martes, abril 23, 2024
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FARC-santos el tahúr

Por Mayor (RA) Álvaro Martínez G.

Sólo restan menos de tres días para las elecciones presidenciales de Colombia en segunda vuelta y el mundo occidental, desde la Patagonia, pasando por Centroamérica, hasta llegar al Canadá, estará en vilo por la suerte de una de las más férreas y sólidas democracias de América. Son cerca de 1 000 millones de ciudadanos generando «energía positiva» con el objeto de derrotar el comunismo anárquico del régimen castro-madurista que tanto daño le ha hecho a Colombia con una guerra ab-zurda de 62 años que ha cobrado cerca de 250.000 víctimas entre servidores públicos, ancianos, niños, mujeres y hombres inocentes, y un daño inconmensurable a la infraestructura pública, a la propiedad privada, y al medio ambiente.

A partir del 2 de octubre del 2016, cuando se implementaron los acuerdos excesivamente generosos e indulgentes de La Habana, ha jugado un papel preponderante el expresidente Juan Manuel Santos Calderón, calificado por quienes lo conocen de cerca como un excelente Jugador de póker, egocéntrico, escéptico, egoísta y que cínicamente se autocalifica de filántropo y de defensor de los derechos humanos, porque tiene una obsesión de poder. Bien decía Carlos Lleras de la Fuente, hijo de una de las familias más importantes de la política colombiana: «Juan Manuel Santos es una rata. Es un hombre desleal, falso a más no poder, mentiroso, intrigante, y de unas calidades personales lamentables». ¡Un ser despreciable! Características corroboradas por su propio primo hermano doble, Francisco Santos Calderón. Desde los 19 años fue nombrado en la Federación Nacional de Cafeteros en 1972, fue ministro de Comercio en el gobierno de César Gaviria Trujillo en el año 1991, ministro de Hacienda de Andrés Pastrana en el año 2000 y ministro de Defensa en uno de los dos gobiernos de Álvaro Uribe Vélez Uribe, hasta el año 2010, cuando, engañando a todo el mundo se hizo elegir presidente de los colombianos. Ya posesionado se proclama como «el nuevo mejor amigo» del déspota tirano de Venezuela y siempre fue un ferviente admirador de los criminales dictadores de Cuba, Fidel y Raúl Castro.

Permeó de corrupción todo el Estado colombiano hasta las más altas cortes con su famosa «mermelada». Caímos redonditos todos los colombianos con su falaz mentira de negociar una paz verdadera y duradera con los grupos subversivos, que lo único que hizo fue otorgarles un brazo político en el Congreso y el resurgimiento de nuevas estructuras criminales armadas y mejor equipadas que hoy azotan la nación.

Les concedió a esos nefastos acuerdos un blindaje jurídico con una corte de bolsillo hecha a la medida del régimen castro-madurista, la JEP, que le ha costado a los colombianos miles y miles de millones de pesos en cuatro años, desde su implementación, calificada por los expertos en derecho como el más vulgar esperpento jurídico, imperio de la impunidad, donde acuden los más tenebrosos delincuentes, psicópatas, violadores, pedófilos, descuartizadores de niños (nacidos y por nacer), asesinos, y extorsionistas, para obtener pasaporte y patentes de corso y seguir atentando «dentro de su legalidad» contra la institucionalidad del Estado colombiano.

 «Mientras la izquierda radical narco comunista asentada en el Congreso mantenga ese concubinato perverso con la insurgencia FARC, ELN, AGC (Autodefensas Gaitanistas), JB-M 19 (Primera Línea) y las estructuras paramilitares del narcotráfico, nunca se allanarán los caminos para una paz real, verdadera y duradera».

El Pacto Histórico de Gustavo Petro Urrego no es un partido político, es un concierto para delinquir, una tenebrosa banda criminal transnacional con tentáculos en toda América, que ha captado millonadas de dólares para una campaña presidencial que día a día se les va como el «agua entre los dedos» y como dijo William Vinasco Che, «la bola va rodando y el tiempo va pasando» … Y ya no tienen tiempo ni para llorar. Están perdidos y el tiempo apremia, ellos lo saben y hay profundas divisiones al interior de su colectividad, producto de los monumentales escándalos de corrupción, infiltración de las campañas y la amenaza de convocar a un segundo estallido social peor que el del año 2020 que causó miles de muertes y enormes perjuicios económicos para el Estado y para el pueblo colombiano. El vil asesinato del Taita Jesús Antonio Montano, líder de la comunidad Misak y de los pueblos ancestrales Coconuco, Totoró, Ambaló y Quizgo, cierra con broche de «oro» toda esta barbarie y tragedia.

Hay que votar bien este 19 de junio porque se avecinan tiempos muy difíciles para la democracia: sólo con nuestro voto derrotaremos a los violentos. Si logramos bajar la abstención y convencer a los indecisos, podemos cantar victoria.

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