viernes, abril 19, 2024
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Balance agridulce

Por Rafael Nieto Loaiza

Duque tuvo que lidiar con dos eventos catastróficos, la pandemia y los paros y bloqueos del 2021 impulsados por la izquierda radical.

El manejo de la crisis de salud pública fue impecable. No hay habitante que no haya recibido atención inmediata cuando la necesitó o que haya tenido que pagar más por los servicios médicos recibidos. La vacunación fue exitosa. El sistema de salud salió fortalecido y con mejor calificación ciudadana que antes. La cobertura es universal. Se avanzó de manera sustantiva en el acuerdo para sanear financieramente el sistema.

En paralelo, el gobierno consiguió paliar la debacle económica causada por los confinamientos con los programas de ingresos solidario y de apoyo al empleo formal, lo que permitió que más de cuatro millones de familias vulnerables hayan tenido unos ingresos mínimos durante la crisis y que se salvaran 4,15 millones de puestos de trabajo. 

El paro y los bloqueos fueron canallas. Una buena parte de la inflación de hoy se debe a los centenares de miles de animales, huevos y toneladas de alimentos que se perdieron entonces. Se ahondó la pobreza y desaparecieron decenas de miles de empleos. La responsabilidad de la izquierda es enorme. Pero el Gobierno respondió de manera tardía e insuficiente. 

Muchos aplausos, en cambio, merece la estrategia de recuperación económica. Colombia tuvo el año pasado el mayor crecimiento económico del que tengamos noticia, casi 10,7 %, consecuencia del rebote post pandemia pero también de buenas políticas contracíclicas. Se recuperaron todos los empleos perdidos durante la pandemia, se proyecta 6,3 % de crecimiento para 2022 y la tasa de pobreza multidimensional 2021 fue del 16 %, la más baja desde 2010. El nubarrón es la altísima inflación. Aunque es un fenómeno global y hay factores externos incontrolables, también contribuyen elementos internos. 

Pero este gobierno quedó debiendo en gestión política y en los ajustes que eran indispensables al sistema judicial, a lo pactado con las Farc, y al combate contra el narcotráfico.

Duque gobernó con sus amigos y con los políticos de la Unidad Nacional de Santos y no con el partido que lo eligió. Las bases y los líderes regionales y locales del CD fueron maltratados. Su estrategia de comunicación fue desastrosa. Aunque algunas cosas se hicieron contra la corrupción, en los dos últimos años se aflojó en mermelada y en control interno. En buena parte por todo eso el Centro Democrático recibió la paliza de las regionales del 2019 y de las parlamentarias y presidenciales del 2022. Para resumir la gestión política en una frase: Duque fue quien le cedió el poder a Petro.

Lo de las drogas ilícitas fue una tragedia. Por hacer más de lo mismo que Santos, termina el gobierno con tres veces más narcocultivos y cuatro y media veces más producción de cocaína que antes de la firma del componente de narcotráfico con las Farc. Como consecuencia, el conflicto sigue vivo, las reincidencias, encabezadas por el jefe negociador en La Habana, se devolvieron al monte, el ELN está más fuerte que nunca, el clan del Golfo sigue poderosísimo a pesar de la captura de Otoniel, y la violencia homicida se disparó el año pasado alcanzando la tasa de homicidios más alta en siete años. 

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