viernes, abril 19, 2024
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Aranceles y ayudas al sector textil (Segunda parte)

Por Carlos Echavarría

La implementación de los aranceles en Colombia, no es para nada un tema nuevo y su primera utilización, fue cuando el país no se contaba con una estructura industrial, por lo tanto, era un impuesto que se cobraba a los productos que ingresaban desde el exterior; de esa forma se obtenían los recursos para la financiación del Estado, llegando a ser por muchos años, la primera fuente de financiación del erario público.

Posteriormente los aranceles, fueron un mecanismo de protección de la incipiente Industria Nacional, para que los productos que venía del exterior a unos menores precios, no destruyeran el aparato productivo del país. Para las décadas de 1950 y 1960, cuando las empresas colombianas contaban con la capacidad de exportar, los aranceles sirvieron como mecanismo de negociación del gobierno nacional, decretando tasas preferenciales, para aquellos países que estaban dispuestos a recibir las mercancías y los productos colombianos.

Los economistas de la Escuela Austriaca de Economía, consideran que toda intervención en el mercado por parte del Estado, termina siendo muy contraproducente, y éste es el caso del sector textil. Al ser protegido por tantos años, los inversionistas destinaron recursos hacia ese sector, qué en el caso de libre competencia, los hubieran destinado para otros propósitos; hoy, cuando la situación es delicada, piden que les conserven los privilegios colocando aranceles a los productos que vienen desde el exterior, en afectación al consumidor final, o sea, a todas las personas que usan prendas de vestir.

Los aranceles deben de ser elementos muy estables a largo plazo dentro de las variables macroeconómicas del país, de esa forma, la distorsión que aplican al mercado, no es tan violenta, como cuando son modificados a voluntad por el gobernante de turno, creando distorsiones en los movimientos de capitales, hacia sectores que pueden no ser vitales o productivos dentro de la estructura económica del país. Hoy vemos como Fenalco, está en contra de la medida de imponer aranceles más altos a los productos terminados, ya que afecta a sus socios en el sector de ventas al consumidor final; pero la Cámara de Comercio de la Confección, pide que impongan aranceles altos al producto terminado importado, pero que disminuyan los aranceles a las materias primas que requieren dentro de sus procesos.

En medio de esa pelea, aparece un ganador: el Contrabando; ya que, a mayor costo para la comercialización de productos legales, los artículos que no pagan esos impuestos, pueden ser colocados en el mercado a unos precios inferiores y en sitios donde la legalidad no sea cumplida, por lo tanto, tienen un mayor pedido de los consumidores que buscan ahorrar en las compras. Tanto Fenalco como la Cámara de Comercio de Confección, claman al Estado un trabajo arduo en contra de ese fenómeno, pero piden aranceles a sus competidores, lo que hace una tarea imposible de cumplir. Sin aranceles, se acaba el contrabando, pero llegarían productos muy económicos al país que destruye ese sector de la industria nacional.

Lo que se observa, es una “pelea” entre los gremios, mirando cómo se grava más a la competencia y en el proceso, el perdedor es el consumidor final, pagando un mayor precio por los productos de uso diario.

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