Por: Carlos Andrés Echavarría Blandón
Ante el descrédito que tienen los partidos políticos en Colombia los aspirantes a cargos públicos rehúyen de ellos y optan por presentarse mediante movimientos ciudadanos avalados por firmas que recogen ellos mismos o pagan para que alguien más haga el trabajo.
Los partidos políticos deberían ser Centros de Pensamientos con modelos ideológicos, morales y éticos definidos, sumados a métodos de gobernanza aplicables. Pero, en Colombia eso no ocurre. Con muy pocos requisitos se puede formar un partido político en el país, es por ello que se crean feudos que siguen al caudillo de turno y no se fundamenta una base o unas ideas dignas de perdurar de generación en generación. Hoy cada político significativo del país tiene su propio colectivo: Álvaro Uribe con Centro Democrático; Gustavo Petro con Colombia Humana; Juan Manuel Santos con la U; Germán Vargas con Cambio Radical; Roy Barreras con Fuerza de la Paz; etc., sin contar con los partidos que entregan por acuerdos con el gobierno o por órdenes judiciales como: las Farc con Comunes; Juan Manuel Galán con Nuevo Liberalismo; Enrique Gómez con Salvación Nacional.
¿Alguién sabe las bases filosóficas del partido de la U?, ¿Alguién sabe la posición económica del partido Cambio Radical?, ¿Alguién sabe la posición del partido Nuevo Liberalismo en la cuestión del aborto?
Nadie sabe nada y esa es la idea, debido a que con ese desconocimiento las personas que votan por ellos no tienen como reclamarles en el futuro. Lo gaseoso de los discursos hace que los candidatos puedan pertenecer a cualquier lado del espectro político. Un candidato puede hablar de libre mercado al mismo tiempo que pide que existan más aranceles para las importaciones. Otros pueden estar a favor del aborto, pero estar en contra de la eutanasia. Sin contar con que a los mismos integrantes de los partidos políticos no les interesa adentrarse en esos debates filosóficos y simplemente se posicionan en lo más fácil y es hablar de los malos gobiernos de turno. Por ejemplo: todos los candidatos a la alcaldía de Medellín hablan del desgobierno Quintero, pero no muestran un plan claro con ideas, con propuestas, con alternativas, que permitan una confrontación sobre los modelos que desean implementar para lograr ese cambio. Solo se quedan en denunciar la corrupción.
Lo triste es que se les debe dar la razón a eso candidatos porque los ciudadanos no quieren pensar sobre las posibles soluciones. Analizar una propuesta requiere de todos los sentidos, se necesita un compromiso y capacidad de análisis para mirar los pros y los contras de cada alternativa y así poder sacar una conclusión basada en la razón. Las personas no quieren esa responsabilidad y dejan en los sentidos la decisión más importante sobre su futuro y el de sus familias. El candidato que mejor hable, que sea más bonito, que sea más expresivo, que logre despertar los más básicos sentimientos, es la opción más votada, aunque su plan de gobierno sea una completa basura.
Las personas van a cambiar de celular y averiguan todo: La velocidad, la capacidad, la conectividad, la calidad de la cámara, etc., pero, para ir a las urnas, si es que van, a lo sumo le preguntan a un conocido por quien va a votar para sumarse a la corriente, o si ven un candidato punteando, quieren ser parte del equipo ganador.
Votar es una responsabilidad que requiere de esfuerzo que muy pocos están dispuestos a aceptar, para votar bien se tiene que estar informado para no dejarse engañar por discursos vacíos llenos de promesas que son irrealizables.
El idiota de la antigüedad era la persona que vivía en su propio mundo, en su propia burbuja y se desentendía de las decisiones políticas que regían su comunidad. Hoy, se tiene una sociedad compuesta por millones de idiotas que creen qué si ignoran la política, los políticos los van a ignorar y todo su mundo seguirá igual.
Es hora que esta generación idiota despierte antes de que sea demasiado tarde y le toque abandonar su país para buscar un plato de comida.
