miércoles, abril 24, 2024
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El bombero Ocampo intenta controlar el incendio sin resultados

Por Carlos Andrés Echavarría Blandón

Nuevamente sale a los medios de comunicación el ministro de hacienda José Ocampo, tratando de dar un parte de tranquilidad a los mercados para que el dólar no continúe su escalada alcista que tiene a la divisa americana en máximos históricos. ¿Qué dijo exactamente el ministro? Y, ¿su mensaje tendrá el efecto esperado? En Contexto daremos respuesta a esas preguntas.

En lo corrido del año en curso, la devaluación del peso colombiano ha sido del 19.16 %, que la ubica entre las monedas más devaluadas del mundo. Ante el riesgo fiscal que se obtiene con ese fortalecimiento del dólar, el ministro de Hacienda sale a “apagar los incendios” que generan las declaraciones del presidente de la República Gustavo Petro y de los demás miembros del gabinete, que impulsan la tendencia alcista de la divisa americana, que para el día 20 de octubre tiene una tasa representativa de $ 4.815,09, máximo valor en la historia.

En reunión sostenida el pasado viernes en la ciudad de Washington, el ministro Ocampo intentó calmar a los inversionistas explicándoles que el país no va a seguir los pasos de las economías como la argentina y la venezolana. En palabras del ministro: «vamos a tener una política macroeconómica responsable, vamos a cumplir la regla fiscal».

Normalmente el presupuesto general de la nación que realizan los ministros de hacienda en Colombia tiene unas expectativas muy altas en los recaudos, por esa razón, al final se presentan déficits que deben ser cubiertos con nueva deuda, bien sea representada en bonos del Estado o en productos financieros adquiridos con la banca nacional o internacional. Ese faltante hace que se incumpla la regla fiscal de recaudar al menos lo mismo que lo que se gasta. Todo indica que el ministro Ocampo ya incumplió esa primera frase, debido a que el día de ayer se aprobó en el Congreso de la República el presupuesto general de la nación para el año 2023, el más elevado en la historia del país, el cual pasó de 350,4 billones del año en curso, a 405.6 billones. Un incremento de 50,6 billones, sin tener aún aprobada la reforma tributaria que desea aumentar la recaudación mediante la creación de nuevos impuestos. 

La reforma tributaria que aún está en trámite en el Congreso tiene como objetivo máximo la recaudación adicional del 50 % de ese salto en el presupuesto. ¿El otro 50 % de dónde saldrá? Considera el ministro que los otros 25 billones serán obtenidos mediante el incremento natural que ocurre en el país por el ajuste del salario mínimo, debido a que la mayoría de costos fiscales nacionales están adheridos al mismo, pero aun así, quedaría corto en al menos siete u ocho billones, que tendrían que ser cubiertos con la nueva adquisición de deuda y en un país en donde se transita en máximos históricos de deuda externa, por encima de los 170 mil millones de dólares, alerta a los mercados sobre la real posibilidad de impago, lo que lleva a que las tasas de interés que se cobren sobre esos nuevos empréstitos sean muy elevadas.

Sigue el ministro Ocampo: «no va a haber control de cambios». Un miedo latente de todos los inversionistas a nivel global, es que el gobierno decrete medidas que destruyan la tasación de la divisa norteamericana por fuera del libre mercado, como lo hacen los países socialistas como Venezuela, Argentina o Cuba. En ellos, el gobierno decreta cuanto es la tasa de cambio de su moneda respecto al dólar, destruyendo la cadena de suministros del país y generando desabastecimiento de productos básicos de la canasta familiar. El comercio internacional se realiza en monedas fuertes como el dólar, el yen o el yuan, pero, cuando debe ser un gobierno quien realice la convertibilidad y al mismo tiempo determine el valor a recibir por parte de los importadores o exportadores del país, siempre desemboca en una catástrofe.

Para poner un ejemplo, en Argentina existen 40 tipos de cambio oficial del dólar respecto al peso argentino, en donde se tiene un precio para el exportador, otro para el importador, otro para el mayorista, otro para el minorista, otro para el ciudadano que quiere viajar, otro para el ciudadano que llega de viaje, etc., destruyendo por completo el esquema de valor de la moneda local. Por esa y otras tantas razones, el argentino desprecia su moneda y de facto está dolarizando la economía, lo que se convierte en un círculo vicioso, debido a que los argentinos al momento de recibir pesos inmediatamente salen de ellos, creando presión en la inflación, que se estima que para el mes de diciembre será del 100 % para el año 2022.

