martes, abril 23, 2024
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El frenesí refundacional, la destrucción de la Paris del Danubio.

Por: Carlos Andrés Echavarría Blandón.

A finales del siglo XIV una pandemia tenía en jaque a toda Europa, La Peste Negra había tomado la vida entre el 30 y 60% de toda la población y no había una sola familia quien no hubiera sufrido pérdidas a causa de una bacteria que solo es posible verla bajo la lente de un microscopio.

Luego de esa tempestad, las ciudades sobrepobladas europeas dejaron de estarlo; los campos incapaces de producir la cantidad demandada de alimento cambiaron su situación; los sobrevivientes quienes destinaban gran parte de su tiempo solo a las labores para la subsistencia, con la nueva abundancia pudieron dedicarse a cosas menos importantes, pero más gratificantes para el alma, una explosión en el arte sacó a Europa del Medio Evo y la llevó al Renacimiento.

Todos los reinos comenzaron una carrera por la grandeza, los mecenas patrocinan el arte en todas sus expresiones y llega el esplendor de los grandes palacios, las majestuosas catedrales, los increíbles monumentos que incluso hoy maravillan a sus visitantes.

Luis XIV, “El rey Sol” fue el constructor de un palacio de ensueño a las afueras de Paris, Versalles, convirtiendo a la capital francesa, en el modelo a seguir en cuanto a la majestuosidad del arte urbano y desde ese momento todas las grandes capitales buscaban ese nivel de grandeza. La arquitectura dio un gran salto de calidad, dejo de ser una profesión dedicada a suplir una necesidad para convertirse en un arte.

En Rumania, la corte de los Hohenzollern-Sigmaringen crearon de su capital Bucarest, una digna copia en cuanto a la majestuosidad de la capital gala; sus grandes Palacios, sus avenidas, sus templos y mezquitas, la llevaron a ser nombrada como “La París del Danubio”, hasta que un tirano comunista consiguió destruir ese legado.  

En uno de los capítulos del libro, “La Historia Criminal del Comunismo” del historiador español, Francisco Díaz Villanueva, se presenta un particular delirio que tienen en común muchos tiranos, la destrucción de los cimientos de la civilización que acaban de conquistar con el fin de implementar una nueva verdad, un nuevo modelo y un nuevo estado. Antes del megalómano no había nada bueno y con él como pilar fundamental de la moral se llegará a la grandeza. Rumania pasó por horas muy oscuras bajo la administración del dictador comunista Nicolae Ceaucescu.

A principios de los años 70´s del siglo pasado, el comunismo europeo estaba estancado en su misma ineficiencia y burocracia. El otrora impulso de las revoluciones obreras, habían dado paso a un modelo paquidérmico en donde cualquier solicitud pasaba de mano en mano sin que nadie diera respuesta.

A diferencia de Europa, el comunismo asiático estaba en pleno vigor, Mao Zedong hacia grandes manifestaciones en China y Kim Il Sung hacía alarde de las bondades de vivir en su Corea del Norte, las cuales evidenció Ceaucescu en su visita en junio de 1971, “De todas las maravillas que el dictador contempló en su gira, la que más hondo le llegó fue el Juche

El Juche consistía en una adaptación del marxismo a las condiciones locales, de esa forma, no se veía como una introducción de una política extranjera, sino un modelo propio que fuera de fácil comprensión para los habitantes. Por esa razón es necesario la creación de acontecimientos o hitos que produzcan un efecto nacionalista entre las masas. Por ejemplo, en la mitología norcoreana el hijo mayor de Kim Il Sung, Kim Jung-Il, era un semidios que al nacer dos arcoíris le dieron la bienvenida y que apareció una nueva estrella en el firmamento como recordatorio del acontecimiento, (versión tomada de la biografía oficial de Kim Jung-Il)

Ceaucescu, gran propagandista, necesitaba aplicar medidas que le permitieran trascender a su vida terrenal, es así como ideó un plan al cual llamó Sistematizarea el cual “pretendía rediseñar el país conforme a unas normas racionales y científicas para alcanzar el soñado desarrollo económico”. Un sueño parecido al de Maximiliano Robespierre durante la revolución francesa cuando cambió el calendario por una semana de 10 días y un año con 10 meses y así abolir cualquier rezago de religión y de historia. La idea de Nicolau consistía fundamentalmente en dos puntos, “El primero era acabar con los pueblos pequeños cuya existencia, en palabras del líder, era algo irracional. El segundo era reordenar urbanísticamente las grandes ciudades, borrando todo resto del pasado

Los pueblos con menos de 1.000 habitantes fueron el objetivo, combatir esa “irracionalidad” era lo primordial, por lo tanto, comenzaron los traslados forzosos de sus habitantes a complejos habitacionales en ciudades de mayor tamaño. El principal problema era que los habitantes de esos pueblos se dedicaban a la agricultura, en la mayoría de los casos, una agricultura de supervivencia con parcelas que solo alimentaban a las familias propietarias, sin otro medio de subsistencia, los nuevos habitantes de las ciudades comenzaron a sentir hambre.

