Por Yesenia Bedoya Gallego
Mucho hablamos desde el análisis político y la crítica de los hoy en día mal llamados y desprestigiados «padres de la patria».
La expresión fue acuñada desde la creación del mito fundacional y la narrativa heroica de lo que conocemos como la gesta libertadora, fue endosada a aquellos personajes que, con su sabiduría y liderazgo, dirigieron las acciones que más tarde convergirían en la creación del Estado. Hablamos pues de Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander: los padres de la patria.
Extendimos el concepto hasta casi convertirlo en un apodo para quienes, supuestamente, desde los inicios de la República y a través de los años, han entregado con abnegación, toda su sabiduría y potencial, de forma incondicional y desinteresada, al servicio de la patria; luchando cada día por el bienestar y la prosperidad de todos los habitantes del territorio.
¿Será que ahora con el gobierno progresista que nos espera los escucharemos diciendo «los padres, las madres y los binarios de la patria»?
Por si no han caído en la cuenta, «padres de la patria» le dicen algunos a los honorables congresistas.
Mi definición de «padres de la patria», en los siglos XX y XXI, se circunscribe a aquellos que vemos cada día, con cada escándalo de corrupción, traición, deslealtad y servilismo; con las manos sucias del hampa llenando bolsillos propios, de familiares y amigos, todo por cuenta de los recursos que deberían ser destinados y aprovechados por las gentes más desfavorecidas; los hemos visto como, incluso, dejan a nuestros niños sin alimentación en las escuelas y sin atención en clínicas y hospitales y son esos los padres que tiene hoy la patria colombiana.
Y si me quedo hablando de los «padres de la patria» se nos van unos diez tomos completos y no alcanzo a describir el descaro, la desfachatez y la corrupción que tanto y a tantos nos asquea e indigna.
Entonces hablemos del otro lado, de la otra parte de la ecuación: los hijos de la patria y pensemos en qué tanta responsabilidad nos asiste en el actual desastre moral, ético y social.
No quisiera ser yo quien tire la primera piedra, porque no estoy libre de pecado; prefiero en el día de hoy dejarles la reflexión y llamarlos a una noble, pero profunda crítica individual: interioricen, analicen, piensen y, con el corazón en la mano y la patria en el corazón, cuéntenme ¿cuál es su responsabilidad?
Piénsenlo desde el rol que tengan, como simples ciudadanos, como padres de familia, educadores, empleados o emprendedores: ¿cuál ha sido, por acción o por omisión, su responsabilidad?
Si desean escribirme, los leeré con atención en el siguiente correo [email protected] o en mis redes sociales.
Pd: una última anotación: ¿creen que el voto obligatorio acabaría con la compra de votos y de manera indirecta con algo de corrupción? ¿O sólo encarecería el voto volviendo más descarados a los compradores?