miércoles, abril 24, 2024
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El dolor de una infancia perdida, testimonios de la Corporación Rosa Blanca (Parte 3)

La Corporación Rosa Blanca, aquella que reúne a las mujeres víctimas de las FARC, que fueron reclutadas de manera forzosa por el grupo guerrillero y que sufrieron todo tipo de maltratos, violaciones y ultrajes al interior de las filas, escribieron un libro con algunos de los testimonios de las víctimas, algunos de ellos será reproducidos por IFMNOTICIAS.COM para que no queden en el olvido al que la Comisión de la «verdad» ha intentado someter estas mujeres.

La desgarradora narración muestra la crudeza de la realidad que vivieron estas mujeres siendo solamente unas niñas. Ellas que ahora se esfuerzan por sanar sus heridas mientras sus victimarios se sientan a ser adalides de la «ética», de «la verdad» en el Congreso con sueldos pagados por todos los colombianos, desconociendo que los delitos contra los niños son delitos de Lesa Humanidad penalizados por el Derecho Internacional Humanitario.

Andrea

Tenía dieciséis años cuando un día llegaron seis hombres de civil, con armas cortas, a la finca donde vivía con mi padrastro y mi mamá, a proponerme que me fuera con ellos, que allá iba a estar bien, que no me iba a hacer falta nada; pero yo les respondí que no, porque mi vida era muy tranquila.

Pese a mi negativa, me cogieron a la fuerza llevándome como tres horas a pie, por carretera hacia una loma, hasta que llegamos a un campamento donde había como veintiséis personas. Entre ellas, estaban varias niñas y niños, menores de edad entre
los catorce y dieciséis años aproximadamente. En ese momento, me enteré que había llegado al Frente 25 de las FARC, que quedaba ubicado por los lados del municipio de Dolores (Tolima).

Al siguiente día de mi llegada, me llamaron en la mañana y me dijeron que tenía que planificar, pero como me negué, el enfermero me obligó a aplicarme la inyección, porque para ellos era incumplimiento de una orden.

Pasó el tiempo y un año después de estar internada allá, tuve un compañero sentimental del cual quedé embarazada, pero solo me di cuenta hasta que tuve dos meses y tres semanas.

A partir del momento en el que se enteraron, me llevaron a una casa donde estaba alias Kennedy, quien me aplicó una inyección en la columna que me durmió de la cintura para abajo, obligándome a ver el procedimiento…Para mí, recordar ese momento es un dilema muy duro, porque tengo muchas pesadillas y hasta el día de hoy, considero que aún no me he podido recuperar de esa experiencia.

Después de un mes de ese procedimiento, me volvieron a llevar al campamento a trabajar y a caminar largas horas. En el Frente 25 de las FARC estuve durante cuatro años, hasta
que me trasladaron a otra columna guerrillera, a cargo de los comandantes alias El Abuelo y alias Alirio Chicharrón, quienes nos mandaron para reforzar los frentes de la zona. Como yo me desempeñaba como enfermera, me correspondía auxiliar enfermos y heridos, hasta cuando me trasladaron a otro Frente, y a partir de ese momento me separaron de mi compañero sin consultarme.

Dos años después, por orden de alias Alirio Chicharrón me enviaron a hacer un curso de inteligencia en la Escuela Militar Hernán Murillo Toro en donde estuve hasta finales del año 2004.

Después no quise regresarme de nuevo al campamento porque ya no me sentía bien allá y además porque en esa época, había conocido a mi segundo compañero sentimental de quien quedé nuevamente en embarazo.

A pesar de mi intención de no volver, me hicieron regresar al campamento y como me empezaron a dar vómitos por el embarazo, al darse cuenta, alias El Abuelo me mandó a hacer un examen a la casa de una señora que llamaban alias La Perilla, quien me dio un bebedizo y con eso me mataron al bebé.

Cuando a mí me hicieron el segundo aborto yo quedé inconsciente; les tocó sacarme a las cuatro de la mañana para el hospital de Planadas, pero como no me recibieron por urgencias les tocó trasladarme a una droguería donde una señora llamada Cielo. Ella me sacó el bebé porque ya llevaba horas que estaba muerto. Después de eso, me trasladaron nuevamente a la primera casa donde estuve diez días hasta que me regresaron nuevamente al campamento.

Como consecuencia de ese segundo aborto las piernas ya no me respondían para seguir caminando como antes, entonces un guerrillero al verme caminar con dificultad me preguntó ¿qué tiene?, y yo le respondí que estaba desmoralizada, que quería irme a la casa porque estaba llorando mucho, me sentía mal y ya las piernas no me respondían.

De ahí, el guerrillero que había hablado conmigo se comunicó con el Comando Conjunto Central y decidieron enviarme al Frente 21 de las FARC para que, por medio de ellos, me sacaran a la ciudad Bogotá para hacerme unos exámenes, pero la realidad fue otra porque duré un año en ese Frente por la región de San José de las Hermosas donde no me llevaron al médico.

En ese Frente conocí a alias Victoria Sandino porque ella era la encargada de hacer los papeles para que yo saliera al médico, pero nunca los hizo porque decía que como yo era un traslado no pertenecía directamente al Frente 21 y por esa razón debía esperar y no tenía prioridad.

Logré salir de esa pesadilla en el mes de diciembre de ese año, porque hicieron un operativo y a mí me dejaron en una casa de unos señores de tercera edad, ya que no podía correr ni caminar bien. Pero apenas tuve la oportunidad, con las fuerzas que me
quedaron, salí y me contacté con mi mamá a finales de 2005.

Ese año nuevo ella llegó hasta donde yo estaba, me recogió y me llevó a Bogotá para ayudarme a desmovilizarme finalmente. Llegué a las oficinas del Ministerio de Defensa y a partir de ahí pasé por los albergues del programa del gobierno nacional.

El 4 de abril, a los cuatro meses de haberme acogido al programa de desmovilización, me capturan. Entrar a la cárcel, fue para mí una experiencia horrible, porque yo no me esperaba tanto tiempo encerrada, entonces era como vivir un caos, porque pasar de la montaña y encontrarme encerrada entre cuatro paredes, para mí ver a mi familia y a mi hermano llegar a visitarme a una cárcel, fue muy duro.

Este proceso duró once años, en los cuales estuve privada de la libertad hasta que decidí acogerme a la Ley de Justicia y Paz en el año 2010.

Salí en libertad en junio de 2017 por la ley 1820 en el marco del acuerdo firmado por el gobierno nacional con las FARC en La Habana.

A mi salida de la cárcel me encuentro con una realidad muy diferente después de once años encerrada y salir de nuevo a la vida civil, puesto que no tenía conocimiento de nada de lo que había afuera.

Ha sido muy complicada mi estadía en la vida civil, porque ha sido como empezar desde cero: no tengo oportunidades de trabajo porque mis documentos están reportados y en términos de salud, a raíz del segundo aborto que me hicieron yo quedé muy enferma y hemos buscado salir adelante con mi mamá a pesar de las adversidades.

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