viernes, abril 19, 2024
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¿Mélenchon estará el 7 de agosto en Bogotá?

Por Eduardo Mackenzie

Jean-Luc Mélenchon, jefe de la extrema izquierda francesa, dice que está “estudiando con particular atención” el caso colombiano. El frustrado candidato presidencial de 2022, que aspiraba, después, a ser nombrado primer ministro, se muestra en estos días entusiasmado por lo que ocurre en Colombia: “Dentro de unos días Gustavo Petro asumirá el poder que le dieron las urnas” anunció frotándose las manos en su blog.

El exaltado jefe de la coalición Nupes (1), admirador de Putin, Xi Jinping y Maduro, afirma que el pasado 21 de julio se entrevistó con Gustavo Petro y Francia Márquez. No dice dónde ni de qué hablaron, pero sí resalta que él, Mélenchon, quiere “sacar algunas lecciones personales”, para ayudarle al jefe de la Colombia Humana a “realizar los cambios” y a conducir “una política no extractora [de petróleo y carbón] en un país arruinado”.

Mélenchon, quien proclama que quiere “destruir el capitalismo de la sexta potencia mundial” y, además, “nacionalizar el tiempo” –lo que ni Dios ha hecho, le responden sus adversarios–, pretende darle a Petro la clave para que realice los cambios “sin provocar inmediatamente la movilización violenta de todos los sectores”. Cuando Mélenchon habla de los sectores “violentos” que no votaron por Petro, no lo hace como un consejero enterado. Lo hace, por el contrario, como la pitonisa de un libreto mediocre. Aunque Mélenchon sabe muy poco de Colombia –dice que García Márquez nació en Aracatapa (el error ortográfico es de Mélenchon)–, él tiene una idea muy precisa de quiénes se opondrán al gobierno de Petro. En su blog, él los ubica en el campo del “crimen, de la corrupción, de los tráficos de todo tipo”. Así es como el extremista galo ve a la mayoría del electorado colombiano.

Gustavo Petro, en cambio, es el hombre del bien, un héroe sin tacha. Mélenchon afirma que Petro ganó la elección presidencial “en medio de amenazas y de una matanza sin fin de [sus] militantes por el narcotráfico, la policía, los paramilitares y todo lo que cuenta de bandidos oficiales”. Y que su victoria se debe a “la inmensa ola de movilización callejera y ciudadana bajo la forma de un paro cívico en el que miles de personas en la calle propagaban la indignación y la toma de conciencia de cambiar todo de una buena vez”.

¿Debe asombrarnos el negacionismo melenchoniano sobre los 55 días de horrendos desmanes que dejaron en Colombia, en 2021, con ayuda de escuadrones terroristas del ELN y de las FARC, decenas de edificios y juzgados incendiados y miles de policías y civiles inocentes muertos, heridos y mutilados en varias ciudades? No, tal cinismo es la marca de fábrica del patrón de la France Insoumise.

Mélenchon es visto en Francia como el jefe del antiamericanismo más primario. Odia a la Policía, es anti Otan, anti Ucrania, anti Taiwán y estaliniano después de haber sido trotskista. Dijo que el viaje de Nancy Pelosi a Taiwán había sido una “provocación” por lo que recibió horas después las felicitaciones de Pekín. En diciembre de 2019, Valérie Toranian escribió que el partido de Mélenchon “se unió al ala más antirrepublicana, la del islamo-izquierdismo clientelista que pretende unir las voces de los musulmanes apoyando la lucha contra la ‘islamofobia’, cuando ese término es una genuflexión de la izquierda hacia la religión y no un compromiso contra el racismo”.

