El récord de 12 años en el poder del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, finalizó el domingo cuando el parlamento vote sobre un nuevo gobierno, lo que marca el comienzo de una administración que se ha comprometido a sanar a una nación amargamente dividida por su partida.
Netanyahu, de 71 años, el político israelí más dominante de su generación, no había logrado formar un gobierno después de las elecciones del 23 de marzo, la cuarta en dos años.
El nuevo gabinete, que prestará juramento después de una votación de confianza de la Knesset que se espera que gane, fue improvisado por el líder de la oposición centrista Yair Lapid y el ultranacionalista Naftali Bennett.
Bennett, un millonario de alta tecnología y judío ortodoxo, tuiteó una fotografía de sí mismo en oración, subtitulada con una bendición bíblica. Se desempeñará como primer ministro durante dos años antes de que Lapid, un ex presentador de televisión, asuma el cargo.
Dirigirán un gobierno integrado por partidos de todo el espectro político, incluido por primera vez uno que representa al 21% de la minoría árabe de Israel. Planean en gran medida evitar movimientos radicales en temas internacionales candentes, como la política hacia los palestinos, y centrarse en las reformas internas.
Con poca o ninguna perspectiva de progreso hacia la resolución del conflicto de décadas con Israel, muchos palestinos no se sentirán conmovidos por el cambio de administración, diciendo que Bennett probablemente seguirá la misma agenda de derecha que Netanyahu.
Eso parecía probable con respecto a la principal preocupación de seguridad de Israel, Irán. Un portavoz de Bennett dijo que prometería una “oposición vigorosa” a cualquier regreso de Estados Unidos al acuerdo nuclear iraní de 2015, pero que buscaría la cooperación con la administración del presidente estadounidense Joe Biden.
¿ADIÓS BIBI?
En el escenario internacional, con su inglés pulido y su voz de barítono en auge, el telegénico Netanyahu se ha convertido en el rostro de Israel. Sirvió en su primer mandato como primer ministro en la década de 1990 y desde 2009 ganó cuatro mandatos consecutivos más, ha sido una figura polarizadora, tanto en el extranjero como en casa.
A menudo conocido por su apodo Bibi, Netanyahu es amado por sus seguidores y aborrecido por los críticos. Su juicio por corrupción en curso, por cargos que él niega, solo ha profundizado el abismo.
Sus oponentes han criticado durante mucho tiempo lo que ven como la retórica divisiva de Netanyahu, las tácticas políticas deshonestas y el sometimiento de los intereses estatales a su propia supervivencia política. Algunos lo han apodado “Ministro del Crimen” y lo han acusado de manejar mal la crisis del coronavirus y sus consecuencias económicas.
Las celebraciones de sus oponentes para marcar el final de la era de Netanyahu comenzaron a última hora del sábado frente a su residencia oficial en Jerusalén, el sitio de protestas semanales durante el año pasado, donde una pancarta negra extendida a lo largo de una pared decía: “Adiós, Bibi, adiós adiós”. Los manifestantes cantaron, tocaron tambores y bailaron.
