viernes, abril 19, 2024
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(DESDE LAS REDES) El efecto psicológico de tener el rostro cubierto

Un texto te por el efecto de la vitalidad que ha alcanzado en el mundo de las redes sociales, ha perdido el nombre de su autor original, es el que presentamos hoy bajo el título de “el efecto psicológico de tener el rostro cubierto; un texto que hace referencia a lo que ocurre con el acto de cubrir el rostro a través del tiempo hasta el hoy con el Covid.

Este es el texto:

Hace más de 2000 años, mucho antes del Islam, los árabes descubrieron que obligar a las personas a cubrirse la nariz y boca, quebraba su voluntad e individualidad, y las despersonalizaba. Las volvía sumisas. Por eso impusieron a toda mujer el uso obligatorio de una tela sobre la cara. Luego el Islam lo convirtió en el símbolo de sumisión de la mujer a Alá, al hombre dueño del Harem, y al Rey.

La psicología moderna lo explica: sin rostro no existimos como ‘Seres independientes’. El niño se mira al espejo entre los dos y tres años y se descubre como un ser independiente. Pero ¿Cómo afecta psicológicamente no ver el rostro completo de las personas con las que nos cruzamos e interactuamos?.

A las molestias físicas propias del uso continuado de dicha prenda, como son el calor, leves reacciones cutáneas secundarias al sudor, al contacto de los tejidos con las cuales están elaboradas y la dificultad para respirar; hemos de sumar los efectos psicológicos causados por los cambios en la forma de comunicarnos, cambios en las relaciones sociales y la “obligada aceptación” de normas incoherentes en muchas circunstancias.

Llevar la cara medio tapada durante tanto tiempo, está comenzando a afectar a la interacción social y a nuestra parte emocional y hay que ir pensando en las secuelas que se pueden derivar de esa conducta.

Llevar la cara tapada nos oculta gran parte de los signos que nos ayudan a distinguir las emociones que siente la persona que nos habla. Hace algo más de dos décadas se descubrió que en nuestro cerebro existen unas neuronas, llamadas “neuronas espejo” que son responsables de la capacidad que tenemos de ser empáticos. Nos permiten percibir el estado de ánimo que tiene la persona que tenemos enfrente, si está cansada, alegre o triste.

La incomodidad puramente física de llevar la nariz y la boca tapadas, se añade la tristeza que produce la visión de tanta gente con la cara tapada. Se ha impuesto una distancia social, no natural.

Nos esforzamos por mantenernos físicamente alejados, lo que va generando poco a poco un alejamiento emocional. Parece que cualquier emoción ha perdido intensidad. Tanto el dolor como la alegría se expresaban con abrazos y besos que actualmente están prohibidos por la norma, por lo que ahora se han convertido en emociones menos intensas.
Otra circunstancia a valorar es la aparente incoherencia de las normas que se nos imponen, lo que facilita que ante la irracionalidad de las mismas, muchos no las respeten.

Por ejemplo: Imaginen que están caminando por las calles. Los que caminan deben usar la mascarilla, mientras que a un costado tienen las mesas de restaurantes al aire libre, donde los clientes sí pueden quitársela ya que están consumiendo. Los paseantes no pueden evitar sentirse marginados, diferentes e indefensos.

Es necesario que cuando se dicten normas, estas sean racionales, equilibradas, sensatas y sobre todo coherentes, si no se pretende deprimir a una sociedad muy afectada por este tema. Las normas no pueden ser arbitrarias o consecuencia de una ocurrencia sin base científicamente demostrada. Esta falta de consenso entre dirigentes, e incluso científicos, va a conseguir crear una sociedad caracterizada por grupos de personas que mantendrán una actitud de indefensión aprendida, que las convierte en personas sumisas y que no cuestionan nada.

El ser humano se rige con seis emociones básicas: alegría, miedo, ira, tristeza, asco y sorpresa. Su codificación facial es específica y universal, todo el mundo expresa estas seis emociones básicas de igual manera. Con la mascarilla se pierde parte de la transmisión de estas emociones, por lo que es importante transmitir verbalmente lo que sentimos para comunicarnos con los demás. Así, al cubrir el tercio inferior del rostro nos perdemos mucha información.

Como consecuencia de esto es posible que perdamos habilidades sociales e incluso se vea dañada nuestra inteligencia emocional.

En el caso de los niños se puede ver afectado el desarrollo en el sentido de que sea poco efectivo o incluso defectuoso. No le afecta a todo el mundo por igual, depende de la personalidad y vulnerabilidad de cada uno.

También es posible que aparezcan consecuencias relacionales porque es difícil poner en marcha las neuronas espejo faltándonos tanta información del rostro. No desarrollamos la empatía de la misma manera y a veces es necesario transmitir verbalmente que estamos enfadados porque sino puede ser complicado que la otra persona se dé cuenta.
Existen también las consecuencias conductuales que pueden resultar en que la persona huya de contextos sociales.

Es más que probable que el uso de las mascarillas sea una de las costumbres que perdure. Sin embargo, a la vez que “nos protege” también mutila nuestra expresividad facial, en parte. Supondrá una gran pérdida a nivel comunicativo en todos los sentidos.

Sin mascarilla nos entendemos perfectamente solo con una mirada o un gesto. Pero si nos faltan tres cuartas partes del rostro, y la situación se alarga en el tiempo, significará que tendremos que repensar los códigos, porque algunas convencionales dejarán de ser válidas.

La mayor pérdida que nos impone la mascarilla es la de la sonrisa, porque es un elemento que acerca a la personas, da confianza y esta trae la credibilidad.

La mascarilla también transforma la voz, su proyección, y se pierden cosas como el tono que también da mucha información.
Cuando termine esta situación, nos encontraremos con una sociedad mucho más triste, desconfiada y menos empática. Cuando nuestras bocas puedan sonreír libres y al aire libre, nuestra forma de interactuar necesitará mucho tiempo para reponerse y tal vez nunca vuelva a ser la misma.

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