viernes, abril 19, 2024
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(EDITORIAL) Rosa Blanca: la verdad que la Comisión de la «verdad» no quiere que se sepa

La posverdad que quieren implantar en Colombia implica que los victimarios se paseen orondos por los pasillos del poder, mientras las víctimas tratan de recogen los pedazos de vida que dejaron esparcidos sus verdugos. El premio a los victimarios y el castigo a las víctimas es lo que los entusiastas de las FARC llaman «justicia». Aquí lo llamamos deformidad moral y depravación.

Mientras un monstruo como Victoria Sandino, se pavonea como adalid de la moral y de la justicia, sus víctimas han narrado, con aterradores detalles, la indolencia de la terrorista frente a la tragedia que estaban padeciendo aquellas niñas reclutadas a la fuerza por las FARC. Es, de hecho, una vergüenza para Colombia, que un ser tan despreciable, mezquino y ruin, sea parte del poder legislativo del país.

No hay forma racional y moral de explicar que la Sandino está libre e impune, a sabiendas de su complicidad en la violación de centenares de menores en las FARC. El libro que acaba de publicar Rosa Blanca, deja al descubierto que muchas de las víctimas buscaron a la terrorista para que les resguardara ante el acoso y los vejámenes a los que eran sometidas. La indolente Sandino, con tono despectivo, les respondía: «es su trabajo».

Una monstruosidad de semejante calibre solo cabe en un ser que carece de los mínimos presupuestos de ética y dignidad, pues al cohonestar los abusos sexuales contra las niñas y adolescentes, estaba promoviendo la vejación de otras menores en las filas del grupo terrorista. ¿Qué tipo de monstruo puede considerar como un «trabajo» que una niña, o una adolescente, sea obligada a sufrir abusos, violaciones y abortos?

Además de todos los ultrajes y del intento por destruir la dignidad de esas niñas, con el aplauso de Victoria Sandino, muchas de las víctimas terminaron pagando condenas de más de 10 años, porque fueron capturadas y judicializadas por rebelión. Mientras tanto, los victimarios, y la victimaria Sandino, disfrutan de plena impunidad y se empeñan en la estructuración de relatos fantásticos en los cuales las FARC, y todos los terroristas que contribuyeron a los ríos de sangre que han recorrido el país; terminan siendo héroes y luchadores, cuando la realidad, esa que quiere ocultar la posverdad, es que son psicópatas que gozaron con el sufrimiento de millones de colombianos.

Jamás se podrá hablar de justicia, ni mucho menos de paz, cuando se quiere ocultar que algunas de nuestras niñas fueron sometidas a esterilización forzada, violencia física, abuso sexual, pornografía infantil, abortos forzados, torturas, homicidios y desaparición forzada; además, con el patrocinio de una mujer «revolucionaria» que fungía como madame de los terroristas a quienes satisfacía sus más retorcidos apetitos, entregándoles en bandeja de plata la inocencia de centenares de niñas.

Algunas de las protagonistas del libro de Rosa Blanca, no solo fueron víctimas de la degeneración fariana sino que ahora son perseguidas por tener el valor de contar la verdad del infierno que vivieron en la «revolución de los comunes».  Nada más oportuno que desenmascarar, con crudeza, la estúpida posverdad que nos quieren imponer.

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