No se sabe si la variopinta bancada del Pacto Histórico supo en algún momento que estaba en el Congreso de la República y no en un «tropel callejero» de esos que tanto les gusta liderar. Lo visto ayer en la instalación del poder legislativo colombiano, con abucheos artificiales, descalificaciones, gritos e improperios, es muy propio de aquellos antros públicos en los que «estudian» 40 semestres para lograr un «título» en una carrera que solo el Estado, por compasión, puede contratar.
Fue un espectáculo bochornoso. Comenzando por la «alfombra roja» por la que desfilaron las «vedets» de la «nueva» farándula política criolla, como si estuvieran llegando a un desfile de modas de una academia de barrio y no a la instalación del Congreso colombiano. Pero eso solo era el abrebocas de la humillación nacional que querían propinar.
Porque, desde el 13 de marzo, el país presenció un nuevo atraco en el que cientos de miles de votos terminaron beneficiando a la bancada oficial del nuevo presidente: los «honorables» congresistas gritaban, justo antes de los comicios, que habría fraude y después le echaron tierrita a las denuncias, no fuera a ser que a alguna autoridad le diera por cumplir con sus obligaciones e investigara el monumental fraude que se registró en esa ingrata fecha. Hay que ser claros: la aplanadora oficialista, con esa bancada de exaltados tirapiedra, conforman el Congreso de la República más ilegítimo del que se tenga noticia en las últimas décadas.
Es que, al ver a muchos de los que se estrenaron como «padres de la patria», la ciudadanía se pregunta: ¿cómo llegó allá? La única respuesta, por desgracia, es que el fraude del 13 de marzo rindió mucho, tanto que llegaron ignorantes, furibundos oligofrénicos, histéricos, torpes y brutos al Capitolio Nacional. Así, para muchos colombianos, el atraco electoral resulta más que evidente. Adicional a esto, las denuncias por el dudoso software de Indra, fortalecen los serios cuestionamientos y la convicción del robo de las elecciones parlamentarias.
De hecho, una de las tantas anomalías electorales de este 2022 tiene que ver con la conformación oficial del Congreso: solo unas horas antes de la inauguración se pudo conocer, por fin, la lista de representantes a la Cámara, todo por cuenta de las fallas protuberantes de la Registraduría y también, como no, del Consejo Nacional Electoral.
Así, sin ninguna legitimidad, llegaron al Capitolio los exaltados del «cambio», para cometer su primera tropelía, y también la última, contra el presidente Iván Duque Márquez. Para el espectador desprevenido, lo que se vivió en el Congreso de la República fue la toma de unos adolescentes insolentes que son gamines sin Dios ni ley. Los gritos, el tumulto, las risitas socarronas de alguna «representante» de Antioquia por el Pacto Histórico; hicieron enrojecer a los que vieron, con indignación y pena, lo que ocurría en el Salón Elíptico.
Pero el «tropel callejero», al que debió haber acudido el ESMAD, también tuvo ciertos chispazos de corraleja, o de festival callejero, como se prefiera; cuando los animales hicieron presencia, en el recinto de las leyes colombianas, en compañía de sus mascotas de dos patas.
Fue la exhibición de la decadencia que llaman «progresía», del irrespeto a las formas y maneras y de la chabacanería en su máxima expresión. Aunque viéndolo bien, al revisar nombre por nombre de los congresistas del Pacto Histórico, tampoco se les puede pedir más.
