viernes, marzo 29, 2024
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El buen gobernante

Por Diego Arango O. 

Muchas veces he pensado en qué es ser un buen gobernante para un pueblo. Esta apreciación nos lleva a sacar conclusiones conforme a nuestros deseos, al nivel cultural y a las circunstancias de cada quien. No todos tenemos las mismas motivaciones ni apreciamos lo mismo. He tratado de hacer una media regular de lo que podría ser un buen gobernante y comienzo diciendo que lo encierro en una sola palabra: Coherencia. Sí, en que el gobernante haga lo que dice y lo que piensa; luego otras características como la honestidad integral, pues no solamente se trata de que él no se apropie de los dineros públicos, ni que abuse del poder que se le ha entregado, si no, en no permitir que sus subalternos lo hagan.

Un buen gobernante es justo, equitativo y se ocupa de todos por igual, pero da preferencia a los más necesitados. Hace más de lo que habla y lo hace bien. Piensa en todos y asume responsabilidades por encima de cualquier circunstancia; toma decisiones acertadas, trata de equivocarse lo menos posible, sabe consultar y escuchar, no inventa, analiza las consecuencias para bien o para mal y piensa antes de hablar.

Para un país es indispensable un buen gobernante, porque impulsa el desarrollo, avanza culturalmente a su pueblo y genera un mejor clima de confianza y convivencia. Un buen gobernante está más allá de apetitos personales, de afán de poder y desde luego de la codicia. Da oportunidad a todos por igual, aprecia el esfuerzo de la gente y los recompensa. Respeta a sus adversarios y toma lo mejor de ellos.

Un buen gobernante planifica y no improvisa porque sabe que sus decisiones afectarán a sus gobernados y que los recursos que dispone son del pueblo y deben de estar orientados a sus necesidades. Un buen gobernante habla siempre de cara a la verdad, mirando a los ojos, sin sofismas, no miente ni engaña, prefiere asumir las responsabilidades así no sea de agrado para algunos. Un buen gobernante no se deja influir por persona alguna que pretenda beneficiarse a través de él.

Para los colombianos votar bien significa avanzar culturalmente, ser críticos y analíticos en la selección del gobernante, no dejarse llevar por las emociones, el espectáculo, la parafernalia o los rumores, ni por la publicidad electoral o falsas informaciones tendenciosas, por cierto muy de moda en este siglo de las comunicaciones, mucho menos por la prebenda personal; por eso debemos ser conscientes de nuestra elección, porque de la madurez con que asumamos nuestra decisión, depende nuestro futuro y el de las generaciones posteriores, recordemos que el futuro se construye con las acciones del presente, pues cuatro años de mal gobierno es un infierno para el país, en cambio sí acertamos será una bendición de progreso y bienestar.

Esta reflexión queda para aquellos que votaron por el actual mandatario de los colombianos, bien vale la pena analizar si cumple con estas condiciones. ¡Sólo cada quién lo sabe!

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