La reciente aprobación de la reforma pensional por parte de la Cámara de Representantes, luego de aprobar una resolución para que se votase en bloque el articulado aprobado por el Senado, es un ejemplo claro de una democracia que válida el Todo vale, siempre que se cumplan algunos formalismos. Si el procedimiento lo permite, procedan. Esa es la enseñanza que se da desde el órgano legislativo de la República y que no sienta, sino que hereda precedentes. No es primera vez que se vota en bloque y sin discusión un proyecto de ley y está pasando lo de siempre en Colombia: el Gobierno alega que se respetaron las reglas y se salvó un proyecto de ley amenazado por las artimañas del proceso legislativo. La oposición denuncia que se trata de un ejercicio de autoritarismo. El problema en Colombia es que los que hoy están en la oposición, ya fueron Gobierno y vale la pena revisar en las últimas tres décadas cuántas veces hicieron algo similar.
De hecho, en Colombia he visto los debates más eficientes, cuando la Mesa Directiva de una Comisión Constitucional o de la plenaria en Senado y Cámara recurría al famoso “se abre el debate, y se anuncia que va a cerrarse, queda cerrado, ¿aprueba la corporación?”
Si algo me ha llamado siempre, la atención es el menor papel que se le da al control político por parte de las cámaras legislativas, ahogadas como están en el trámite de cientos de proyectos de ley, razón por la cual aquellos “sin mayor relevancia” suelen ser aprobador a pupitrazo. Incluso en las campañas electorales muchos sacan a relucir que son autores, coautores, firmantes, ponentes, etc., de proyectos de ley a diestra y siniestra. Eso sí, cuando se sienten las nefastas consecuencias de una ley, esconden la mano y guardan la piedra.
¿Qué tiene que ver esto con la educación? Pues que nuestros congresistas deben ser ejemplo de Democracia, no de atajos, por más permitidos que estén. Lo triste del asunto es que no es su culpa. Responden a las dinámicas que se gestan en un complejo sistema en el que interactúan múltiples actores y termina por definir el camino a seguir, muchas veces en contravía de las mayorías, pero muy provechosos para las minorías bien organizadas. De allí los oligopolios y el monopolio estatal. Ambos terminan respondiendo a las lógicas de intocables arriba y vulnerables abajo, obligando a que el medio, cada vez más reducido, asuma la cuenta.
¿Son conscientes las nuevas generaciones de lo que se les viene encima en materia de impuestos y recortes para pagar la deuda que hoy tantos celebran? Parece haber una cultura del fiado y al debe: “Pague hoy y mañana miramos”. ¿Qué se puede esperar de una sociedad que asume el trabajo como castigo y el tener y mostrar como una virtud? ¿Cuántos no prefieren la última Toyota antes de invertir en la mejor educación para sus hijos? Es “el vicio haciendo honor a la virtud, para luego superarla”, como diría un famoso pensador.
Suena muy bien que a todos los adultos mayores que no reciben un ingreso se les garantice, como también suena muy bien que el salario mínimo suba muy por encima de la inflación porque “es que ya no alcanza para nada” (a pesar de que más de la mitad de las personas reciben un ingreso inferior). El problema es cómo pagar esa cuenta. Decir y repetir que una vez se acabe la corrupción habrá para todos, es no tener claro ni lo que es corrupción, ni cuánto realmente se pierde en ese oscuro camino de la contratación pública y del soborno privado.
Es con el ejemplo, no solo con leyes, que se logra un cambio. Esto es válido para todo aquel que ejerza un cargo de liderazgo. No me imagino a uno de estos padres de la patria aconsejando a su hijo cuando se le hizo tarde para hacer una tarea. Seguro recurrirán a algún vacío en el manual de evaluación para encontrar cómo lograr que apruebe en conjunto la materia, con el menor esfuerzo. No es anécdota, que hablen los rectores.
Lo mismo ocurre con la sana convivencia, cada vez más escasa. Hace poco vi una publicidad de un proyecto inmobiliario y resaltaba “seguridad privada y circuito cerrado de televisión”. Mejor dicho, “lugar peligroso, no compre aquí”. Sin embargo, ya normalizamos lo que está mal. El papá que exige a su hijo movilizarse en moto con él sin casco, el que confunde vía peatonal con pista de carreras para motorizados, el que vive recordándole a todos lo importante que es, cuya ignorancia no le permite leer el artículo 13 de la carta política: todos somos libres e iguales ante la ley. Lo triste es que uno que otro resulta ser abogado.
Sin ejemplo, no hay educación posible. No se puede enseñar si no se es, no se puede aprender si no se sigue. Es urgente educar con el ejemplo.
Se abre el debate, anuncio que va a cerrarse, ¿aprueban?