miércoles, abril 24, 2024
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No puedo negar que me duele leer y vivir el debate electoral en el que estamos

Por Santiago José Castro

No puedo negar que me duele leer y vivir el debate electoral actual. Se rompieron los límites y estamos en una borrachera colectiva donde unos y otros son capaces de todo con tal de llegar al poder. Se confunden medios con fines y se asume que todo está permitido.

Denuncias van y vienen. Mientras tanto la política colombiana sigue corrompiendo todo, alegando lo poco en resultados que se puede mostrar y que sin duda es bueno, pero no lo que se prometió. El famoso control indirecto del estado, donde se cede soberanía en las regiones a poderes locales para que hagan y deshagan a su antojo, a cambio de su respaldo en el legislativo nacional, se disparó. Lo que James Robinson llamó “Ética circunstancial” está al rojo vivo. Discursos en contra de la izquierda y del socialismo, pero repartijas de gasto público, transferencias y subsidios, propios de aquello contra lo que vociferan.

El auge de Petro se asume como el resultado de décadas de adoctrinamiento y de combinación de todas las formas de lucha, pero olvidan que al mismo tiempo unos pocos se apoderaron del estado y gestaron los más absurdos y cuantiosos negocios en favor de sus allegados y contratistas ¿Qué fue de Odebrecht? ¿Qué fue del cartel de la contratación? En el escándalo de Centros Poblados aparecieron los mismos con las mismas. El país perdió su capacidad de asombro e indignación.

Se culpa de todo a otros, pero se olvida que el origen está claro. Robinson recordaba en 2013, en la revista Current History de la Universidad de Harvard, citando a Moreno, que “en Colombia la política corrompió al narcotráfico”, este de por sí una tragedia. Esa misma que hoy se disfraza de oveja para acompañar a unos y otros por igual. Calculen.

Que las nuevas generaciones lo reconozcan, lo rechacen y se preparen para cambiarlo, sin perder la libertad. El cambio no está en quien busca a sus enemigos en las cárceles y pide sus votos. El cambio está en votar por una propuesta de libertad, de vigorizar la sociedad y limitar al estado. Eso que prometen y prometen, gana y gana, pero no se cumple.

Que las urnas y no la calle definan el futuro del país. Que se respete el resultado y que se logre de una buena vez poner fin a la ola estatista que tanto daño está haciendo en Colombia. Que se mire con recelo al que alega su cercanía con el poder público para hacer lo que le venga en gana y se valore al emprendedor, al trabajador honesto y al ciudadano responsable. Que se lidere con el ejemplo y no solo con discursos adornados.

Amanecerá y veremos

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