El hombre que gesticulaba en junio pasado que si ganaba las legislativas restablecería el ISF (impuesto a los ricos) y aumentaría el impuesto a la renta para sacarle 160.000 millones de euros a los contribuyentes, tomó esta vez el avión para ir a dar lecciones de marxismo a la izquierda colombiana y de América Latina. A su auditorio le lanzó una cantaleta indigesta sobre el malvado capitalismo. Cuenta en su blog que después de reunirse en Santa Marta con el gobernador petrista Carlos Caceido (el error ortográfico es de Mélenchon), le propinó este regaño: “No es posible otorgarle confianza a los sectores políticos del capitalismo local” aunque afirmen que quieren “participar en el programa de reconstrucción del país”. Probablemente alguien le salió con los viejos cuentos del “frente popular” y de la “democracia avanzada” y le confesó que ellos hacían un “frente común con los burgueses de los países dominados por el imperio y a partir de allí a los circuitos centrales de la acumulación de capital”. La refutación rotunda del profesor Mélenchon fue esta: “¿Eso todavía es válido? ¡Estamos en el siglo 21! La esfera financiera mundial es global”. Y remató: “¿Qué queda de esa ‘burguesía nacional’ que estaba en cuestión? ¿Por qué ella tendría que hacer con su capital algo distinto de lo que hacen todos los que tienen esos medios?”.

En seguida, el artista cambió de tono. Como si fuera un comisario político del Komintern de Stalin reprochó a los petristas tener “una visión muy simple de lo que es el capitalismo”. Remató advirtiéndoles: “los textos de nuestros ilustres predecesores nos alertan sobre las contradicciones de la clase poseedora”.

La prensa no escapó a los insultos. Alguien le preguntó a Mélenchon qué pensaba él “de la voluntad de Petro de querer mantenerse por siempre en el poder”. “El odio mediático ya está implantado”, murmuró furibundo.

Obviamente, ni las FARC (las armadas y las parlamentarias) ni las otras bandas narco-comunistas que ensangrientan a Colombia aparecen en los comentarios de Mélenchon. Tampoco él habla del acuerdo petrista de la Picota, con corruptos y narcos extraditables, ni de los lazos que unen Petro a Nicolas Maduro. ¿Será que Mélenchon no quiere que esas maravillas de sus discípulos sean conocidas en Francia?

Pródigo en consejos absurdos, Mélenchon le dio otras pistas de trabajo a los petristas: “La guerra contra el narcotráfico no se puede ganar” sentenció. Por una razón: “Porque todo el mundo está bastante seguro de que ‘allí hay un futuro’”. Esa retórica fatalista sobre el narcotráfico sirve para ocultar la trayectoria criminal de las FARC y de sus satélites. La violencia que desde hace más de 50 años desgarra a Colombia no aparece en el radar de Mélenchon. Para él la única explicación es el narcotráfico. Escribe: “La cifra de 450.000 víctimas del ‘terrorismo’ solo es posible a través de la masacre de pueblos enteros que hacen los narcotraficantes”.

Mélenchon cuenta que “en la finca donde murió Simón Bolívar” tomó la palabra y que cuando terminó “los insumisos franceses presentes prosiguieron con el Chant du départ” (2) y agregó: “Para Robespierre esa canción era más bella que la Marsellesa” y “la versión remezclada del Chant du départ sirvió como himno de la campaña de la France Insoumise”. Inmediatamente, los petristas imitaron a su gran timonel. Unos quieren acabar con el Himno Nacional de Colombia y otros van a presentar otra versión durante el acto de posesión del 7 de agosto en Bogotá. Y sobre la idea de desarme de los ciudadanos y del tráfico de drogas, Petro no fue menos fiel a la doctrina Mélenchon. Propuso prohibir todo porte de armas y “replantear la discusión sobre la legalización de las drogas, primero a escala Latinoamericana que es nuestra casa y es la que está sufriendo las consecuencias. Estamos montados en unos negocios prohibidos”. Con tales preceptores malas horas le esperan a Colombia.

(1).- La Nueva Unión Popular Ecologista y Social (NUPES) es una coalición de izquierda liderada por Jean-Luc Mélenchon. Incluye la Francia Insumisa, el Partido Socialista, Europa Ecología Los Verdes y el Partido Comunista Francés. Tiene 130 diputados de los 577 que integran la Asamblea Nacional. La Agrupación Nacional, de Marine Le Pen, tiene 89 diputados. El partido del presidente Emmanuel Macron, La República en Marcha, tiene 245 diputados.
(2).- youtu.be/amslbs1Spbw

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