Por : Misael Cadavid MD
Este es el momento histórico de estar todos buscando soluciones para el desempleo y la pobreza que nos dejó la pandemia.
La crisis que vive el país, no es por la situación socioeconómica aunque se nutre de ella por la manipulación que hace algunos sectores políticos que la usa como excusa y justificación.
Por eso aunque el Gobierno retirara la Reforma Tributaria y la de salud, anunciara educación universitaria gratuita para los estratos más vulnerables y subsidios para el empleo de los jóvenes, el paro no se levanta y continúan las protestas y los bloqueos.
Al parecer hay una mixtura de sectores ideológicos que esperan el deterioro aún mayor de la economía, porque creen que entre más desempleados y pobres hayan se tendrá un terreno más fértil para el discurso de odio y resentimiento.
El Gobierno podrá ofrecer y ceder en muchos requerimientos y lamentablemente podría no conseguir levantar el paro.
Sin lugar a dudas, el daño de este paro y los bloqueos para la economía es catastrófico.
En el último mes el crecimiento económico del país fue negativo y el consumo de los hogares en mayo cayo un 12%. Todo ello sin contar los costos de la infraestructura dañada ni la caída en la confianza de los consumidores y seguramente lo más doloroso, la pérdida de inversión nacional y extranjera por aumento del riesgo país.
Pero no habrá manera de recuperar la confianza y la inversión y reemprender la ruta del crecimiento y, por tanto, de la generación de empleo y la disminución de la pobreza si el Gobierno no garantiza orden y seguridad.
Es preocupante e inaudita la pasividad del Gobierno, su confusión, su reacción tardía e insuficiente. El documento firmado por dos viceministros en Buenaventura es patológico. Sin visión de estado, cedieron al chantaje y entregaron a los delincuentes funciones gubernamentales, como reiteradamente lo ha manifestado el ex gobernador Luís Pérez.
Mientras tanto, los ataques violentos y los bloqueos se mantienen en varias zonas del país.
Con las reglas jurídicas vigentes es posible conjurar la crisis. Pero se necesitan liderazgo y decisión clara del alto gobierno.
De manera que más que normas jurídicas excepcionales se necesita carácter y valor.
La inmensa mayoría de colombianos son trabajadores, honestos y pacíficos, pero también silenciosos y aveces pasivos y temerosos. Son esas mayorías las que están resistiendo de manera heroica, no los vándalos y los que bloquean. El camino no puede ser otro que el de hacer respetar la Constitución y el estado de derecho, el de defender los derechos y libertades de todos, empezando por los que respetan la ley, el de combatir a los violentos y perseguir a los criminales, y el de asegurar que todos podamos trabajar sin poner en riesgo nuestras vidas, integridad y bienes.
Si no empezamos por ahí, no seremos jamás una sociedad civilizada.
Hay que gobernar pensando en el bien para Colombia!