viernes, abril 19, 2024
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Guardián de la verdad revelada

Por: Eduardo Mackenzie

¿Sabía usted querido lector que Colombia tiene un “comisario de la verdad”? Yo no lo sabía. Acabo de descubrir esa maravilla, gracias a un artículo de El Colombiano. El comisario se llama Carlos Martín Beristain o Beristaín. Es vasco y trabajó en varios países latinoamericanos. En México trabajó en el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), del que hizo parte Ángela María Buitrago, ex fiscal cuya escandalosa parcialidad conocemos los que hemos escrito sobre la arbitraria detención, de más de ocho años, que sufrió el coronel Alfonso Plazas Vega, por haber derrotado al M-19 en el Palacio de Justicia en noviembre de 1985. Si mal no recuerdo el GIEI fue expulsado de México por mentirle al país y ser desleal con los familiares de las víctimas.

Sin embargo, la prensa colombiana presenta a Carlos Martín Beristain como un sabio y un santo laico. Pero es muy difícil saber siquiera cuándo nació (supe por un artículo de una universidad española que había nacido en Euskadi) y en qué universidad obtuvo los títulos de médico y psicólogo. Parece como si el comisario de la verdad hubiera borrado esos detalles en Internet.

¿Cómo es posible que nadie se pregunte qué hacen en Colombia personajes extranjeros en altos cargos oficiales y con biografías tan poco transparentes?

La página web de la Comisión de la Verdad dice que la especialidad de Beristain es la “atención psicosocial de víctimas en el mundo”. Nada menos. Su ascenso en Colombia ha sido vertiginoso. En julio de 2018 él era miembro de esa comisión, hoy es el comisario, es decir es el hombre de las galletas, de la verdad única, quien dice qué hay que creer y pensar. Beristain actuaba en Colombia desde antes. Un artículo de la prensa vasca dice que, en 2015, él ganó un premio de la Fundación Gernika Gogoratuz, del País Vasco español, “por su labor durante los últimos treinta años, en apoyo y acompañamiento a las víctimas de los conflictos violentos, tanto del País Vasco como en diversas partes del mundo como Guatemala, Colombia o el Sahara Occidental pero también en Bosnia, México, República Democrática del Congo o Ecuador, entre otros”.

El comisario de la verdad es un amigo del colectivo de abogados Alvear Restrepo (Cajar) y tiene los reflejos acusadores de los mamertos. En mayo pasado, el doctor Beristain declaró que la empresa privada colombiana es “criminal”. Un folleto de Alirio Uribe Muñoz, directivo del Cajar, recibió su total respaldo. “Ese informe, dijo el comisario, busca evidenciar algunas prácticas criminales de empresas privadas de los sectores extractivo, minero-energético, alimentario, industrial y ganadero, en el contexto del conflicto armado colombiano”. Toda la Colombia que trabaja está en esa frase.

En manos de un comisario, la verdad deja de ser un derecho, un aliciente del ser humano, para convertirse en la cosa de un individuo o de un grupo. Bajo el control de una “comisión” o de un “comisario”, la verdad de las víctimas puede ser manipulada para servir a una casta.

Beristain viaja mucho, por cuenta del erario público. En estos días su misión consiste, según El Colombiano, en “ubicar y escuchar a los cerca de 500 mil colombianos que viven en el exilio para motivarlos a que aporten su verdad”. Para escuchar esa muchedumbre “ya ha visitado 18 países, en varios continentes”, explica por su parte El Espectador.

El comisario le echa la culpa de esos exilios a dos entidades: a los gobiernos colombianos y al “conflicto armado”. Jamás ha dicho que el terrorismo de las Farc, del M-19, Eln, Epl, Quintín Lame, tuvo algo que ver con la salida del país de miles de compatriotas. Las víctimas de los aparatos comunistas de terror, y de las AUC de extrema derecha, no cuentan, o son encasilladas por él de tal manera que no son visibles: todo cae dentro del pozo sin fondo del llamado “conflicto armado”.

