jueves, marzo 28, 2024
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¿Demasiado activismo en la declaratoria antioqueña de Emergencia Climática?

Por Alexander Barajas

Desde el 22 de mayo, más de 200 periodistas de Antioquia y otras partes del país (hasta del exterior he escuchado decir) nos hemos dado cita cada sábado en la mañana para escuchar presencial y virtualmente a un variopinto grupo de expertos que nos han ilustrado desde su saber y experiencia específicos en el tema que domina la agenda mundial: el cambio climático.
Este loable esfuerzo es liderado por el Club de la Prensa de Medellín y la Gobernación de Antioquia, en especial, bajo la coordinación temática del Comité Técnico Científico para la Emergencia Climática en Antioquia, creado precisamente hace un año con el fin de movilizar el esfuerzo regional tras la declaratoria de emergencia climática que hiciera la Gobernación en febrero de 2020, la primera de su tipo en el país.

Además de contar con dicho comité, figuran otras entidades convocantes a este diplomado como ISA, el Grupo Éxito, y para lo que tiene que ver en específico con mis cuestionamientos que más adelante expondré, las tres universidades más prestigiosas con asiento en la ciudad: Antioquia, Eafit y Nacional. Más blindaje científico, imposible, diría uno.

Cuando han pasado 20 sesiones de cuatro horas semanales y a pocos días de la última, que será este sábado 16 de octubre, me veo en la necesidad interior de comentar y exponer algunas contradicciones que han llamado mi atención. Antes de seguir, en vista de los cuestionamientos recientes expresados a la junta directiva del Club de la Prensa, quisiera sólo indicar que, si bien los comparto, no tienen nada que ver con lo que trataré.
En donde sí hay alguna conexión es en que, al igual que los renunciados miembros de junta, no quiero que se tome lo que aquí diré ni como un desconocimiento desagradecido a la encomiable labor del Club de la Prensa, ni como un acto de deslealtad con la misma entidad de la que hago parte hace varios años y de la cual me he nutrido para mi formación y actualización profesional.

Una cosa es una cosa y otra cosa…, en fin, además, el Club no es único que convoca. Hechas estas necesarias aclaraciones, quisiera llamar la atención sobre la sesión penúltima, abierta el 9 de octubre por Diego Fernando Gómez, experto en desarrollo regenerativo, quien aparte de explicar dicho concepto, lo ilustró con un estudio de caso que podríamos llamar “polémico” (eso va desde la sospecha prejuiciosa hasta el mal entendimiento informado): Minera de cobre Quebradona, en Jericó.

Incluir tremendo tema, enfoque y expositor no tendría nada de raro si no fuera porque ¡no estaba programado! Es decir, ni el Comité Técnico Científico ya mencionado ni los investigadores de las tres universidades convocantes habían planteado exponernos dicho contenido, por lo menos, no en su faceta no activista en contra; que incluyera el punto de vista de los líderes del proyecto minero.

Lo que sí se agendó fue la exposición el 2 de octubre del experto Sebastián Restrepo Henao, quien se presentó como “un científico social” y es director ejecutivo de la ONG Visión Suroeste, público opositor de Quebradona. Este hecho fue la gota que rompió el dique que me contenía para criticar el impune sesgo ideológico de varios de los expositores, el cual no sería intrínsecamente malo si no los llevara a expresar dudosas “certezas” científicas con claro afán de manipular.

La falta de rigor de Restrepo Henao lo llevó a decir, sin presentar pruebas, que los directivos de Anglo Gold Ashanti (AGA, empresa líder de Quebradona) habían mentido en materias tan graves como la afectación al recurso hídrico, al paisaje y que además habían incidido con mucho dinero en el resultado de las pasadas elecciones municipales de 2019 (¡y que lo habían admitido, además!).

Tan temerarias afirmaciones en un espacio académico, que siempre nos recuerda el origen 100% científico de la declaratoria de cambio climático, llegaron hasta AGA, cuyos voceros se declararon sorprendidos en más de un sentido: primero porque no tenían ni idea del diplomado y, segundo, porque con el gobierno departamental (uno de los convocantes) trabajan de la mano en varias instancias, tanto en esta como en pasadas administraciones.

De manera justa solicitaron entonces que se les dejara presentar su punto de vista en otra sesión, hecho cumplido el pasado 9 de octubre. En lo particular, me parece que desaprovecharon por falta de tiempo la oportunidad para responder punto por punto las afirmaciones de Sebastián Restrepo, aunque fue muy valioso todo lo dicho sobre desarrollo regenerativo, un enfoque realista para afrontar la amenaza climática, sin sacrificar el desarrollo económico y la calidad de vida.

Pero esta no fue ni de lejos la única patinada ideológica y activista que presenciamos a lo largo de estos cinco meses, o que por lo menos me parecieron a mí, pese a compartir tal percepción con otros colegas a quienes no comprometeré en estos comentarios. Ya correrá por su cuenta expresarlo o no.

