viernes, abril 19, 2024
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La ecuación que llevará a Colombia por la ruta de la ruina: legalización – salud pública = caos

Por Yesenia Bedoya Gallego

La salud pública está definida como el cuidado y la promoción de la salud aplicados a toda la población o a un grupo específico de la población. Es también un conjunto de políticas de Estado que busca garantizar de manera integrada la salud de la población.

Una de las características de este enfoque es la prevención. En Colombia, el sistema de salud tiene una oferta de programas de prevención desde la misma concepción; los controles prenatales a la madre gestante que vigilan y garantizan el desarrollo del embarazo en condiciones mínimas salud, los controles de crecimiento y desarrollo para el menor y el plan integral de vacunación; en otras vías se atiende a la población adulta mayor en programas de hipertensión, diabetes y otros riesgos asociados a la edad; los jóvenes y mujeres tienen lo propio con los programas de salud integral y educación sexual y reproductiva y todos estos programas los ofrecen de manera gratuita todas las Entidades Promotoras de Salud en todo el territorio nacional, precisamente porque son el desarrollo de las políticas públicas. Es triste que como sociedad tengamos que acudir a la gratuidad como el único incentivo para el amor propio.

Una parte muy importante de las políticas actuales de salud pública en Colombia es el capítulo de salud mental y consumo de sustancias psicoactivas, que además de estar encaminadas a la prevención y control de enfermedades, también le apunta a la convivencia y el manejo de la violencia derivada del consumo, la violencia intrafamiliar y las riñas callejeras que dejan muertos están directamente relacionadas con el consumo en alto porcentaje.

Un dato estadístico que encontré en una página de macrodatos gubernamentales, lo busqué a 2020 porque la pandemia definitivamente cambió y modificó varios índices; informa que la inversión en salud en Colombia es el 7.07 % del PIB, los colombianos estamos en uno de los países privilegiados en Latinoamérica que ha fortalecido su sistema de salud al punto en el que una enfermedad catastrófica no afecta de manera radical la economía familiar, para resumir un poco: a los colombianos no nos toca pagar sumas exorbitantes por una cama en una UCI o pagar el parto más allá de la cuota moderadora cuando la madre es beneficiaria; si se enferma de cáncer la cama del hospital no se la facturan a usted, se la cobran al sistema, en el que todos somos solidarios y se supone aportamos durante nuestra vida útil laboral, es increíble que algunas personas les cueste tanto entender algo tan básico y bien diseñado.

La inversión en la lucha antidrogas ha estado acompañada, apoyada y financiada por gobiernos como nuestro más notorio amigo Estados Unidos de Norteamérica desde los años 90; que a mi pensar, más que ser un gobierno amigo estamos en una relación de conveniencia, no se llega a ser la primera economía del mundo con un país infestado de drogadictos, es obvio que a este país lo que le interesa es mantener a los mínimos posibles la infestación por consumo de drogas en sus calles: la gente drogada no produce ni genera riqueza, si pobreza, problemas y humanos enfermos.

¿Entonces que podrá pasarle a Colombia si se llegara a aprobar la legalización total de todo tipo de sustancias alucinógenas? ¿De qué se van a llenar los hospitales? ¿Le daremos prioridad al drogadicto sobre el enfermo de cáncer, el niño o el anciano? ¿A qué niveles veremos incrementados los índices de violencia? ¿Los derechos de los niños perderán su prevalencia y preferencia frente a los de un adulto que tomó la errónea decisión de auto destruirse en una fanático-romántica expresión del derecho al libre desarrollo a la personalidad que francamente violenta el libre desarrollo de la personalidad del niño? ¿El ambiente sano al que tenemos derecho ya no será un derecho?

Vamos camino a una degradación social sin precedentes, a ser un país basurero y reciclador de drogadictos convertidos en despojos humanos costosos, un sinsentido, un absurdo. El daño económico que causará la reversión de la inversión que ya no será en función de prevenir sino curar lo incurable. El daño social será inconmensurable; ¿y todo por qué? Por la ambición de un Congreso vicioso y viciado.

Pd: ¡Para el deporte no hay plata!              

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