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miércoles, abril 24, 2024
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Entre el comienzo de la transformación o la continuidad del acabose

Por: Claudia Posada

Interesante que se haya abierto el horizonte electoral. Esta vez se amplió al revivir el Nuevo Liberalismo (NL), el Partido Verde Oxígeno (PVO) y el Movimiento de Salvación Nacional (MSN). Particularmente son dos los candidatos a la Presidencia de Colombia que al presentarse en nombre de sus toldas, Íngrid Betancourt por su partido de siempre, y Enrique Gómez por el MSN,  aunque no estén  entre los más opcionados según las encuestas,  por lo menos enriquecen con sus planteamientos, las usuales corrientes políticas de los colombianos en los últimos años. Sean acogidas o no sus tesis, expuestas de acuerdo con su interpretación del país que quieren gobernar,  también son materia de reflexiones entre los ciudadanos, como garantía de oportunidades en la diferencia.

Lo mismo que el precandidato del NL, Juan Manuel Galán, marcó territorio programático al reafirmar insistentemente su interés por combatir el narcotráfico, fiel a una de las luchas  más representativas  en el trabajo político de su padre Luis Carlos Galán; igualmente por su parte la candidata Ingrid se paró firme en su desconfianza hacia las maquinarias; y para fortuna de los conservadores “alvaristas” (Aquellos leales a los propósitos de Álvaro Gómez Hurtado) Enrique Gómez retomó las banderas de su primo y creador del MSN, acogiendo los cinco principios básicos que enmarcan el movimiento que hoy representa la derecha sí, pero no de extrema, digamos más bien moderada, pero recia:

1. Acuerdo sobre la ley, 2. Acuerdo sobre la moral, 3. Acuerdo sobre la justicia, 4. Acuerdo sobre el desarrollo económico, y 5. Acuerdo sobre la ecología. Propuesta con compromisos tan precisos, quisiéramos ver en candidatos y precandidatos más bien gaseosos o volátiles  en cuanto a programas que no logran  aterrizar; posiblemente sea porque  esperan los resultados  del 13 de marzo y entonces  una vez se concreten candidaturas definitivas, saldrán los delineamientos programáticos que podremos observar en cada uno. (Aunque ya nos demostraron que una cosa son las promesas de campaña y otra con lo que nos salen ya gobernando).

Además de  Enrique Gómez (MSN) Óscar Iván Zuluaga (Centro Democrático), Ingrid Betancourt (Verde Oxígeno), Luis Gilberto Murillo (Colombia Renaciente) y Rodolfo Hernández (Liga Anticorrupción)  los otros, al fin y al cabo precandidatos inscritos en las coaliciones Centro Esperanza, Pacto Histórico, o en Equipo por Colombia, de donde se escoge el 13 de marzo uno nada más por coalición, tampoco nos han sorprendido hasta el punto de decir  “Éste es tigre que necesitamos por sus sobradas  condiciones de estadista, por el talente, la trayectoria y experiencia demostrada en la vida pública, y la personalidad inquebrantable de mandatario íntegro”. Desde luego los hay con mejores aspectos a favor que otros; con algunas fortalezas también; lo mismo que con inconvenientes que se deben sopesar juiciosamente.

El abanico se cierra un poco de acuerdo con las preferencias de los colombianos plasmadas en los tarjetones que debemos solicitar  –si nos interesa alguien de coalición-  y ojalá votemos  con criterio propio. Aunque  creamos que vamos a botar el voto, no es así, el valor de un voto es directamente proporcional a lo que valoramos nuestra conciencia ciudadana: De incalculable valor. Mejor dicho, no tiene precio si es voluntario y libre porque obedece al raciocinio honesto. Para muchos, lamentablemente, vale 30 mil, 50 mil o 100 mil pesos cuando más, los que serán pan de hoy y hambre de mañana.

Eso de  compra de votos, y maquinarias que se mueven  al interior de facciones partidistas  por cuenta de figuras ambiciosas, egoístas, e inescrupulosos  faltos de sensibilidad social, a quienes los demás colombianos les importa un pito porque su único afán es ascender, dominar y pisotear los principios consignados en la Carta magna, no tiene remedio. 

Siempre habrá ciudadanos dispuestos a vender su elección al mejor postor. Siempre habrá políticos que no tienen nada más que ofrecer a los electores que plata. Lo mismo que la corrupción, los negocios chuecos, la “mermelada” y las adjudicaciones de contratos con toda la perversidad que entrañan, compra de votos y maquinarias no se acaban con discursos. El castigo lo implanta e impone el ciudadano que no cohonesta con toda esa podredumbre.

Los medios de comunicación serios, responsables con respecto a su misión ante la sociedad; y los periodistas que saben cuál es la magnitud de su deber, investigan, divulgan e informan. A los ciudadanos nos toca poner de nuestra parte asumiendo con sano criterio y mucha sensatez, el papel que nos corresponde en un proceso electoral que puede ser  el comienzo de una buena transformación con beneficio para todos; o apuntarnos a la continuidad del acabose.

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