Por ahora lo más importante es tener el máximo cuidado con ambos, especialmente con Benedetti, del que no se sabe que es más peligroso si el Ministro del interior o el interior del Ministro.
Sobre la ya famosa consulta popular se han publicado muchas consideraciones,
en su inmensa mayoría altamente negativas, lo cual es bastante razonable, no
porque pueda considerarse negativo consultarte al pueblo temas que se
relacionan directamente con su presente y con su futuro, sino por que según el
informado criterio de expertos juristas colombianos ese no es el medio idóneo para
expedir normas legales que el Congreso ha rechazado y además porque no está
claro si lo que pretende el gobierno es valerse de un mecanismo ciertamente
constitucional para de pronto darle un uso decididamente inconstitucional.
A las muchas reflexiones que personas, mejor dicho, personajes importantes del
país han ensayado para oponerse a la tal consulta, también nosotros, modestos
columnistas, también queremos echar nuestro cuarto a espadas, aunque solo sea
para que conste que la consulta no es bienvenida solo en los elevados círculos
intelectuales y políticos, sino también en el estado llano al que satisfactoriamente
pertenecemos, lo que no nos priva de anticipar algunos riesgos que se corren en
este delicado asunto, por lo cual es aconsejable prevenir a dirigentes y dirigidos
para que conociéndolos hagan lo necesario para evitarlos a tiempo.
Comencemos por los dos obstáculos principales que han salido a flote en los
últimos días: participación electoral y costo. Para tratar el asunto en números
redondos digamos que el censo electoral es de 42 millones de personas
habilitadas para sufragar y que, por tanto, al tenor de lo que dispone la norma de
una tercera parte es de 14 millones, cifra que es presumible que no logren
movilizar el petrismo y el santísmo mancomunados y con mayor razón si como lo
esperamos, los partidos políticos y grupos significativos de ciudadanos, hacen una
amplia, convincente y motivadora campaña (que esperamos los empresarios
ayudarán a costear) recomendando NO VOTAR, o en otras palabras
ABSTENERSE; que dadas las actuales circunstancias y tomando en cuenta los
antecedentes del asunto, es la forma más patriótica de proceder. Aunque no es
descartable que a última hora un selecto grupo de congresistas tomando en
cuenta aspectos como “la democracia participativa” y “el interés nacional” se les
tuerzan a las directivas partidistas y apoyen la consulta.
En lo que hace relación al costo, cuya cuantía se ha estimado en seiscientos mil
millones de pesos ($ 600.000.000.000), si bien es alto, mucho nos tememos que
Petro y su novísimo ministro de hacienda se las arreglarán para conseguirlos,
aunque tengan que pedírselos prestados a un sindicato formado por Rusia,
China, Irán y Norcorea, teniendo a Maduro como avalista, si es que ya como
resultado del “ahorro” del dinero de la salud no lo tienen reservado.
Quedan otros interrogantes como son la previa aprobación del Senado, que
deseamos y esperamos no se dé por el bien de Colombia y mantenimiento de su
recién conquistado prestigio, aunque no podemos descartar el siempre poder
corruptor de la mermelada, que en la anterior legislatura logró penetrar a la cabeza
misma de la antes llamada cámara alta, pero que en días recientes por fortuna ha
dado muestras de gran decoro y, por otra parte, la que si nos merece mas
confianza como es el examen de la Corte Constitucional, en la que entendemos –
y ojalá no estemos equivocados- que el señor Petro todavía no tiene mayoría y
por consiguiente actúe con un laudable criterio de respeto por la Constitución.
Finalmente debemos mencionar un riesgo que alguien, no recordamos ahora
quien, apuntó hace pocos días de fraude electoral, que de presentarse tendría que
ser con la complicidad de la Registraduría Nacional del Estado Civil y del Consejo
Nacional Electoral, este último muy conocido por su erguida actitud en relación
con la última campaña presidencial. Aquí debemos considerar que si todavía el
gobierno cuenta con los “calificados” servicios de un español nacionalizado
colombiano, por cierto en forma exprés, que posiblemente volvería a manejar a los
testigos electorales, los partidario de NO VOTAR podemos hacer lo mismo, esto
es, disponer de un crecido número de capaces y bien adiestrados testigos
electorales que defiendan la rectitud de la votación, el recuento y el escrutinio, en
cuyo caso las fuerzas quedarían equilibradas y por mucho que el gobierno
supuestamente quisiera meter sus narices, se en contraría con una fuerte
oposición.
Lo importante de todo esto es que los colombianos estemos convencidos desde
ahora de que NO PODEMOS SALIR A VOTAR el día de la consulta porque si lo
hacemos, así sea para votar NO, le estaremos dado un poderoso apoyo a Petro y
a Benedetti para quedarse con el gobierno como sucedió con el difunto Chávez
en Venezuela, con los terribles resultados por los que ahora están pasando los
pobres e infortunados venezolanos.