Por Jaime Restrepo Vásquez
Falta absoluta de honestidad: esta es la definición más precisa de la calamitosa administración de Daniel Quintero Calle. Sin lugar a dudas, el enunciado aparecerá en los libros de Historia como descripción de las horas más oscuras que atraviesa Medellín.
La más reciente ratificación de la deshonestidad surgió con el tema del muladar en el que han convertido a Medellín. En una participación en Teleantioquia, el gerente de Emvarias, Gustavo Alejandro Gallego Hernández, decidió tomar el camino más fácil y estúpido: el de culpar a los prorrevocatoria de esparcir las basuras por toda la ciudad. Según el funcionario, esto lo detectó al efectuar un seguimiento de las publicaciones que se hacen en redes sociales: ¡tal es el rigor de los funcionarios quinteristas!
¿A alguien le cabe en la cabeza que los prorrevocatoria nos hayamos dedicado a destripar las bolsas de basura y a desperdigar su contenido en las calles y barrios de la ciudad y que absolutamente nadie nos haya grabado, agredido o denunciado? ¡Tal acción ocasionaría un escándalo monumental! ¿Será que hemos convencido a los árboles de esparcir una gran cantidad de hojarasca para hacer quedar mal al alcalde? ¿Acaso los prorrevocatoria sin escrúpulos, en un arranque de ingenio e ira, decidimos sobornar a las plantas que adornan los jardines, para que crecieran más rápido y asumieran un aspecto descuidado, triste, sórdido y abandonado?
Eso solo cabe en la mente pequeña de seres deshonestos que ocupan su tiempo en maquinar estrategias para culpar a los demás y presentarse como víctimas, tal y como hacen Quintero Calle y su muñeco ventrílocuo, Alejandro Gallego. La realidad es que, en la labor de desinstitucionalización de Medellín, el alcalde y su combo les metieron el diente a Emvarias y al mantenimiento del espacio público para satisfacer su insaciable apetito burocrático y pagar, así, favores políticos que debían. En ese proceso, politizaron empresas que eran eficientes, con el resultado que vemos a diario: una ciudad abandonada, sucia y postrada.
El nuevo caballito de batalla del inepto alcalde somos los prorrevocatoria. Parece que ya quedó atrás el GEA, y ahora se concentra en la conspiranoia de la existencia de una guerra política en la que él y sus secuaces son víctimas del uribismo. Ciertamente, a nivel nacional, eso ha producido algunos réditos, por lo cual, como imitador barato, Quintero decidió endilgarle la culpa a la oposición uribista.
¿Acaso la oposición al alcalde no es variopinta y plural? Que nadie se lleve a engaño: el movimiento revocatorio está conformado por personas de diversos sectores e ideologías, incluso opuestas, sin la existencia de un patrón que despache órdenes… Somos ciudadanos comunes y corrientes, independientes, con criterio propio, que actuamos desde el dolor y la angustia que nos produce ver a la ciudad convertida en un basurero lleno de mamarrachos y en franco deterioro. Ese caballito de batalla hay que quitárselo a Quintero Calle, porque, además de ser mentira, puede cautivar a los despistados facilistas que todavía, tozudamente, mantienen su apoyo al deshonesto inquilino del piso 12 de La Alpujarra.
La estrategia de la deshonestidad, esa que consiste en culpar a otros de sus propios errores, ya es una marca patentada por Quintero Calle. Es bueno recordar que le atribuyó la culpa de todos los males de EPM a la junta que renunció, esa que él mismo había nombrado o ratificado al comienzo de su administración. Esta semana, el fracaso del desfile de silleteros y de la Feria de las Flores se lo achacó a Lucho, un funcionario con 35 años de trayectoria como servidor público, en una jugada en la que le puso nombre al culpable y amenazó, veladamente, a todo aquel que se le oponga.
Si hay algo que queremos expulsar de la Alcaldía es la deshonestidad, sobre todo esa que no asume sus errores, que se revuelca en el lodazal del victimismo, que va por la vida culpando a los demás de las desgracias que ella misma ha ocasionado; esa que lleva al individuo a mentir sin pudor y que obliga a los que giran a su alrededor a otorgarle credibilidad a la pseudología fantástica y al narcisismo del dictadorzuelo, un sujeto que en mala hora algunos distraídos promovieron para regir los destinos de Medellín.
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