miércoles, abril 17, 2024
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Jugar póker con el futuro

Por María Clara Gómez.

Hace días en una charla se cuestionaba el comportamiento de algunos de los representantes de grandes grupos empresariales así como líderes de sectores productivos respecto a la falta de pronunciamientos decididos y posiciones claras frente a graves hechos que afectan la tranquilidad de los ciudadanos, la estabilidad de las instituciones y en general la democracia colombiana.

Muchos colombianos nos preguntamos acerca de la razón para que no existieran estos pronunciamientos o, en algunos casos, solo fueran comunicados tibios llamando a evitar las acciones violentas durante las mal llamadas “marchas pacíficas” que de todo tenían menos de pacíficas, los bloqueos y las movilizaciones en las principales ciudades del país.

Imperturbables, estos empresarios, haciendo gala de un rostro inexpresivo, vieron cómo un adefesio político como Gustavo Petro y sus compinches no hacían más que “bluffear”* y mandar a calle a cientos de individuos resentidos e inadaptados sociales, no sólo jóvenes sino personajes que superaban los treinta años de edad, apoyados además por estructuras criminales, sobre las cuales las autoridades han señalado que están financiadas por dineros del narcotráfico y de grupos ilegales que hoy se asientan en Venezuela, con la esperanza de doblegar al país mediante el terror, la amenaza, la destrucción de la infraestructura y los sistemas de transporte masivo, la afectación de la producción nacional mediante el bloqueo de vías, vandalizar los monumentos y sitios históricos al igual que iglesias y lugares de culto, además del cierre del puerto de Buenaventura con graves consecuencias para la economía nacional, con la “exigencia” de establecer mesas de negociación con supuestos representantes de los colombianos, a los cuales nadie eligió, nadie conocía y que solo buscaban reivindicaciones particulares disfrazadas de reclamos sociales además de pretender ejercer una autoridad no conferida como la que intentaron establecer miembros de estos grupos quienes pretendían revisar previamente los contenedores de carga para determinar qué podía ingresar al país y qué no en el más absoluto descaro. A ello se sumaba la absurda pretensión de obligar a renunciar a Iván Duque a la presidencia entre tanto buscaban destruir la imagen y reputación de la fuerza pública.

Con seguridad muchos habitantes de las principales ciudades fueron presa del pánico y la desesperanza pues pensaron que se repetiría lo ocurrido en Chile donde las manifestaciones y el terrorismo hicieron presa a Santiago de Chile destruyendo todo a su paso, con el nefasto resultado de aceptar modificar la constitución chilena y destruir la institucionalidad al lograr la eliminación de los Carabineros para ser sustituidos por quién sabe qué tipo de organización que en vez de proteger la vida de los chilenos se convierta en aparato institucional de represión de todo aquello que no sea de la aceptación de los comunistas que se han instalado en la asamblea constituyente gracias a la actitud pusilánime de un mandatario como Sebastián Piñera.

Sin embargo, para bien de los colombianos, los promotores del paro nacional, el cual en realidad debería llamarse jornada terrorista nacional, vieron cómo progresivamente sus convocatorias se han ido desinflando pues no responden efectivamente a un auténtico sentir nacional sino a una estrategia criminal financiada con dineros ilegales. Infortunadamente los mismos colombianos no vimos un liderazgo empresarial que se pronuncie con una vocería fuerte y decidida no solo para cuestionar con energía el actuar de quienes en vez de estar promoviendo el terrorismo deberían estar proponiendo soluciones estratégicas a las necesidades prioritarias de los habitantes del territorio nacional sino para apoyar con vehemencia a la fuerza pública, demandar de la justicia (cuyo actuar merece un análisis aparte) las condenas por los hechos criminales que incluyeron los

Homicidios de funcionarios públicos, ciudadanos indefensos y, peor aún el fallecimiento de bebés debido a la falta de atención médica oportuna a causa de los bloqueos, a más de un respaldo vigoroso al gobierno nacional.

Por el contrario, para estupor de muchos, vimos a algunos miembros de sectores productivos reunidos plácidamente en una lujosa residencia de Bogotá con el principal promotor del desorden, el caos y la destrucción, a través de los hampones de la llamada “Primera Línea”, bajo la excusa de “escuchar” la agenda que promueve para el país este nefasto individuo, como si los hechos de vandalismo y destrucción no fueran suficiente testimonio de lo que ha sido su permanente propuesta de gobierno y del cual ya ha habido claras evidencias pues solo basta revisar su negligente y desastrosa gestión al frente de la alcaldía de la capital del país durante los años 2011 a 2013.

Si bien empresarios como Mario Hernández han cuestionado duramente a Petro, no solo por su actuar sino también por sus absurdas propuestas económicas, desde los gremios y el gran empresariado, el silencio ha sido manifiesto, el cual eventualmente se ha roto para dar paso a los comunicados que dan cuenta del cierre de plantas o la supresión de empleos.

Esto no es suficiente. Se requieren no solo pronunciamientos fuertes y claros, que dejen a un lado las comunicaciones “políticamente correctas”, las cuales solo enmascaran la tibieza y la diplomacia empresarial solapada, sino que promuevan nuevos liderazgos que permitan el reemplazo de las anquilosadas, corruptas y negligentes estructuras partidistas tradicionales que cada determinado tiempo se reciclan autodenominándose coaliciones de renovación las cuales en realidad disfrazan a los camaleones del clientelismo y la burocracia.

Así mismo es preciso contar con el apoyo decidido del empresariado no solo para avanzar en propuestas como las revocatorias de los nefastos alcaldes que hoy gobiernan ciudades principales como Bogotá, Cali, Medellín y Cartagena, sino para promover un voto a conciencia que permita no solo tener a individuos capaces y brillantes al frente de las alcaldías y gobernaciones, sino para llevar al Senado a personas que realmente trabajen por las regiones y sus comunidades. Igualmente que incentiven en sus empleados no solo la formación técnica que requieren para sus empresas sino que la combinen con la formación en política y democracia la cual posibilite un ciudadano comprometido con sus territorios y sea capaz de orientar a sus hijos en forma adecuada para que sean generadores de verdaderos cambios y transformaciones, evitando que se vuelvan objeto de manipulación y destrucción que impulsan Petro y la sarta de bandidos de izquierda que buscan lograr mediante la violencia lo que no consiguen por las urnas.

Estos son los empresarios que necesita el país y no solo aquellos que con actitud soberbia juegan póker con el futuro del país porque puede pasar que la mano ganadora no sea la de la casa –en este caso Colombia- sino la del maniaco** que todo el tiempo se dedica a farolear.

*Bluff: empujar una gran pila de fichas en el medio para intimidar a tus opositores y tener la esperanza de que van a retirar sus manos.

** Maniac – Maníaco: Jugador hiperagresivo, que sube en casi todas las manos y en consecuencia intenta muchos faroles.

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