Francamente no sé si creer que la decisión de Abelardo de la Espriella de no ir a la consulta interpartidista que promueve el presidente Uribe, es una genialidad estratégica, que le puede la victoria en la primera vuelta, o un insensato gesto de arrogancia, una bomba contra la unidad de la derecha, que Uribe pretendía asegurar con esa consulta popular.
Explico: Si el doctor Abelardo, con sus cinco millones de firmas, se cree ya Presidente, ¿por qué menospreciar el empuje final que le podrían dar el presidente Uribe con su partido, el partido Conservador, el Liberal, Cambio Radical, Oxígeno con Juan Carlos Pinzón, los cristianos, y otras fuerzas políticas, en una consulta que debería ganar de lejos?
¿Qué va a hacer ahora el presidente Uribe, cuya autoridad ha sido desconocida y desafiada por De La Espriella? ¿va a dejar a su gente al garete, y se encerrará en su finca a montar a caballo, comer empanadas y ordeñar vacas? ¿O seguirá recorriendo el país, convocando a sus seguidores, apoyando a la candidata que el Centro Democrático escogerá en los próximos días, y promoviendo la consulta para que sea el pueblo quien escoja al candidato de la derecha?
¿Van a traicionar a su caudillo los millones de colombianos que juraban que votarían “por el que diga Uribe”? Y los liberales, y los conservadores, y los de la U que no son mamertos, y los del “grupo de los chiquitos”, y los cristianos, votarán todos por De La Espriella?
Para justificar su inesperada determinación, el candidato ha dicho que le parece absurdo dejar solo a Iván Cepeda como único candidato oficial hasta el mes de mayo, cuando debe celebrarse la primera vuelta, porque eso le daría al candidato comunista una enorme ventaja. Pero somos muchos los que opinamos lo contrario: lanzar desde ahora un candidato único de la derecha es exponerlo innecesariamente al desgaste de enfrentar la maquinaria oficialista, con todo su poder. “No por madrugar amanece más temprano.”
Y ello sin considerar que una encuesta, mecanismo propuesto por De La Espriella para escoger al candidato único, no es precisamente la herramienta más democrática, pues deja a millones de personas sin la posibilidad de manifestar su opinión.
Todo indica, entonces, que llegaremos divididos a la primera vuelta. Cepeda y Fajardo deben estar felices, cantando villancicos y comiendo buñuelos, porque, con la derecha dividida, la pesadilla de una segunda vuelta entre ellos dos, comienza a tomar visos de realidad.
Que el Niño Dios nos ayude, y disponga que la Estrella de Belén alumbre pronto el camino de nuestro aprendiz de Bukele.
Amén.









