Por Claudia Posada
La figura de libre nombramiento y remoción es absolutamente legal, en eso no hay duda alguna. Lo extraño de ello es que a los cargos bajo esta modalidad lleguen con ciertas “solvencias” pues brincan de allí para allá como si supieran de todo. Y cuando se nombra “alegremente”, alegremente se apropian y reclaman. Es la falta de ética que, sumado a falta de idoneidad, se va convirtiendo en un juego burocrático muy perjudicial para el buen desempeño de funciones.
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Tenemos en Medellín un alcalde muy particular. Es como los vestidos de doble faz. Por las declaraciones del concejal Luís Bernardo Vélez a El Colombiano, puede colegirse que Quintero utilizó al médico y político, poniéndose para él la misma pinta que usó para el lenguaje en sus discursos de campaña, encantadores. Mientras para los amigos de partidos tradicionales que hoy disfrutan de la generosa burocracia que les ha entregado por parejo, como a los de otras regiones del país, vistió, tal vez, el lado auténtico que camufla tranquilamente.
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Conozco al concejal Luís Bernardo Vélez Montoya desde su primera campaña al Concejo de Medellín y siendo eso de años atrás, sigo teniéndolo en el mejor concepto; en su recorrido político “no se ha salido del camino ni para coger florecitas”. El doctor Luís Bernardo renunció muy temprano de su aspiración a la alcaldía para acompañar a Daniel Quintero. Sus características personales intachables, el conocimiento de la ciudad, su capacidad de conciliar y el lenguaje respetuoso del concejal, no son parte de un libreto – muy usual en tantos políticos- son cualidades innatas en él.