Continúa el ministro: «vamos a diversificar exportaciones». La única manera en que el gobierno pueda modificar el tipo de exportaciones del país es mediante una serie de estímulos e incentivos por parte del Estado para ciertos tipos específicos de suministros, pero siempre toma un tiempo en el cual se desarrolla esa transición. El presidente Petro, con toda su verborrea, no ha expuesto un plan detallado sobre el tipo de diversificación de la economía colombiana que permita que esa transición sea una posibilidad en el mediano plazo. Además, ese tipo de medidas, propias del control central en las ideologías socialistas, siempre fracasan. No se sabe a ciencia cierta cuales otros proyectos productivos son destruidos por la implementación artificial de estímulos para ciertas áreas, estableciendo una presión indebida y generando inflación por la escasez de productos que se dejaron de producir.

Sigue el ministro Ocampo: «El tema, digamos que de exploración de petróleo y gas es un tema que todavía estamos haciendo los ejercicios para ver qué se necesita en esa materia para garantizar que el país tiene un buen volumen de exportaciones y, por lo tanto, la capacidad para sostener una balanza de pagos sólida».

El ministro Ocampo sabe que la preocupación de los inversionistas es debida a las reiteradas manifestaciones de la ministra Irene Vélez, quien no cesa en dar declaraciones de que en Colombia se va a restringir e incluso abolir la extracción de combustibles fósiles. Dice que no se realizarán nuevos proyectos de exploración y sin exploración obviamente no hay explotación. Lo terrible de la situación es que más del 40 % de las exportaciones colombianas provienen de los hidrocarburos.

Colombia tiene una seria crisis de balanza comercial. El país importa más de lo que exporta. Entre enero y agosto del año en curso, el saldo era negativo en 9.373,2 millones de dólares; solo en agosto se importó 2.168,2 millones de dólares más de lo que se exportó. A ese ritmo, al finalizar el año se tendrá en promedio un desbalance de más de mil millones al mes, lo que impulsa el precio del dólar al alza, ya que no ingresan los suficientes dólares para pagar las obligaciones adquiridas con el comercio internacional.

Si el gobierno abandona la locomotora minera, ese saldo negativo crecerá radicalmente, no solo porque se deja de exportar, sino que se tendría que importar combustibles para poder mover el aparato productivo del país. Colombia exporta alrededor de 720 mil barriles de petróleo al día, a un precio de 100 dólares aproximadamente para facilitar las cuentas, esa exportación equivale a 2100 millones de dólares al mes, que se sumarían al déficit, más otros miles por la importación del zumo de dinosaurio para procesar en las refinerías del país. Ante ese nuevo déficit es que el ministro Ocampo hablo de la diversificación de exportaciones, pero no es para nada realista que se puedan compensar en el corto o mediano plazo que los ingresos sean al menos equivalentes a los de la industria petrolera que se piensa abandonar, no por falta del recurso, sino por un capricho del presidente y de la ministra filósofa.

Sigue la declaración del ministro: «Yo creo que esas son las noticias positivas y esperamos que ese compromiso con la estabilidad macroeconómica sea reconocido por los mercados».

Claramente esos compromisos no han sido reconocidos por los mercados, debido a que tampoco han sido honrados por el mismo gobierno como se ha expuesto en este ensayo. Los inversionistas no solo deben confiar en las palabras que da un ministro de hacienda, sino que también analizan el entorno y es allí en donde el discurso no cuadra. Un ministro de Hacienda diciendo que van a ser responsables con el manejo de la economía, al mismo tiempo que el presidente Petro socava la independencia del Banco de la República. Un ministro de Hacienda diciendo que están analizando la situación del petróleo y una ministra de Minas argumentando que es un compromiso adquirido por el gobierno en terminar con la extracción de hidrocarburos y carbón. Un ministro de Hacienda que le dice a los inversionistas que Colombia es un país seguro, cuando el presidente Petro pide que se impongan nuevos tributos a los capitales llamados golondrina. Un ministro de Hacienda diciendo que serán responsables con la regla fiscal y al mismo tiempo presenta y hace aprobar, un presupuesto desbalanceado. Un ministro de Hacienda que dice que no se van a endeudar al país mediante Bonos y un presidente Petro diciendo que es la única forma de cumplir con la compra de tres millones de hectáreas que piensan expropiar para regalar entre sus seguidores. Un ministro de Hacienda que cuando se hace un debate en el senado para presentar la reforma tributaria, que buscaría los recursos adicionales para el desarrollo del plan de gobierno, no responde cuando la oposición le hace preguntas serias sobre la debacle que ocasionaría en el empleo de aprobar la reforma.

En definitiva, una cosa son las palabras y otra los hechos. Los mercados seguirán inestables y preocupados por las medidas que está implantando este incipiente gobierno que van encaminadas a un desastre socio económico que destruirá el progreso y futuro de varias generaciones de colombianos.

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