viernes, marzo 29, 2024

Legado maldito

Por Álvaro Ramírez González

El narcotráfico, que tanto dinero ha traído a este país, también trajo consigo la destrucción del tejido social y de las sanas costumbres y los valores de esa sociedad qué pasiva y cómplice lo vio llegar.

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El país vio como «los mágicos», y después «los mafiosos», y más tarde «los traquetos» y finalmente «los paracos y guerrillos», cambiaron totalmente el perfil y el desempeño de la sociedad colombiana. Y no era para menos. Una sociedad pobre que avanzaba y crecía con la lentitud de un país subdesarrollado que producía y exportaba café y algunos comodities, en unos niveles precarios y apenas de subsistencia.

Los chorros de dólares que llegaron a pueblos y ciudades apuraron la economía, y fueron poco a poco reclutando muchachos, en los distintos niveles sociales. Y despertaron la codicia de muchos empresarios y emprendedores tradicionales que vieron en el enriquecimiento rápido, el sueño dorado.

Pero toda bonanza, trae consigo problemas, dificultades y conflictos, que la sociedad colombiana no conocía. Con el narcotráfico y los dólares, llegaron las armas, los escoltas y los ejércitos privados, amparados por la corrupción de las FF AA. Pablo Escobar y su Cartel de Medellín patentaron las matanzas, las ejecuciones y los ajustes de cuentas.

Después, con su frenética enfermedad de meterse con el Estado, los crímenes de políticos y figuras destacadas como el candidato Luís Carlos Galán, que iba a ganar de lejos las próximas elecciones. Con todas esas aberraciones violentas, Pablo y sus compinches, se inventaron el «plan pistola», que asesinó a más de 400 policías, suboficiales u oficiales. Se trataba de ofrecer en muchas ciudades una jugosa remuneración en dinero por la muerte de cada policía.

Mucho le dijeron a Escobar que detuviera ese infame derramamiento de sangre, pero su locura, ya abandonado por sus socios y arrinconado, no lo dejaba. Hasta que se puso todo el mundo en la tarea de cazarlo y lo consiguieron. Cayó muerto en el tejado de una casa. Pero ese maldito legado quedó sembrado con sangre.

Hoy, muchos años después y ante la captura y extradición de Otoniel, máximo jerarca del Clan del Golfo y la neutralización de muchos de sus jefes, esa tenebrosa organización ordenó de nuevo el «Plan Pistola». A la fecha de hoy han caído ya 64 policías en las zonas más conflictivas del país, asesinados todos a quemarropa.

Esto parece que no se va a detener y será uno de los conflictos calientes en el escritorio del presidente Petro. Pero confirma el legado maldito de Pablo Escobar, un hombre que sembró una mala semilla en la sociedad antioqueña. Y esa maleza maldita es muy dura de combatir, menos aún con este país hoy inundado de coca. Legado maldito

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