Por Claudia Posada
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Alejandro Gaviria no hace sus disertaciones con poses de candidato presidencial, él sigue siendo espontaneo en su manera de dirigirse a la opinión pública, como si estuviera frente a un grupo de los estamentos académicos. A muchos les gusta eso, desde luego a todos aquellos que pueden ser sus potenciales electores. Mientras a otros, particularmente quienes saben de estrategia electoral por lo que tienen muy claro que todavía funcionan las posturas que cautivan aunque sean postizas y muy planeadas; ellos, quizá, le recomendarían no ser tan genuino.
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Tenemos precandidatos de mucha cháchara, representando distintas colectividades. Mejor dicho, estoy muy de acuerdo con Fernando Londoño; él le pide al CD, palabras más, palabras menos, que concrete programas, contenidos programáticos, y no sigan divagando. Además, quiere que no se dilaten más las reglas de juego para la mecánica mediante la cual se determine el candidato que reemplace a quien “se le apareció la Virgen”, pues cuando menos se pensó: “Ese es”.
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Juan Manuel Galán tiene clarísimo los propósitos con los cuales se debe comprometer un candidato a la Presidencia para la Colombia de hoy. Y es que él pertenece a una generación que ha visto muy de cerca los procesos, hechos y circunstancias que volvieron trisas el país. Además, lo vivido por su papá en la lucha contra las mafias de las drogas ilícitas le da elementos contundentes para su posición política.
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Qué tal que sigan en el Congreso esos mañosos que no han sabido legislar porque están calentando curul en beneficio propio; aquellos que nunca han sido sensibles a las señales sociales que no pasarían desapercibidas en otras dimensiones del planeta. Los congresistas colombianos, en una gran mayoría, dejan que las angustias ciudadanas les resbalen. Ojo pues con el 2022; es en serio, que no perdamos el foco porque volvemos a caer.