Todo tirano es incongruente en la administración de justicia; el pueblo natal de Ceaucescu, Scornicesti, con una población de menos de 1.000 habitantes, debería desaparecer según el plan, pero en vez de eso, se dio la orden de nivelar el terreno y destruir todas las edificaciones a excepción de una, la casa natal del dictador “un caserón de madera con tejado a dos aguas que era venerado por todos los vecinos de la comarca y que la propaganda del régimen utilizaba a menudo para remarcar el origen humilde y campesino del máximo dirigente”. Se construyeron alrededor complejos habitacionales y se ordenó a varias fábricas a trasladar sus operaciones hacia ese nuevo modelo de ciudad; de ese modo ya era posible movilizar a las personas de otros pueblos que el bulldozer hacia desaparecer; además, construyó un estadio para 30.000 personas y creó un nuevo equipo de fútbol profesional con base en Scornicesti, ahora ya no era más un pueblo, era una ciudad “próspera” por orden del camarada.

El plan avanzaba al ritmo deseado, pero el 4 de marzo de 1977, un fuerte terremoto sacudió a Bucarest con un saldo de 1.500 víctimas y muchas edificaciones comprometidas. Es allí donde el dictador vio su oportunidad para comenzar con el segundo objetivo, “buena parte del casco histórico de la capital estaba afectado por el sismo, lo mejor sería terminar el trabajo que la naturaleza había dejado a medias y reconstruir encima de las ruinas la nueva Bucarest

Un aspecto en común que tienen los líderes tiranos comunistas, es el odio hacia las clases privilegiadas otrora gobernantes; un sentimiento mucho más afianzado en un dictador que había nacido en un pueblo muy pequeño y humilde, quien miraba la opulencia de la capital como una bofetada a su orgullo. Es por eso que durante su permanencia en el poder era común escuchar expresiones como: “las fuerzas proletarias aliadas con campesinos y los intelectuales habían alcanzado sorprendentes logros frente a los palacios construidos por la burguesía y los latifundistas a costa de la explotación de las masas”, y con la excusa del terremoto actuó rápidamente “Suprimió la oficina estatal de patrimonio y reunió un comité de 400 urbanistas para rehacer el centro de la ciudad al antojo del sabio conductor de la nación. Ellos estaban ahí para dibujar, él para pensar”. La Paris del Danubio con sus grandes palacios y joyas arquitectónicas, estaba condenada.

Lo primero que pensó fue levantar un gigantesco palacio que ocuparía lo que había sido durante siglos el corazón de Bucarest. De este palacio saldría una avenida monumental al estilo de los Campos Elíseos parisinos flanqueada por modernos edificios de estilo soviético” Los rumanos iban a cambiar los palacios de los monarcas del pasado, por un palacio para el monarca actual, eso sin contar con la pésima calidad en la expresión artística propia del comunismo, debido a que bajo ese régimen se repudia cualquier tipo de ostentación. Dentro de la igualdad comunista, unos son más iguales que otros y mientras los ciudadanos de a pie son obligados a vivir en cubículos iguales y sin lujo de 4 x 4, los líderes pueden construirse palacios.

En 1984 comenzó la demolición, el plan de Ceaucescu contemplaba “limpiar” un área de 8 kilómetros cuadrados -equivalente a 1.100 campos de fútbol- en pleno corazón de Bucarest, “veinte iglesias, tres monasterios, tres sinagogas, tres hospitales, dos teatros y un estadio pasaron a mejor vida. Junto a ellas infinidad de edificios en los que vivían 30 000 personas” Una salvajada que incluso llevó a quejarse a otros líderes comunistas, como el representante del gobierno Húngaro y el representante de Alemania Oriental, pero no había eco en sus denuncias, Nicolau solo respondió dando la orden de salvar a 8 iglesias de estilo bizantino, pero no las quería dentro de su sueño, así que ordenó que fueran trasladadas en trenes por fuera del complejo y eso lo presentó como un gran logro de la ingeniería comunista.

Durante la destrucción de la ciudad, los rumanos a escondidas acuñaron un nuevo término para el desastre que presenciaban, Ceaushima, como la contracción de Ceaucescu e Hiroshima, lastima para ellos, que la destrucción no se dio como consecuencia de una bomba en medio de la guerra, la destrucción era por un dictador que ellos mismos habían llevado al poder en 1967 gracias a su meteórico ascenso dentro de la estructura del partido comunista.

El Palacio del Pueblo, terminado en 1987, está enmarcado dentro del complejo denominado Centro Cívico, el cual quedó como el punto de referencia en donde se había destruido la memoria histórica de Bucarest. Ubicado sobre la colina Spirri, con sus 86 metros de altura, 92 metros de profundidad, 1.100 habitaciones y más de 340.000 m2, es el edificio administrativo civil más grande del mundo, obra cumbre del tirano, el “monte olimpo” en donde era dueño y señor de la vida de todas las personas de Rumania.

En 1989 las políticas democratizadoras de Mijail Gorbachov, produjeron que se retirara el apoyo de la URSS a las dictaduras de Europa Oriental. Ante éste nuevo panorama, los ciudadanos de Rumania comienzan un leve levantamiento en contra del tirano y llegaron a la osadía de abuchearlo durante un discurso en donde dejaba claro que su régimen no iba a modificar ninguna política existente; ante los abucheo, Ceaucescu ordenó disparar a los manifestantes, lo que produjo una indignación nacional a la cual se adhirieron miembros de ejercito dando como resultado una revolución armada que terminó con la captura y posterior ejecución del tirano y su esposa Elena.

El libro, “La Historia Criminal del Comunismo”, el cual está disponible en Amazon y en otras plataformas y librerías, es de obligatoria lectura para las personas que desean conocer los actos más escalofriantes que se realizaron alrededor del mundo en los países en donde calaron las ideas de Karl Marx y que los hoy militantes quieren esconder.

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