viernes, abril 19, 2024

El capo del piso 12

Por María Clara Gómez

Corría la década de los ochenta y el país y particularmente Medellín se veían amenazados por el actuar criminal de los carteles narcotraficantes que mediante el asesinato selectivo de funcionarios públicos, periodistas, policías y miembros de bandas contrarias, sembraban el terror en la ciudad llevando a muchos de sus habitantes a perder la esperanza y asumir que los designios del “Patrón”, como solían denominarlo su cercanos colaboradores, debían de cumplirse sin discusión alguna. Para bien de la capital antioqueña, Escobar cayó abatido en el techo de la casa donde se escondía el 2 de diciembre de 1993.

Hoy el país se ve amenazado nuevamente, ya no bajo la figura de los carteles de la droga como los conocimos en aquella época, sino por el actuar criminal de los actores de izquierda tanto de aquellos que se hacen llamar “moderados” o tal y como se autodenominan de acuerdo con su perversa narrativa “los progres” que bien pueden catalogarse como los amos y señores de la corrupción pública, así como por las estructuras terroristas de la izquierda radical, aquella que no puede esconder sus nexos con carteles y mafias de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, México, Cuba, y que se extienden a países como Irán, Rusia, China y Corea del Norte, entre otros, los cuales no solo afectan la estabilidad de la región sino que se han encargado de desangrarlos, han destruido la aplicación de la justicia garantizando impunidad para sus crímenes, han minado la confianza en las instituciones y bajo su maquiavélico actuar, promueven el caos, la anarquía y la destrucción, así como difunden discursos cargados de resentimiento y de mediocridad, en tanto no alcanzan el poder que los ciudadanos les niegan en las urnas.

En los años ochenta Medellín, Cali y Bogotá eran el centro de la guerra de los carteles de la droga. Hoy, estas mismas ciudades, a las cuales es necesario sumar Cartagena, están en manos de capos de izquierda, mandamases que como perfectos gamonales pretenden imponer sus decisiones a los ciudadanos mediante actos administrativos producto de la improvisación, la soberbia y la necesidad de ocultar las verdaderas intenciones de sus decisiones.

En el piso doce de la Alcaldía de Medellín tenemos uno de estos capos: el Capo del Piso 12. Si bien no puede llamársele el patrón, perfectamente le aplica el adjetivo de “El PATÁN”, sujeto soberbio, inepto, mentiroso, sin escrúpulos, cuya familia, tal y como lo fue la de Escobar, actúa como clan para garantizar no solo el manejo del presupuesto de la ciudad del cual hacen uso como si fuera dinero de su propio bolsillo, despilfarrándolo en fiestas para su círculo de vándalos –igual que lo hacía Escobar-, sino también para mantener sus estructuras de sicariato virtual (las conocidas bodegas) cuyas redes señalan y acusan buscando generar intimidación a quienes a través de perfiles de Twitter, Facebook o Instagram, cuestionan la calidad, coherencia y efectividad de las decisiones del capo mayor; presupuesto que le sirve para comprar conciencias no solo de periodistas y medios, sino también ahogar y buscar la desaparición, mediante el control de la pauta oficial, de cualquier espacio que ose señalar los errores y el desacierto permanente de su gestión.

Aunque en la década de los ochenta no existían estos medios digitales, Escobar pretendía mediante gatilleros en moto controlar el libre desplazamiento de los ciudadanos. Hoy, el capo del piso doce pretende controlar a las personas mediante los “perfilamientos” a medios y opositores políticos (pagados con recursos públicos) y el uso de plataformas como “Medellín me cuida” donde obligó a consignar los datos personales y cuyo efectividad no ha podido ser probada para el control del COVID 19 y sí, por el contrario, ha generado innumerables cuestionamientos acerca del uso y depositarios final de información sensible de ciudadanos y empresas. A ello puede sumarse el sospechoso actuar de individuos que con armas de fuego intimidan a quienes promueven la revocatoria de este alcalde, lo cual si bien no puede afirmarse sea obra directa de él, sí genera sospechas en tanto ataca a quienes están en su contra razón por la cual los ciudadanos sienten la mano invisible de este nefasto individuo.

Actualmente Medellín vive un caos similar al que la cubrió en los ochenta. El deterioro de la infraestructura, la acumulación de basuras en puntos estratégicos de la ciudad, el despilfarro de los recursos en contrataciones sin resultados como la de la Clínica Saludcoop, en deterioro de los servicios de la red pública de atención en salud, la falta de transparencia en la información y la rendición de cuentas (hoy día no sabemos el uso de los recursos captados en la “Donatón” del año 2020, por ejemplo), la inseguridad creciente, el desmedro en programas vitales para la atención de niños como “Buen Comienzo” y de los adultos mayores, así como una lista interminable de desaciertos institucionales y escándalos de corrupción llenan de indignación y rabia a sus habitantes, todo ello gracias a la arrogancia de “El PATÁN”, la ineptitud de sus secretarios y directivos, en su gran mayoría provenientes de otras regiones y con claro desconocimiento de la ciudad y sus necesidades, con hojas de vida y desempeño público objeto de cuestionamientos tanto en idoneidad como en capacidad técnica (vale recordar la situación de los gerentes de EPM y su filial Afinia) y que remató con la humillación por su cultura y tradiciones dando una estocada de burdo desprecio a los silleteros en la fiesta más icónica del departamento, deben llevar a la actuación decidida sus ciudadanos para firmar las planillas de la revocatoria al capo del piso doce.

Evidentemente no esperamos que caiga abatido en el piso 12 de la Alpujarra y por el contrario si esperamos que caiga en las urnas y que, a diferencia de Escobar con su remedo de cárcel de “La Catedral”, pase un muy largo tiempo tras las rejas pagando condena gracias a las investigaciones y fallos por las innumerables denuncias de corrupción que ya la ciudad conoce a las que se suman las de acosos sexual, mismas que también pretendió ocultar mediante la intimidación a sus denunciantes.

Ese y solo ese debe ser el futuro de “El PATÁN”, este capo de mala muerte que con sus compinches de izquierda quieren llevar a la destrucción y la quiebra a nuestra ciudad y que deber terminar como lo debe hacer todo capo criminal: tras las rejas.

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