viernes, marzo 29, 2024
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El cambio climático incide en la pobreza y la desigualdad

Todos creemos saber sobre la emergencia climática y ambiental, pero lamentablemente no es así; ojalá supiéramos al menos, con claridad, en dónde están las causas y la responsabilidad que nos toca.

Por Claudia Posada

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A propósito del Día de la Tierra, y todo lo que esta fecha significa para el planeta que habitamos, se me hace interesante retomar reflexiones o planteamientos expuestos por Alicia Bárcena Ibarra,  bióloga mejicana, quien fuera hasta hace más o menos dos meses y por cerca de 14 años, la Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo de Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile.​ Además en éste, ocupó antes el cargo de Secretaria Ejecutiva Adjunta y Directora de la División de Medio Ambiente y Asentamientos Humanos.

Siendo autoridad en lo que respecta a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (aprobada en 2015) y sus objetivos (ODS), Bárcena Ibarra tiene muchísimos conocimientos para divulgar; entre otras, porque fue Coordinadora del Programa de Desarrollo Sostenible de América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y Coordinadora del Proyecto Ciudadanía Ambiental del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Todos creemos saber sobre la emergencia climática y ambiental, pero lamentablemente no es así; ojalá supiéramos al menos, con claridad, en dónde están las causas  y la responsabilidad que nos toca.  En alguno de los documentos más recientes de la CEPAL, con la firma de Alicia Bárcena, se lee: “El sendero actual de desarrollo ha llegado a un punto que ha puesto en riesgo la sobrevivencia del sistema ecológico que lo sustenta. Los mercados son incapaces de internalizar los costos ambientales, por lo que endógenamente reproducen un patrón insostenible de crecimiento. Los ecosistemas y la biodiversidad se están reduciendo a velocidades alarmantes y ya hay más de un millón de especies en proceso de extinción (IPBES, 2019)”.

En este punto los colombianos nos preguntamos cuáles son esos grandes proyectos de los rutilantes  legisladores que  dicen representarnos a los ciudadanos de a pie, dizque en materia ambiental, si ocupan muchísimo del tiempo de trabajo legislativo, en refinar estrategias que nada tienen que ver con sus deberes, o engrasando las maquinarias para sus próximas aspiraciones regionales. En vez de impulsar y sacar delante, por ejemplo, fuertes sanciones para los que  infringen la reglamentación que busca proteger nuestra biodiversidad, y especialmente a especies de animales que enfrentan  amenazas para sobrevivir en medio de la destrucción de su habitad por lo irracionales que somos en ciertas actividades que desestabiliza catastróficamente el equilibrio ecológico.

El mismo documento de la CEPAL que retomo también señala: “El actual patrón de producción y de consumo basado en la quema de combustibles fósiles ha provocado que las concentraciones de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera aumenten de forma continua. En 2020, alcanzaron las 415 partes por millón (véase el gráfico I.5A), un nivel sin precedente en los últimos 800.000 años y posiblemente en los últimos 3 millones de años (Willeit y otros, 2019). A pesar de la caída de las emisiones de CO2 causada por la pandemia, las emisiones a nivel global se encuentran aún en una senda que redundaría en un aumento de la temperatura media mundial superior a 3 °C durante este siglo, muy por encima de la meta del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura a un valor muy inferior a 2 °C y de la meta más ambiciosa de que ese aumento sea menor que 1,5 °C (PNUMA, 2020)”.

Las alarmas suenan. Tenemos pronunciamientos de científicos y expertos del mundo entero que dan cuenta de lo que todavía se puede hacer; mientras nosotros apenas sí pronunciamos cualquier lamento  trivial. Por fortuna hoy observamos más jóvenes y niños queriendo averiguar sobre el futuro de la Tierra, y qué tal que no, es por ellos precisamente por quienes deberíamos preocuparnos seriamente.

Al leer el siguiente párrafo -y claro está, en plena campaña por la presidencia de Colombia- pensamientos expectantes con miras a quién es el mejor candidato desde el sentir ambientalista, apuntan a tener presente,  y analizar las fórmulas en las que se juntan formación, conocimientos demostrados, trayectoria específica, y sobre todo empatía plena con relación a los  contenidos consignados en los acuerdos internacionales: “Los cambios observados suponen un riesgo para la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Los efectos que el cambio climático conlleva inciden sobre el rendimiento de los cultivos y la disponibilidad de recursos hídricos y someten a la sociedad a extremos climáticos, tales como ondas de calor, sequías, tormentas extremas o inundaciones. Por otro lado, tienen consecuencias sustanciales en los ecosistemas marinos y terrestres. “(…) medidas que apuntan a aumentar la resiliencia de las comunidades, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a través del uso de energías renovables, proteger los bosques y modificar los patrones de producción y de consumo”

Por mi parte tengo clarísimo que prefiero políticos enterados a fondo de la situación ambiental en el mundo, mas no a los aliados con los insensibles que se niegan a modificar patrones de producción, y etiquetan de comunistas a quienes mencionan que ““Los cambios observados suponen un riesgo para la lucha contra la pobreza y la desigualdad”.

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