En una entrevista atribuyó esos exilios al expresidente Turbay Ayala quien luchaba contra la barbarie del M-19. Y sin nombrarlos, explica que otros exilios se deben a Pastrana, por el fracaso de sus negociaciones en el Caguan y a Uribe, por su lucha contra los paramilitares de extrema izquierda (Farc/Eln) y de extrema derecha (las AUC), y a Duque por el “asesinato de líderes sociales”, sin mencionar una palabra sobre el papel central que juegan en esas matanzas las Farc/Eln y los carteles narcotraficantes.

Otra muestra de desequilibrio: según la Comisión de la Verdad, “en la década de 1980 los colombianos huían hacia Suecia, Francia y España por las llamadas ‘listas de la muerte’, alimentadas por nombres de líderes bajo la sospecha de ideología de oposición”, cuenta El Colombiano. Es decir, según esa comisión, había personas que debían huir pues el gobierno los perseguía por pensar (ideología de oposición), no por cometer crímenes. ¿Qué dice el doctor Beristain sobre los trece que secuestraron y asesinaron en 1982 a Gloria Lara de Echeverri, ex directora nacional de la Acción Comunal, después de mantenerla durante seis meses y cinco días en infame cautiverio? En octubre de 1983 ellos salieron del país hacia cuatro países europeos. ¿Se refiere a ellos cuando habla de perseguidos por “ideología de oposición”?

En el portal de la Comisión de la Verdad, en cuatro líneas asombrosas (2), Beristain elogia discretamente la violencia como recurso para seguir vivo: “De la gente que, en medio de esa tragedia, se pasó de la UP a las Farc, todos están vivos. De los que se quedaron a luchar por la paz porque no creían en las armas, están todos muertos o en el exilio”. En claro, no en el novlangue fariano, Beristain dice: las Farc protegieron a los miembros de la UP que se fueron a disparar en sus filas y los que rechazaron la lucha armada “están todos muertos o en el exilio”. ¿Es necesario explicar por qué esa conclusión es grotesca y mentirosa?

Si la imparcialidad de Beristain es discutible, también lo son sus métodos de trabajo. La compilación de los testimonios de las víctimas “del conflicto” es hecha de forma rarísima. Esa labor transcurre en las 40 o más “Casas de la Verdad” que la Comisión de la Verdad ha construido en el país.

¿Que son las “Casas de la Verdad”?

Son viviendas erigidas en algunos municipios por la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad (CEV). Este organismo fue pactado en La Habana entre JM Santos y las Farc. En esas “casas de la verdad” les toman declaración a ciertas víctimas del conflicto, bajo el decorado cuasi esotérico que le imprime el jesuita Francisco de Roux, jefe máximo de la Comisión de la Verdad, desde mayo de 2018.

¡Qué raro todo eso! ¿Por qué no reciben esos testimonios en despachos oficiales? ¿Quién garantiza la seguridad de los declarantes? ¿Quién se hace cargo de la cadena de custodia de esos testimonios? ¿Quién impide que la interpretación tendenciosa de esos testimonios sea explotado con fines políticos? Nadie lo sabe.

Ese estilo de trabajo significa que el aparato de Estado legal, constitucional, tiende a desaparecer y es substituido por un aparato paralelo invisible o casi. El “acuerdo de paz” no es sólo un papel. Es, sobre todo, la construcción de un aparato de Estado paralelo cuya expresión más visible y aberrante es hoy la denominada “Justicia especial de paz” (JEP). Pero hay otras construcciones. Las “casas de la verdad” hacen parte de ese aparato etéreo sin respaldo constitucional.

¿Por qué la verdad de las víctimas debe pasar por el tamiz de un “comisario de la verdad” y ser enseguida el monopolio de una “comisión de la verdad”? Porque en la sociedad totalitaria, como explicó George Orwell, la verdad debe ser triturada, remodelada, lacerada para que el Big Brother estalinista pueda alterar el pasado y controlar el futuro.
No podemos dejar la verdad de las víctimas de la subversión narco-comunista en manos de un “comisario”, ni en las cajas de una “comisión”. La verdad debe ser ventilada en libertad. En lugar de manipular y sojuzgar la verdad, los países en conflicto requieren, antes que nada, tribunales de justicia que verifiquen los hechos y castiguen a los criminales.

En Colombia no tenemos, en estos momentos, quien haga ni lo uno ni lo otro. ¿Cuándo el gobierno de Duque pondrá fin a esas anomalías y podrá las cosas a marchar normalmente?

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