Por Álvaro Ramírez González
Coincide la salida del presidente Iván Duque y la llegada del nuevo mandatario Gustavo Petro, con una oleada de violencia que en mi criterio no va a tener control con el talante del gobierno que llega. Este nuevo gobierno anda hoy más enfrascado en elegir un Contralor amigo, en medio de una gazapera con los demás partidos, que en apagar el incendio de la violencia que anda como dije sin control.
Más empeñado en esa pomposa, estrafalaria y multitudinaria posesión con 100 000 invitados, 1000 artistas contratados y todo un grotesco carnaval, que en esa violencia sin control. Tres de los muchos focos de violencia aparecen como crónicos y los voy a relatar.
En Soledad, Atlántico, un grupo delincuencial resolvió vacunar y extorsionar a las empresas de transporte urbano. No solo han incendiado ya varios buses y busetas de servicio público, sino que hace unas horas asesinaron a quemarropa a uno de los conductores, en pleno horario de servicio. Es el tercer conductor que asesinan a sangre fría, porque las empresas se están resistiendo a pagar esa extorsión. Un paro general de transporte público, con ocupación de vías, fue la justa reacción de los transportistas con un perjuicio brutal para Soledad y Barranquilla, que son el mismo conglomerado urbano.
Si no hay una cacería en serio para desarticular esa tenebrosa banda, la movilidad en esa gran área metropolitana de Barranquilla va a colapsar. Anoche, en Urabá, fue asesinado a quemarropa un soldado que no estaba en servicio.
Van a estas alturas más de 67 policías y soldados asesinados en desarrollo de ese macabro «plan pistola», que ordenó el poderoso Clan del Golfo, como retaliación por la captura y extradición de su máximo jefe «Otoniel» y la neutralización de muchos de sus lugartenientes. Es una campaña que golpea la moral de la policía y la fuerza pública y atemoriza al ciudadano normal. Un foco insaciable de violencia, desbordada y sin control.
¿Y quien los va a combatir si en todas las zonas de influencia del Clan del Golfo, la gente fue obligada a votar por Petro? El norte del Cauca se está convirtiendo en un polvorín. No faltan muchos días para que la primera masacre le dé apertura a una guerra sin cuartel entre los indígenas caucanos que se quieren apropiar de las tierras a la brava, (30 000 hectáreas) y la comunidad negra que trabaja en esas tierras y en la logística externa de los ingenieros azucareros, que resolvió no permitir esas abusivas e ilegales invasiones.
De igual manera esas aberrantes invasiones pretenden despojar a los propietarios y tenedores de esas valiosas tierras de su tenencia y dominio. Los indígenas de Colombia son el 4.5 % de su población y tienen el 37 % de las tierras. Además, no pagan ningún tipo de impuestos por ellas. Es el presupuesto nacional quien debe pagarle a los municipios, los respectivos impuestos prediales.
Las comunidades negras de Guachené y aledañas saben que esas tierras en manos de los indígenas se pierden para el cultivo de la caña y pierden ellos miles de puestos de trabajo. Los propietarios, que son cientos, andan naturalmente indignados y dispuestos a no permitir esas descaradas y abusivas invasiones.
El gobierno Petro que nombró en la Oficina de Restitución de tierras al indígena caucano Yuli, se fue por la línea del importaculismo. «Asocaña debe negociar con los indígenas», fue la instrucción de Petro. Con esa lapidaria frase, Petro que fue elegido también por esos indios, los empodera, válida las invasiones y deja en Asocaña, que nada tiene que ver, y no en los propietarios de las tierras la suerte de las mismas.
Unos despojos, ilegales y abusivos, validados por el nuevo Gobierno Petro. Sin la menor duda, el caldo de cultivo para el renacimiento de los grupos paramilitares. Muy graves estos tres focos de violencia y, sobre todo, sin control. El gobierno en el carnaval multimillonario de la posesión de Petro y en la batalla para poner Contralor amigo. Lo demás parece no importarle. Fatal. Gravísimo. ¡El principio de una guerra civil!