Aparte de la profunda y desconcertante conmoción personal que me despierta ver rendidos a los pies de una niña sueca, desescolarizada por decisión propia, a tantos profesionales tan prestigiosos, que se han quemado las pestañas logrando los honores académicos habidos y por haber en ciencias duras y de las otras, estas serían algunas de las sesgadas perlas a mostrar:

  • El acuerdo de Escazú. Como diría el vallenato, no fueron uno, ni fueron dos, fueron por lo menos tres los expositores que yo recuerde que no solamente defendieron dicho acuerdo internacional como muy beneficioso para el país, sino que también le echaron toda la culpa de su no ratificación al gobierno nacional (que no tiene mayoría parlamentaria) pese a que saben de sobra que tal acto es potestad del poder legislativo, el cual ya archivó la iniciativa.
  • Covid-19 y cambio climático. Siguiendo el sonsonete costeño, otro tanto de expertos nos compartieron la cantinela de que la actual pandemia es culpa del cambio climático. Es sorprendente que un científico diga tal cosa, primero porque la causa de esta emergencia sanitaria no ha sido definida (la verdad científica no es un asunto de consensos, eso hasta yo lo sé) y si fuera efectivamente una zoonosis, estas han existido desde siempre, produciendo pandemias históricas, cuando no se hablaba de calentamiento global como amenaza. Alimentarse de animales silvestres y comprarlos vivos en mercados húmedos es una tradición oriental milenaria. ¿Dónde está ahí el cambio climático? ¿No será más un falso argumento vendedor, de coyuntura?
  • Si te haces vegano, salvas el planeta. Creo que para esta canción fueron más los intérpretes, ‘a capela’ y en distintos tonos. Incluso, quién lo creyera, los acompañó en el coro el Secretario de Agricultura de Antioquia, Rodolfo Correa. Los argumentos ambientales son dos: que se necesita mucha tierra para sembrar la comida de los animales que nos comemos, y que la actividad agropecuaria genera casi el 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en el mundo. El desarrollo genético de plantas y animales hace que se obtengan cada vez mayores rendimientos por hectárea. Además, ese porcentaje de GEI no discrimina cuánto corresponde al ciclo natural y cuánto a nuevos GEI agregados de manera efectiva a la atmósfera, lo que arrojaría un impacto más preciso, que sin dudarlo es mucho menor a ese 15%. Déjenlo como opción ética; como argumento ambiental cojea por lo menos de una pata (izquierda o derecha, todavía no sé). Y si es una opción ética, ¿para qué incluirla en un diplomado tan científico?
  • El saber de los “pueblos originarios”. Sé que esta observación no es políticamente correcta, pero no veo cómo puede equipararse algo tan difuso (cuando no tan anticientífico en su concepción clásica) con las ciencias duras que sustentan la emergencia del cambio climático. Nuestros ancestros aborígenes son nuestros ancestros y hay que respetarlos; de ahí a otorgarles validez asimilable a sus saberes paleolíticos y neolíticos (que por fuerza de su atraso tecnológico estaban atados a la naturaleza como deidad, al igual que los europeos de antes de la edad de los metales) es una concesión exagerada de la corrección política. Tantos pueblos había aquí antes de Colón y tantos perviven, con tantos puntos de vista disímiles, inclusive frente al entorno natural. ¿Por qué no se mencionó, por ejemplo, el desastre ambiental provocado por los mayas siglos antes de la conquista, cuando devastaron miles de hectáreas de nuestra Pacha Mama para estucar las pirámides de sus sanguinarios y caníbales ritos?

Antes de finalizar, quiero recalcar el carácter excepcional de la anterior lista, como maleza que se dejó ver en un jardín abundante en sabiduría y conocimiento. Sin exagerar, creo que este ha sido uno de los mejores diplomados convocados por el Club de la Prensa, por la calidad de la mayoría de los expositores, a los cuales he tenido la feliz oportunidad de asistir; calculo que, si no estoy mal, este fue mi séptimo u octavo diplomado.

Quizás por eso mismo son tan evidentes para mí estas contradictorias situaciones que señalo. También hubo picos muy altos, en verdad. En un listado aleatorio y por lo mismo muy injusto con tantos que dejo por fuera, estaría el ya mencionado de Diego Fernando Gómez, científico sin adjetivos adicionales.

Incluiría igualmente al experto en producción animal y nutrición Rolando Barahona, quien expuso alternativas sostenibles al veganismo militante y reconoció la verdad a medias de los GEI asociados al agro. De otro lado, un lugar muy especial le otorgo a Juan Darío Restrepo Ángel y su frase “no todo es cambio climático”.

Me parece que este último nos dejó como periodistas una clave que no viene mal tener en cuenta cuando abordemos temáticas ambientales y de cambio climático, sobre todo las generadas por iniciativas gubernamentales:
“En el primer mundo, el cambio climático está sirviendo para ensayar nuevas alternativas energéticas y reducir el protagonismo de los combustibles fósiles. En nuestro tercer mundo, estoy viendo que puede ser una excusa de los gobiernos para ocultar su culpa en desastres provocados por su falta de gestión o por su abierta corrupción”.

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