jueves, abril 18, 2024
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El enredo de la nueva minagricultura

Por Álvaro Ramírez González

Confusa, muy enredada, la política agraria del gobierno Petro. Los anuncios de la ministra Cecilia López, en vez de clarificar el panorama, lo oscurecen cada vez más. «Este es otro país», es la afirmación que esgrime doña Cecilia cada que se ve arrinconada por los argumentos y las preguntas que no puede responder.

En primer lugar, hay un error craso en su presupuesto. La seguridad alimentaria del país no está en manos del minifundio. Esa es una afirmación tan irresponsable como falsa. O sea que crear más minifundios, no va a hacer más productivo el campo. En segundo término, es claro que será la expropiación de algunas tierras y su repartición en parcelas, la bandera política pero agrícolamente inútil del gobierno Petro. Coincido con ella en qué hay que volver más productivo el campo.

¿Cómo hacerlo? Créditos muy fáciles y baratos; seguros para cosechas muy baratos. Créditos no reembolsables para algunos campesinos y cultivos. Distritos de riego, pues la agricultura definitivamente es dependiente del agua. Hay zonas de tierras muy ricas en el país, con carencia de fuentes de agua. Allí los veranos limitan drásticamente la productividad de esas tierras. Son esas tierras donde se hace ganadería. Reservorios de agua o lagos que se llenan en invierno, permiten la ganadería. Pero nunca la agricultura.

Igualmente se requiere agricultura por contrato, pues este plan del anterior gobierno, que conecta al productor con el consumidor final de su producto, eliminando los intermediarios inútiles, hay que fortalecerlo. Son esos intermediarios que aportan muy poco en la cadena productiva y se ganan en horas, mucho más que el agricultor en meses.

Las cooperativas, instrumento que ha sido muy útil y productivo donde no se las roban. Unas cooperativas agrarias con una misión clara y buen manejo es la redención de los pequeños agricultores. Los Kibutz y los Moshav en Israel son en esencia cooperativas. Allí funcionan muy bien, tienen índices de productividad sobresalientes y un manejo impecable y empresarial con reglas cooperativas.

En un país de regiones y de culturas diversas, son muchos los caminos para mejorar la productividad. Y casi todos producen magníficos resultados si se aplican bien. Lo que sí es un fracaso ensayado ya varias veces y garantizado es comprar una tierra y repartirla en parcelas. Esas «reformas agrarias» han sido un fracaso todas.

Un campesino necesita además de la parcela, un plan de trabajo bien hecho y asistido permanentemente, semillas, abonos, matamalezas, fuente de agua permanente, maquinaria y herramientas; vías de acceso y compradores para su producto. Y el Estado no es capaz de proporcionar esos ingredientes. Es político, corrompido, lento, torpe, ineficiente, y pésimo gerente.

Entonces ministra, ponga el GPS, en la dirección correcta y deje de «bambuquear». Quitarle la finca a un rico, para repartirla en cien pobres, no es el camino correcto. Porque la tierra es apenas un ingrediente de la agricultura. Un ingrediente que sin los demás, no sirve para nada. Y los demás, escapan del control del gobierno.

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