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miércoles, abril 24, 2024
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No nos dejemos echar cuentos “embodegados”

Por Claudia Posada

Todos hemos caído alguna vez, y muchos, decenas de veces: publicidad engañosa, videos “libretiados”, montajes vergonzosos y falsedades bien construidas. Son el pan de cada día ¡Que jartera!  Particularmente, en temas relacionados con la actividad política,  desde que se hicieron tan poderosas las redes sociales para influir en el pensamiento ciudadano que necesita debilitar una percepción o fortalecerla, el facial acceso a ese tipo de contenidos alcanza a incidir de manera alarmante.  No pocas veces nos han dicho que en materia de desprestigio y por igual de enaltecimiento, deberíamos confrontar lo que nos despierte dudas acudiendo a la búsqueda de fuentes de reconocida seriedad, pero seguimos cayendo; nos resulta más fácil ser los primeros en su reenvío que tomarnos el tiempo de verificar. No nos imaginamos cómo nos hacemos de daño nosotros mismos, intoxicando el cerebro con tanta basura.

Las campañas políticas son estratégicamente concebidas para convencer al potencial elector; así, ahora, la herramienta más eficaz para el posicionamiento de un candidato, son las redes sociales con todas sus posibilidades para invadir el pensamiento. El “ciberactivismo” es el modelo por excelencia para la interrelación con las audiencias, y echar mano de las redes sociales la táctica que agiliza el cumplimiento de objetivos diseñados en la estrategia. Los nuevos espacios comunicacionales desplazaron en gran medida a los medios de comunicación convencional, y de paso aquellos (los de las tecnologías modernas) se encargan de echarle agua sucia a los medios tradicionales. Sin la “hiperconectividad” creemos que es imposible estar al tanto del entorno, del diario acontecer, de lo que pasa en el país y en el mundo. Nos estamos involucrando en política  -y eso es bueno- aunque no de la manera consciente requerida para interpretarla de la mejor manera.

En el marco político se mueve el mundo. Las decisiones políticas las toman los políticos pero en ellas quedamos todos involucrados, sin excepción; de ahí que sea absurdo ignorar o desestimar tal realidad. La actividad política no es mala en sí, los malos son los políticos que hacen del ejercicio público un negocio personal, y esto  no es nada nuevo. De la mano de las TIC va la elaboración de juicios que generan afinidad o rechazo convertidos en opiniones que sentencian para  fabricar ídolos o destruir una imagen. Y he ahí que nacieron las “bodegas” políticas. Según la plata que se destine a la estrategia de campaña en todas sus etapas, o  que entró en la primera etapa, como la que ya arrancó en Colombia para elegir al sucesor de presidente Iván Duque, se nutre la bodega.  Puede ser con unos cuantos muchachos (o con todo un ejército de batalla) cada uno moviendo varias cuentas falsas, ellos son conocedores del  manejo de contenidos dirigidos especialmente a opositores del candidato cuya campaña los contrató; o bien podrán ser aquellos simpatizantes de la causa, inspirados en su propio sentimiento de afinidad con el candidato, o “un aporte” de algún benefactor.

En todo caso, unos y otros saben crear contenidos virulentos incluyendo lenguaje insidioso, vulgar, punzante… y que se vuelvan virales es el objetivo. Teniendo en cuenta que caemos tan fácil, que somos ignorantes en ciertos temas, o en el mejor de los casos ingenuos para desenmascarar triquiñuelas, lo importante es: No olvidar la maligna existencia de las “bodegas políticas” con metas desvergonzadas; en ellas están permanentemente produciendo mensajes bajo distintas formas: audios, videos, textos, todos con mentiras, todos corrosivos. La basura de las redes sociales no es de fácil reciclaje, pero hay que tener alto sentido de la responsabilidad con el país y con nosotros mismos; así que seamos consecuentes con lo que nos señale el sentido común; no son el miedo ni la desesperanza los mejores consejeros.

Habrá, sin duda, algún candidato y políticos de su campaña, con el ánimo de acercarse a la ciudadanía con sus propias propuestas en el marco de la ética, la honestidad y el juego limpio. Descubrirlo, analizar sus propuestas sociales, económicas, ambientales y el ideario político que le caracteriza, es la difícil tarea que nos espera si queremos ejercer el derecho al voto, libres de ataduras, de manipulaciones plagadas de engaños endulzados maliciosamente, que buscan llevar al poder a personajes sin escrúpulos. En la clase política siempre ha habido, hay y habrá,  figuras que cohonestan con la corrupción rodeándose de personajes perversos que simulan las mejores intenciones. De los candidatos, revisemos trayectoria, compromisos incumplidos, acuerdos realizados o tal vez ignorados; leyes inconvenientes presentadas al Congreso y acordadas allí para beneficio de unos cuantos como los mismos congresistas o de otras  clases privilegiadas; posturas ante situaciones concretas; alianzas ¿Con quiénes? ¿En busca de satisfacer a quiénes?

En fin, sacrifiquemos algunas horas para documentarnos en fuentes objetivas, en vez de ir a la hora de votar, como borregos. Vale la pena unas horas bien aprovechadas analizando. ¿Quién quiere cuatro años de incertidumbre, desazón, conflictos y violencias que a todos pueden afectarnos muchísimo? Recordemos esto cada vez que nos lleguen contenidos tóxicos: Alguien “sin rostro”, oculto en un perfil falso, puede estar tras el votico nuestro. Un voto inteligente significa sensatez, madurez política, sentido ciudadano, vale mucho; no nos dejemos echar cuentos “embodegados”.

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