viernes, marzo 29, 2024
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¿Cómo viviremos con Petro?

Por Mauricio Morales Moreno

Se agradece mucho el esfuerzo de incontables autores y futurólogos; pero hacer predicciones exactas y acertar hasta ahora ha sido uno de los retos más inalcanzables para las ciencias humanas, en especial para la ciencia política y la economía, que en varias de sus escuelas de pensamiento se esmeran por ponerle atención a los datos y a las cifras para intentar ser más atinados.

Sin embargo, a la luz de lo que expresa el nuevo presidente sobre el futuro del país, se pueden apreciar dos discursos contradictorios que dan cierta idea de lo que nos puede pasar en el futuro inmediato a los colombianos.

Por un lado, su formación de izquierda obsoleta lo ha llevado a reencauchar el marxismo actualizándolo, al mejor estilo del manual globalista, resultando en una suerte de «petrismo neo-comunista y ambientalista».

Con el discurso que ha expresado queda evidente, que, para él, la lucha de los pueblos ya no es contra la explotación del asalariado a manos de su empleador, porque sonaría muy anticuado; sino que ya es contra el terrible daño que el modelo económico se supone, le causa al entorno y que en consecuencia «contribuye fuertemente al cambio climático».

A partir de ahí el nuevo presidente manifiesta abiertamente que pretende avanzar contra el capital, y aunque en su discurso posterior a la elección dijo que «hay que desarrollar el capitalismo», como dice en sus propias palabras: «No porque nos guste, sino porque hay que superar las formas premodernas de producción». No obstante, en sus escritos dice todo lo contrario: «Que el capital hay que acabarlo».  

Al lector se le aclara entonces, que psicológicamente, ya sea por omisión, confesión u ocultación, suelen ser las autobiografías más certeras evidenciando y expresando sentimientos y pensamientos, mucho más que lo que se expresa en tarima frente al público.

¿Entonces al fin qué? ¿Acabará con el capital o permitirá que el modelo de libre mercado se termine de desarrollar?

Más probablemente Petro decidirá apuntarle bien sea tímida o fuertemente a lo primero, independiente de que lo logre o no, claramente se alineará con el globalismo y pretenderá darle prioridad a la agenda destructora de energías provenientes de los hidrocarburos. Lo que conllevará a un incremento en los costos de producción y distribución, empeorando la inflación que ya tenemos a causa de la pandemia, más los efectos de la guerra ruso-craniana.

Por eso es muy importante que el lector comprenda que lo peligroso de sus promesas de campaña, no es que no las cumpla, sino todo lo contrario.  Así que al grueso de la población colombiana, hay que decirle claramente que no va a vivir más sabroso como expresa la nueva vicepresidenta y ministra de la igualdad Francia Márquez, sino por el contrario los colombianos serán más pobres.

Por otra parte, frente al tema de libertades, todo es más incierto aún, y dependerá no sólo del estado de ánimo y de el equilibrio mental de este individuo en el poder, sino de su relación e interacción con las fuerzas que lo llevaron a la presidencia. Dicho de otro modo, los ciudadanos debemos prepararnos para tres escenarios:

Yendo de positivo a negativo, el primer escenario, el menos malo, sería donde las cosas sigan medianamente igual, aunque los privilegiados de la casta política se enriquezcan hasta límites insospechados, tales como Daniel Quintero, Roy Barreras, Armando Benedetti, Gustavo Bolívar y compañía; serán los varones electorales del país y las vacas más sagradas de la política colombiana, mientras tanto se ocasionará una enorme carga fiscal en las cuentas y en los bolsillos de la gente, esta será por supuesto mucho más alta que la actual, y habrá una gran limitación a la creación de empresas.

