miércoles, abril 24, 2024
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La soledad: la reflexión para Semana Santa

Por Roberto Rave Ríos

“Según estudios internacionales, una de cada dos personas presentará un trastorno psiquiátrico tarde o temprano en algún momento de la vida. Hablamos de más de 3.000 millones de personas. El 80% de la juventud mundial sufre de inseguridad y timidez. Más de 1.400 millones de seres humanos desarrollarán algún tipo de depresión. ¿Hacia dónde se encamina la humanidad? ¿Esto no los asombra, estimados lectores?” El sentido de la vida, Augusto Curry.

Hace unos días en una reunión de trabajo, un destacado empresario colombiano me preguntó mi opinión sobre las crisis, sobre los obstáculos. Siento que este líder tenía una profunda inquietud sobre la concepción de “lo difícil” que tienen los jóvenes en la actualidad. Su pregunta me hizo reflexionar sobre el suicidio y la soledad.

Cifras de la Organización Mundial de la Salud, anteriores a la pandemia, arrojan que “800.000 personas se suicidan cada año, teniendo en cuenta que hay más tentativas de suicidio. Además de esto, el suicidio es la segunda causa principal de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años y el 79% de todos los suicidios se produce en países de ingresos bajos y medianos”. Algo no anda bien en nuestra sociedad. Tal vez cabe interiorizar las palabras del gran poeta colombiano Estanislao Zuleta en su ensayo “El elogio a la dificultad”:

“La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, países de Cucaña. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte. Y por lo tanto también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes”.

La rapidez impuesta por lo virtual ha trastocado el concepto de la dificultad y del mérito en la sociedad. Esto tiene importantes implicaciones en la forma de afrontar la vida y sus frustraciones. Sumado este componente a la imposición del relacionamiento virtual sobre el contacto físico, se ha despertado un sinnúmero de enfermedades en la humanidad que tienen que ver con la soledad y sus implicaciones

«Carol Graham, quien escribió el estudio del Brookings Institution titulado “La crisis de la desesperanza en Estados Unidos” y es autora de varios libros sobre la felicidad y la desesperanza en todo el mundo, me dijo que un promedio de 70.000 estadounidenses que mueren anualmente por “muertes por desesperanza”, y que la cifra puede haberse casi duplicado a 130.000 durante la pandemia de covid-19» escribe Andrés Oppenheiimer. En Japón acaban de sumar a su estructura gubernamental el Ministerio de la soledad mientras que Inglaterra ya en 2018, cuando la gobernaba Theresa May, había incursionado en esta nueva institución.

Por estos días el mundo católico vive la Semana Santa. Es un momento de reflexión para más de 1.300 millones de personas en el mundo y bajo la coyuntura actual, cabe preguntarse: ¿Qué está ocurriendo con la humanidad en la época histórica de mayor abundancia, adelantos científicos, superación de las necesidades básicas del hombre? ¿Por qué nos enfrentamos a este momento de la historia con más muertes por enfermedades asociadas a la soledad y con mayor tasa de suicidios?

Algo de respuesta podemos encontrar en la afirmación de la filósofa estadounidense Martha Nussbaum, parafraseando al poeta Rabindranath Tagore: “La historia ha llegado a un punto en el que el hombre moral, el hombre íntegro, está cediendo cada vez más espacio casi sin saberlo al hombre comercial, el hombre limitado a un solo fin. Este proceso asistido por las maravillas del avance científico, está alcanzando proporciones gigantescas, con un poder inmenso, lo que causa el desequilibrio moral del hombre y oscurece su costado más humano bajo la sombra de una organización sin alma”.

Tal vez la respuesta está también en afrontar la realidad de nuestra fragilidad, en ser más conscientes de la falsa autonomía que ha quedado al descubierto por la pandemia de enfermedades mentales ahondadas a causa del covid-19. Tal vez sorteamos mal ese indicador generalizado del “éxito” que nos somete a referentes de barro y que olvidan la importancia de la dificultad en la sociedad y la trascendencia del humanismo como guía para alcanzar la tranquilidad interior. Tal vez la respuesta a esta pandemia emocional debe sustentar su solución en el mensaje que nos deja el papa Francisco en una de sus homilías: “La esperanza es lo que nos da paz en los momentos difíciles, en los momentos más oscuros de la vida. La esperanza no decepciona, está siempre allí: silenciosa, humilde pero fuerte”.

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