viernes, marzo 29, 2024

El infame Plan Pistola

Por Bernardo Henao Jaramillo

Hoy nos agobia la tristeza. El deber de solidaridad impone que en las circunstancias actuales rodeemos a nuestra Fuerza Pública, es indispensable cuidar a quienes nos cuidan, demostrarles nuestro reconocimiento y gratitud por la labor que cumplen. Y es que el cuerpo policial, institución crucial e indispensable para la democracia y para la protección de los derechos y las libertades de los habitantes en Colombia,  viene siendo víctima de ataques irracionales y repetitivos, reviviendo épocas de dolorosa recordación, como ocurrió a finales de los años 80, cuando el tristemente célebre narcotraficante Pablo Escobar ordenó múltiples ataques a la Fuerza Pública y, no contento con ello, ofreció dinero por la vida de los policías. Entre 1989 y 1992 murieron violentamente más de 500 de ellos y en la mayoría de los casos ni siquiera fue en operativos sino al entrar o salir de sus casas o en cualquier actividad de su vida diaria. Fue un período siniestro que ahora, lamentablemente, está de regreso por cuenta del Clan del Golfo, según informes periodísticos.

Se trata de un sangriento grupo narcotraficante, similar al del llamado «patrón del mal». Esta caterva está llevando a cabo un macabro «plan pistola» en contra de la Policía, el que ya ha cobrado la vida de al menos 36 uniformados, con un silencio sepulcral por parte de las ONG, los defensores de los derechos humanos y demás organizaciones similares. Con su criminal proceder, por completo absurdo, lo  que pretende es presionar al gobierno, hablamos del gobierno aún no entrado en funciones de Gustavo Petro, para obtener diversos beneficios, principalmente lograr una legislación que les sea más favorable que la actual y con precarias penas.

Y se ha conocido que Roy Barreras e Iván Cepeda, senadores del Pacto Histórico, se encontrarían justamente procurando complacerlos. Hablamos de un proyecto de ley que en el marco de la Paz Total preconizada por Petro daría a este y a otros grupos del crimen organizado penas de 8 años a cambio de su sometimiento.

¿Qué se puede decir al respecto? En primer lugar, es claro como el agua que la justicia confeccionada a la medida del criminal no funciona. A la vista de todos están los resultados del Proceso de Paz del gobierno Santos con su Justicia Especial que fue elaborada a la medida de las FARC, como quedó registrado por Rodrigo Echeverri más conocido entonces como Timochenko. Y es que la paz no se impone, se construye desde la única vía posible, la justicia sin atajos y sin premios a quienes han delinquido y han creado la tragedia, dejando a víctimas y a victimarios al mismo nivel.

No se ha hecho justicia. Los miembros de las Farc no solo no han sido condenados, sino que muchos de ellos gozan de privilegios, mientras que a las víctimas no se les ha resarcido. Contexto que, ante los compromisos que adquirió el entrante gobierno al celebrar el Pacto de La Picota, se mantendrá, pues no se evidencia factible que reconsidere este grave asunto. Comienza hipotecada a la mafia su gestión. Se reitera, no será posible lograr paz sin justicia y menos sacrificando a mansalva sin posibilidad de defenderse a los policías. Ese criminal proceder es la siembra de la semilla del odio, del resentimiento y de la venganza.

Grave  que se continúe por esa errada senda de otorgar beneficios al lumpen, lo que impone que los Colombianos no lo acepten y reaccionen oponiéndose por completo a esos seguros «diálogos»; un país que se dice civilizado no puede dejarse chantajear de esa forma y menos construir una política de sometimiento escrita con la sangre imborrable de los héroes caídos, sacrificados a mansalva, exclusivamente por tener la función de velar por el orden público y social. Y en ese acribillamiento de miembros de la Fuerza Pública no se ha respetado a la mujer, sin que, hasta ahora, los grupos feministas hayan rechazado el asesinato de las mujeres policías como si ellas estuviesen hechas de otro material. Dolor inmenso causa la partida temprana de las jóvenes agentes de policía Luisa Fernanda Zuleta y Leidy Sánchez Montoya.

El gobierno Duque entrega positivo balance en el enfrentamiento al clan del Golfo. Probó que militarmente es posible dar de baja a sus principales cabecillas y lo mejor de su valiente actuación fue la extradición de alias Otoniel y ahora a Juan José Valencia Zuluaga, más conocido con el alias de falcón.

Y ese el camino que se debe seguir. No se debe permitir que la cultura de «ser delincuente paga» sea la que se imponga, no, por eso debemos estar al lado de la institucionalidad, de quienes ofrendan su vida, pese a las intimidaciones y riesgos,  por una patria con verdadera democracia. Colombia entera, en torno a su bandera, se levanta y protesta por el criminal proceder  y convoca a solidarizarse con nuestras FF MM y de Policía que representan ayer, hoy y mañana la autoridad y la legitimidad del Estado, llegó la hora de que la sociedad civil en un monumental grito y actuación salgamos a defenderles. No más miedo, participemos masivamente en los plantones, velatones e impulsemos una gran marcha de protesta en su defensa, ojalá que superara aquella inolvidable del año 2008 en contra de las Farc.

Hay que mostrarle al mundo la desgracia que vive el país con ese plan demencial. El crimen no debe tener cabida en nuestra Nación y menos aún frente a las instituciones. Si el nuevo gobierno a través del perdón social, ofrecido por sus voceros durante la campaña, como por ejemplo la senadora de los 68 000 dólares o el hermano de Petro,  pretende otorgar nuevas concesiones al hampa, la sociedad civil debe movilizarse para impedirlo.

Es tiempo de reflexión y corrección. Confiemos que en estos difíciles momentos cuando se siente la desolación causada por la muerte, sin razón, de seres humanos, se pueda aplicar aquella máxima que enseñó Sócrates, el gran filósofo griego:  «Prefiero sufrir una injusticia a causarla porque si la causo me transformaré en una persona injusta». ¿Será que Petro tiene la intención de ser una persona injusta?

El video anexo registra un hermoso y sentido poema titulado «ES UN HONOR SER POLICIA».  (PT Grajales C) Escúchenlo y consérvenlo es una bella pieza literaria que registra con crudeza el sentimiento y dolor por la prematura partida del policía asesinado.

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