Caracas amaneció el 27 de noviembre de 1992 con el estruendo de aviones militares que rompían la barrera del sonido sobre la capital. Bombas, misiles y ráfagas de ametralladora marcaron una de las jornadas más violentas de la historia contemporánea venezolana. Ese día, un grupo de oficiales de la Fuerza Aérea y de la Armada se sublevó contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez, en una operación que incluyó el bombardeo a instalaciones oficiales y el ataque a aeronaves leales al Ejecutivo.
Aunque el intento fracasó, la imagen de un país dividido y con las instituciones desbordadas creó las condiciones sociales y políticas que, años después, permitirían el ascenso del teniente coronel Hugo Chávez, quien para entonces cumplía condena por su propio intento golpista nueve meses antes.
Chávez preso en Yare. El símbolo que alimentó el segundo alzamiento
Para noviembre de 1992, Hugo Chávez llevaba nueve meses recluido en la prisión militar de Yare. Había encabezado el golpe fallido del 4 de febrero, operación que no contempló bombardeos ni uso de aviación, pero que dejó claros los primeros signos de fractura dentro de las Fuerzas Armadas. Desde su celda, Chávez se convirtió rápidamente en un símbolo para sectores militares y civiles descontentos. Sus discursos y cartas circularon clandestinamente entre guarniciones y universidades, alimentando un clima de agitación.
Los oficiales que organizaron el levantamiento del 27 de noviembre, entre ellos Hernán Grüber Odremán, Luis Cabrera Aguirre y Francisco Visconti Osorio, no solo eran simpatizantes del proyecto de Chávez, sino que buscaban completar “lo que había quedado inconcluso” tras el fallido 4F. La operación no fue dirigida por Chávez, pero su figura funcionó como punto de cohesión ideológica. Su imagen, difundida repetidamente por televisión tras su famosa frase “por ahora”, había despertado expectativas de cambio que los rebeldes quisieron capitalizar.

El bombardeo. Una operación aérea sin precedentes
El levantamiento comenzó en la madrugada del 27N y se concentró especialmente en la Fuerza Aérea. A diferencia del 4F, esta operación sí contó con poder aéreo real. Aviones OV-10 Bronco y aviones de entrenamiento Tucano, ambos equipados para combate, despegaron de la Base Aérea Francisco de Miranda conocida como La Carlota y de la Base Libertador en Maracay.
Los objetivos incluyeron el Palacio de Miraflores, donde se encontraba el presidente Carlos Andrés Pérez; la sede de Venezolana de Televisión (VTV), que fue tomada por los insurgentes para transmitir comunicados; la Base Aérea de La Carlota, escenario de enfrentamientos directos entre fuerzas rebeldes y leales y otras instalaciones militares estratégicas y antenas de transmisión.
Durante varias horas, Caracas estuvo bajo fuego cruzado. Se produjeron ataques aire-tierra y combates entre aeronaves. Aviones leales al gobierno fueron alcanzados y otros derribados, mientras baterías antiaéreas intentaban repeler a los sublevados. La población civil quedó atrapada en medio de explosiones que estremecían barrios enteros, especialmente en el este de la ciudad.

La situación se tornó caótica cuando los insurgentes controlaron parcialmente la señal de televisión estatal y emitieron un comunicado en el que aseguraban que contaban con el apoyo de “la mayoría de las Fuerzas Armadas”, algo que pronto se evidenció como falso. La resistencia de unidades claves, principalmente del Ejército, terminó desequilibrando el combate.
El fracaso militar y el triunfo simbólico
Hacia la tarde del 27N, el gobierno logró recuperar los puntos estratégicos. Los líderes rebeldes huyeron o fueron capturados, y el saldo oficial incluyó decenas de muertos y heridos. Sin embargo, más allá del fracaso militar, aquella jornada dejó una huella profunda; el país que había presenciado un enfrentamiento entre militares venezolanos que no se veía desde mediados del siglo XX, y el bombardeo a la propia capital que sacudió la confianza en las instituciones.
Mientras todo esto ocurría, Chávez seguía preso en Yare, sin participación directa en la operación. No obstante, el 27N consolidó su liderazgo dentro del movimiento insurgente. Los sublevados lo mencionaron reiteradamente como “jefe moral” y, en la narrativa de oposición al gobierno de Pérez, su figura quedó asociada a la lucha contra la corrupción y la decadencia institucional.
La crisis posterior, sumada al desplome económico y al desgaste político del partido Acción Democrática, alimentó su legitimidad. En 1994, tras la elección de Rafael Caldera, Chávez fue indultado. Ese indulto, calificado años mas tarde como un error, e influenciado por la presión social y por la simpatía generada tras los sucesos de 1992; fue la llave que abrió su camino a la vida política.

Del bombardeo a Miraflores. El ascenso del chavismo
Tras recuperar su libertad, Chávez recorrió el país organizando el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 o MBR-200, que luego se transformaría en el Movimiento Quinta República. Su discurso combinaba crítica al sistema bipartidista, apelación al descontento popular y una narrativa heroica construida alrededor de las insurrecciones de 1992.
La memoria del bombardeo del 27N, aunque no dirigido por él, se integró a su relato político como evidencia de la fractura institucional que él prometía “resolver desde la vía democrática”. Las elecciones de 1998 le dieron el triunfo y, tras su muerte en 2013, Nicolás Maduro heredó el proyecto político que se autodefine como continuidad del chavismo.

Treinta años después, el 27N sigue siendo un recordatorio de la fragilidad institucional, del impacto devastador de la violencia política y del punto de inflexión que encaminó a Venezuela hacia una nueva etapa histórica como lo ha sido la era chavista.
Hoy, cuando el fantasma de nuevos bombardeos se extienden como sombra de incertidumbre en las ciudades venezolanas, ante lo que podría ser el ataque de los aviones norteamericanos sobre objetivos venezolanos y principalmente en la capital, Caracas; se recuerda que los primeros en bombardear a Venezuela, fueron los chavistas, los mismos que estarían a punto de ser despojados del poder si se concretan las amenazas del gobierno de Donald Turmp y que tiene sitiado el Caribe y despejado el cielo venezolano.








