Por Jaime Restrepo Vásquez
Los mensajes de la clase politiquera medellinense no pueden ser más desastrosos. Mientras el alcalde viola todas las normas relacionadas con la participación en política, uno de sus prohijados desafía abiertamente la ley, eso sí, sin despelucarse.
Que alias Keratino promueva y participe en las tales «rodadas», exhibiéndose sin casco, irrespetando las normas de tránsito, respaldando una actividad que solo el 31 de octubre dejó 119 lesionados –incluido Juan Gabriel Taborda, de 18 años de edad, quien fue atropellado y se debate entre la vida y la muerte– e incrementando la ya desesperante contaminación auditiva; es solo parte del catálogo de ilegalidades que cometen los cabecillas de Los Alpujarros.
Ellos se sienten por encima de la ley: ¡para eso querían llegar al poder y, claro, para eso lo quieren conservar a toda costa! De hecho, parecen el sueño cumplido de Pablo Escobar.
La ciudadanía, sin importar sus simpatías o antipatías políticas, debe analizar con detenimiento las arbitrariedades que cometen estos personajes siniestros de la politiquería local, pues las autoridades, lo quieran o no, son ejemplo y si la cabeza viola la ley, los ciudadanos del común se sienten autorizados para replicar lo que hacen sus líderes. Esto se ve a diario en Medellín.
De hecho, los medellinenses necesitan pensar muy bien a quién le van a entregar su voto, pues los desafíos constantes e impunes de esos politiqueros, destruyen los fundamentos de la democracia.
No se puede olvidar que las leyes son el marco comportamental y ético que rige el funcionamiento de una nación y de una comunidad y, al romperlas, sencillamente se está promoviendo la anarquía, el caos y la desigualdad ante la ley, pues mientras ellos tienen el «privilegio» de desconocer la ley, el ciudadano de a pie debe acatarla a rajatabla.
¿Si son tan cínicos de difundir sus ilegalidades a través de las redes sociales, qué le espera a la ciudad si sigue en manos de esos personajes? Ya lo hemos visto: videos como prueba de sus tropelías y comentarios delictivos en redes, con una pobreza intelectual y moral sin precedentes.
Ellos son capaces de transgredir todas las normas, mostrándose como miembros de un clan exento de la ley. Así, muchos ciudadanos del común recibirán un mensaje en el cual, al depositar su voto por los politicastros, serán ilusionados con la pertenencia a esa mafia de ilegales y corruptos.
Obviamente se equivocarán, porque ese es un clan exclusivo, cuyos privilegios no se irradian a los borregos que los siguen. Al contrario: si uno de esos incautos, que se sueña como parte de esa banda, decide salir sin casco en su moto, será perseguido y multado, pues al fin de cuentas, esa platica llegará a quienes ostentan el poder.
Los comportamientos ilegales ya son comunes en la mafia que rige los destinos de Medellín: abusos sexuales, corrupción, participación abierta y descarada en política, pérdida de donaciones en plena pandemia, contratación amañada, falsedades, arbitrariedades, persecuciones y desgreño administrativo, son algunas de las conductas que exhiben, sin pudor, Los Alpujarros.
Esta crisis ha despertado, en muchos, la necesidad apremiante de corregir los destinos de Medellín. Sin embargo, los egos pueden ser el obstáculo más grande para la rectificación del camino, pues de no lograrse un acuerdo entre la gente decente, se abrirá un profundo boquete en la democracia medellinense, el cual será nuevamente aprovechado por Los Alpujarros. No se puede olvidar lo que pasó en 2019.
Alias Keratino es solo uno de los transgresores. Sin embargo, ya están sacando las uñas otros personajes con la misma espuela. La ciudadanía requiere hacer un acto de contrición, para no volver a botar su voto en sujetos de baja laya.
A su turno, el liderazgo político necesita ser consciente del momento y despojarse del orgullo y de la arrogancia, para enmendar el rumbo de Medellín. Mientras tanto, alias Keratino seguirá «rodando» para vender el humo que le permita convertirse en alcalde de la ciudad. ¡Medellín no podría caer más bajo!
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