender obras que nunca arranquen o comprar votos, conciencias y decisiones judiciales con burocracias bien financiadas por el río Cauca?
Por esta razón, Daniel Quintero se siente atornillado en el cargo. Sabe que sus titiriteros no van a perder la llave que les dará acceso a esos recursos. Sin embargo, Quintero puede ser mediocre, torpe e inepto, pero no es tonto. Él tiene claro que EPM es el otro botín, grande y jugosos, que quieren controlar los corruptos que lo sustentan. Es que la empresa pública de los antioqueños generará, este año, ganancias cercanas a los cuatro billones de pesos, aunque el histórico indica que la cifra puede llegar a los seis billones anuales.
Semejante caudal de dineros, hace imprescindible a Quintero Calle en la Alcaldía, pues la toma hostil que permitió en EPM les ha facilitado a los corruptos y poderosos, tratar de hacerse con el control de la empresa pública más emblemática de Colombia.
Sobre este asunto, se observan dos planes concretos: el primero es la politización de EPM, de tal manera que se convierta en un feudo de los intereses políticos más oscuros y malignos. Eso, es evidente, termina reduciendo la calidad técnica de los servicios que presta la empresa, como se ha observado durante el último año, con vicepresidentes que no tienen idea de lo que están haciendo, pues no conocen a EPM ni tienen las capacidades, los conocimientos y las competencias para desempeñar un cargo de semejante envergadura.
Si la toma hostil fracasa, el plan B de Quintero y sus patrones es lanzar por el despeñadero a EPM, mediante la obstaculización de Hidroituango, llevando a los perjudicados a entablar diferentes demandas contra la empresa, las que, de seguro, ganarían en un tiempo prudencial. Así, Empresas Públicas de Medellín perdería buena parte de su valor y podría ser adquirida, a un precio irrisorio, por alguno de los fantoches que, al igual que Quintero Calle, posarían de adalides y salvadores de los medellinenses.
Daniel Quintero Calle es una amenaza contra la ciudad y contra EPM. Revocarlo es la única medida posible que se observa en el panorama, siendo un acto urgente para proteger a Medellín y a su gente.
