sábado, abril 20, 2024
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Colombia no es Suiza ni Holanda, pero tampoco es Cuba o Venezuela

Por Claudia Posada

Qué interesante sería reflexionar como lo sugiere el  actor Will Smith; él dice que a las personas que hacen muy poco por nosotros no les  deberíamos permitir que controlen parte de nuestra mente, sentimientos y emociones. Aplicable – aunque esa no sea la relación de su pensamiento-  a la herramienta comunicacional de hoy, especialmente para divulgar posiciones de ideologías políticas  desde las llamadas “bodegas”. En éstas se crean mensajes, hacen montajes y especialmente diseñan memes construidos con el conocimiento tecnológico que es pagado para jugar con las emociones.

Si bien es cierto que no deberíamos permitirles manipular nuestros sentimientos, a quienes hacen poco por nosotros, menos admitir que la efectividad de las redes sociales sea aprovechada para el diseño de sistemas  que son instrumento de perversas intenciones especialmente en crisis, caos, y en campañas políticas. Claro que las nuevas maneras de llegar a los núcleos, nichos o grupos de interés para impactar, no son siempre utilizadas para fines dañinos; también lo son para divulgar verdades, noticias, información, o propagar principios que no necesariamente salen de extremas con fines muy discutibles, o por parte de sectores irreflexivos. Aunque no se puede negar que se esconden fines destructivos en donde menos pensamos.

Los ejemplos los hay por montones. Pero lo cruel es que quienes no se contentan con una divulgación sana de ideas o posiciones, con todo el radicalismo nocivo del que son capaces, no contratan a uno o dos amigos que piensen como ellos, o a tecnólogos y profesionales  -según el caso-  para apoyar la divulgación requerida de textos y respuestas que partan de un objetivo razonable y desde luego respetuoso de las diferencias, sino que acuden a grandes grupos conformados maliciosamente para la creación de perfiles falsos y contenidos maquiavélicos. El miedo, el odio, la ira,  la frustración, son las principales emociones negativas que disparan reacciones convenientes para finalidades que pretenden nublar el racionamiento.

El común de los ciudadanos  observamos cómo las instituciones enfrentan con sus armas de legitimo uso, situaciones que a veces, a nuestros ojos, no son el objetivo  de sus deberes; mientras vándalos, delincuentes y criminales, hacen estragos por largas horas, sembrando terror sin ser oportuna y efectivamente neutralizados con acciones en el marco de la ley. Y hablando de la Constitución y Ley, también nos es difícil entender  -no lo comprendemos  tal vez por ignorancia en asuntos de etnias-  cómo, actos que se nos hacen reprochables, cometidos por parte de algunos indígenas presentes en la Minga, puedan estar siendo soslayados dado que “son de tratamiento distinto pues ellos tienen sus propias leyes”. ¿O sea que por ejemplo, el hecho de  haber atropellado así no más, a dos perros en una de las vías que recorrieron en camionetas, y no haberles  prestado auxilio (evidente en el video que circuló) no entra en las obligaciones para con el respeto a la ley colombiana que ampara a los seres sintientes? ¿Es posible entonces, decimos por desconocimiento absoluto, que en sus resguardos no se castigue el maltrato animal? ¡Como duele el sufrimiento de animalitos que están indefensos!

En el trascurso de las rebeliones violentas, sin duda se han atropellado  derechos, deberes, obligaciones, sentimientos y libertades. Se han visualizado como nunca antes con tanta agresividad y daño –o esas reacciones no se conocían precisamente porque no había registros de los celulares que ahora lo testimonian- acciones brutales evidentes expresiones de ira. Ante las manifestaciones pacíficas, en donde se alza la voz de los inconformes, se canta protesta, se exhiben carteles, se llevan banderas con amor, se participa con expresiones musicales y de arte, no debe haber reparos, se trata de oír, ver, entender. Y responder en justicia según competencias y compromisos. Aquí, cómo no reconocer  en el gobernador (E) de Antioquia, Luis Fernando Suarez, su capacidad de dialogo, de concertación, y lograr salidas sensatas para las partes en conflicto.

Estamos permitiendo que nos controlen desde “bodegas”  en donde trabajan aquellos formados en nuevas tecnologías para responder a los desafíos de la comunicación de hoy. No ignoremos su eficacia para el interés de llegar en poquísimo tiempo, casi simultáneamente,  a un gran número de personas, y crear el “ruido” que desorienta (Si así les es solicitado). Lo importante es ser conscientes nosotros, potenciales electores, que no tenemos porqué matricularnos con ideas radicales, fanáticas; tampoco con quienes nos quieran conquistar con discursos de odio, de venganza, de comparaciones ridículas. Colombia no se parece a Suiza o a Holanda, pero tampoco  a Cuba o a Venezuela.

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