Por: Álvaro Ramírez González
Escuchando a Nayib Bukele, uno no entiende porque al presidente Petro, se le ocurre esa extrańa y arrevesada idea para conseguir la paz total.
«La Paz no se consigue firmando documentos chimbos con delincuentes», afirmó categóricamente Bukele, presidente del Salvador donde hace 230 días no se ha registrado ni un solo homicidio.
El apego a la ley, y la fuerza de carácter de un mandatario joven, cristiano y con profundos valores familiares, son la fórmula mágica para haber transformado ese país que era uno de los 5 más inseguros de la tierra, en uno de los 3 países más seguros del planeta, al lado de Singapur y Suiza, países con altos estándares económicos y culturales.
He visto muchos videos de El Salvador, hoy el país del surf.
Todas las empresas, desde las multinacionales hasta la más humilde venta de arepas en la calle, estuvieron por decenas de años sometidas a una dura extorsión.
La ciudad estaba parcelada por las Maras, pandillas de bandidos, y la movilidad estaba limitada y tarifada.
Hoy El Salvador está lleno de turistas jóvenes, y sus ciudadanos celebran con alborozo, el fin de la extorsión y los crímenes.
Con ese nuevo aire que se respira, el país, inició una vertiginosa etapa de progreso y obras públicas.
Y la inversión extranjera empieza a llegar a borbotones.
El proyecto de paz total de Gustavo Petro es hoy un fracaso rotundo.
A nadie le cupo en la cabeza que era una buena idea, sacar los delincuentes de las cárceles para convertirlos en gestores de paz.
Los diálogos con el ELN, con las disidencias de las FARC, y con el Clan del Golfo son inútiles.
Arar en el desierto.
¿Qué les puede ofrecer Petro a estos tres grupos, hoy llenos de dinero, de inversiones productivas, de testaferros, de rentas legales, de territorio, minería, de armas, y de poder ?
¿Unas curules en el Congreso?
¿Unos dineros para mantener los campamentos de desmovilizados ?
¡Tonterías!
En el nuevo país, nadie está viviendo más cómodo que la delincuencia.
Los cultivos de coca han crecido casi hasta 300 mil hectáreas.
Casi toda la millonaria minería ilegal es de ellos.
Los jefes, capos, grupos, territorios, ejércitos y dinero disponible son abundantes y les han hecho de Colombia un verdadero paraíso.
Manejan el poder, intimidan y dominan a los alcaldes y gobernadores, compran fiscales y jueces.
¿Que más pueden pedir si todo ya lo tienen?
Petro acaba de ordenar a sus ya desmanteladas fuerzas armadas que ataquen al Clan del Golfo, después que este grupo, con el que supuestamente se tramitaba una paz, le propinara durísimos golpes a las FFAA, en todo el territorio nacional.
Igual está sucediendo con el ELN, y las disidencias de las FARC.
Nadie respeta un proceso de paz en el que no creen, con un gobierno al que ya no temen.
Y con unas FFAA, desmanteladas estratégicamente por el propio Petro.
Pararse al lado de los delincuentes a firmar documentos chimbos de paz, en inocuo.
Ya Nayib Bukele lo anunció y están a la vista los resultados.
El camino de la paz total de Petro, es totalmente equivocado.
Hoy el país, es un rio de sangre.
«¡El que se arrodilla para conseguir la paz, se queda con la humillación y con la guerra! »
Winston Churchill.