Un segundo escenario, de término medio, será aquel donde se retire parte del empresariado, ya que no podrá soportar la presión fiscal, inflacionaria y regulatoria, este emigrará y se romperá parte importante del tejido económico, donde los centros comerciales se empiecen a ver vacíos, y lo más grave, las góndolas de los supermercados se empezarán a ver desabastecidas, y el gobierno ante esto implementará políticas de distribución de alimentos, y a su vez en los medios de comunicación se empezará a hablar constantemente de algún nuevo enemigo, como podría ser Estados Unidos al propio estilo castrochavista, o también considerar hipotéticamente que el causante son los negocios de los capitalistas, o los mineros ilegales, o los narcos, para así perseguirlos poco a poco, quedándose por completo con sus negocios, tanto los legales como los ilegales.

Y un tercer escenario, donde al principio simule concertar con las mafias que lo llevaron al poder, y luego patear el tablero, violar la división de poderes, avanzar sobre el ahorro, la propiedad y la libertad de empresa, cerrar medios de comunicación y constituir canales oficiales como podrían ser Caracol y el Canal Uno, complementados con el mismo ejército de influencers que ya lo apoyaron en campaña o con uno más grande.

Además, podría constituir a la Primera Línea y otros grupos en colectivos armados y desmontar gran parte del andamiaje institucional del país, convirtiendo a Colombia en una segunda Venezuela o una tercera Cuba, ocasionando expulsión masiva de colombianos a los países vecinos.

Lo que debe quedar claro aquí, es que los ciclos políticos en una democracia como la colombiana tienen una duración de aproximadamente 20 años, donde Petro será muy fuerte en condiciones normales, pero si se constituye en una dictadura, podría ser mucho más que eso ya que habrá algunos miembros de su familia o socios políticos que heredarán el poder.

Pero dentro de cuatro años debe quedar muy claro, y si el estado de salud del nuevo presidente lo permite, Petro seguirá siendo el hombre más poderoso del país, siga o no en el cargo.

Porque en cualquiera de los tres escenarios intentará modificar la Constitución, bien sea para quedarse en el cargo, o para intentar encontrar la manera de continuar en el poder por interpuesta persona, como ya ocurrió en Brasil, en Bolivia, Argentina, y ni que decir Nicaragua, Cuba o Venezuela.

Colombia, aunque se acerca más que otros países vecinos a ser una democracia, no es lo suficientemente sólida, como para estar blindada de una posible dictadura, y más frente a una dirigencia tan tremendamente cuestionada, como la que acaba de obtener su puesto en el poder ejecutivo. 

Como sea, la tesis que tiene que abrazar la derecha es que estamos en una batalla cultural, que los zurdos la entendieron muy bien desde hace décadas, y que frente a eso hay que trabajar fuertemente desde el plano cultural, ya que en ese ámbito es donde opera la mente de la gente.

Hay personas que no les dan la suficiente importancia a temas morales como el aborto o la ética frente a la sexualidad, pero si se aprecian las implicaciones políticas y económicas del asunto, usted señor lector, se dará cuenta que todo hace parte del mismo andamiaje de ideas que montaron las izquierdas y que también toca combatir: (aborto, desmonte de la familia tradicional, relativismo moral etc.).

Lo que nos interesa como ciudadanos, fundamentalmente es la economía, el progreso personal y social; pero los que votan por los empobrecedores fueron colonizados culturalmente, y éstos son los mismos que piensan que el capitalismo es esclavitud y a su vez que el aborto es salud pública, y que la familia puede ser cualquier cosa, usted con su mascota, o usted con su bicicleta.

Así que, para un izquierdista, la libertad definitivamente está en el socialismo; es algo terrible y que exige que cualquier esfuerzo de dar la batalla únicamente por la libertad, no sea suficiente; y nos obliga a todos a vencer también en el plano de la cultura.

Es por eso que pensadores hispanohablantes como Agustín Laje, tienen toda la razón, asistimos a una tremenda batalla cultural, la cual por lo menos durante los próximos decenios nos veremos obligados a dar, de lo contrario, tendremos comunismo por el resto del siglo.

Se agradecen sus complementos, contradicciones y comentarios a: [email protected]

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