Con el poder en sus manos, los promotores del «Deep State» colombiano no quieren correr riesgos. Por tal razón, han decidido, al parecer, que Gustavo Petro es y será una figura rutilante en el entramado criminal que gobernará a Colombia desde el 7 de agosto, pero no quieren que se quede más tiempo del necesario. Para ellos, cuatro años de Petro serán suficientes para apuntalar el proyecto de opresión que han establecido, y, por tal razón, se requieren figuras más jóvenes que tomen el testigo en una larga carrera de destrucción y pobreza que han planeado para Colombia.
En ese escenario de relevos, hay dos figuras clave: se trata de Claudia López y de Daniel Quintero Calle. Aunque se asegura que Petro anhela que sea López la que asuma el mando en 2026, cerrándole la puerta en las narices a Daniel Quintero, otra cosa es lo que piensan los «venerables ancianos» del «Deep State».
Es evidente que César Gaviria ha puesto sus ojos, desde tiempo atrás, en Daniel Quintero Calle y solo eso basta para que trate de evitar, a toda costa, que sea un accidente en la historia política colombiana. Los planes del expresidente con Quintero vienen de tiempo atrás. Para tratar de ponerlo en «forma», lo introdujo primero en el Ministerio de las TIC, en donde trató de venderlo como un nuevo liderazgo lleno de habilidades en tecnología e innovación. De seguro, el manejo aceptable y mediocre de las redes sociales puede descrestar a un hombre análogo, pero es muy posible que Quintero se le haya vendido como el Steve Job colombiano.
Allá se dio a conocer, pero había que poner al muchacho a codearse con las élites proclives a los barbados de La Habana. Para tal fin, el lugar ideal era la campaña presidencial de Humberto de la Calle Lombana, en donde Daniel Quintero fungió como gerente, con resultados francamente paupérrimos. Como esa campaña no despegó –más bien se quemó el cohete antes de encenderlo en la plataforma–, Gaviria hizo un rápido movimiento y lo puso a medrar al lado de Petro, el verdadero caballo al que el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla le apostaban sus enormes fortunas. Ahí también fracasó Daniel Quintero, pero logró hacerse visible para ser la punta de lanza de la toma hostil de Medellín, algo indispensable en el proyecto político del nuevo socialismo del Siglo XXI.
En la campaña para la Alcaldía de Medellín, Daniel Quintero fue un muñeco de ventrílocuo, que decía lo que le decían, se paraba como le indicaban y contaba una historia lastimera, triste y generadora de compasión. Así lograron poner al mediocre como alcalde, consiguiendo, de paso, la triada comunista al llegar a la cúspide del poder local, dos representantes de la rancia izquierda y un sujeto –Quintero–, que es un manzanillo madurado artificialmente por su padrino, el expresidente Gaviria.
En concordancia con la historia de fracasos constantes de Quintero Calle, en la Alcaldía también ha fallado estruendosamente. Por tal razón, Petro, que es práctico y no quiere más desperdicios en su administración, le tiró la puerta y lo puso a hablar con un segundón. Entonces, Quintero debió recurrir a Gaviria, quien hizo lo necesario para que su «joven promesa» viajara a Europa y tratar de conseguirle un encuentro con el presidente electo, de tal manera que logren acordar algo y evaluar cómo van a operar a partir del 7 de agosto, incluyendo al inútil del alcalde de Medellín, porque lo cierto es que, aunque la imagen del «independiente» es espantosa en la capital de Antioquia, en el resto del país, los ingenuos petristas lo ven como un héroe que ha enfrentado a las oligarquías antioqueñas y muchos se identifican con sus imposturas. De algo le deberá servir el haberse alimentado con mangos mientras creaba aplicaciones en los tiempos en que no existían.
De lo que no se enterará Quintero, es que los capos del nuevo socialismo del Siglo XXI lo ven como un fusible, fácilmente reemplazable y útil para quemarlo cuando llegue el momento. Por lo pronto, el peón les sirve para defender al rey y a sus conmilitones.
