El Centro Democrático atraviesa el momento de mayor tensión interna desde su fundación. La disputa por la candidatura presidencial, que en un principio parecía un trámite estratégico para ordenar el camino hacia 2026, terminó convirtiéndose en un campo minado que amenaza con redefinir la estructura legislativa, la cohesión interna y la proyección electoral del uribismo.
La competencia entre María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Paola Holguín dejó de ser un ejercicio democrático interno para convertirse en un dilema político de enormes proporciones, especialmente tras la directriz impartida en los últimos días por el expresidente Álvaro Uribe Vélez: «las senadoras que no ganen no podrán regresar al Congreso».
Un proceso que se complicó más allá del calendario
Inicialmente, el problema tenía un origen puramente procedimental. El partido fijó el 15 de diciembre como fecha oficial para anunciar los resultados de la encuesta que definiría la candidatura presidencial, coincidiendo de manera exacta con la fecha límite legal para modificar las listas al Congreso. Esto generaba una encrucijada, pues significaba que dos de las tres aspirantes podrían quedar sin tiempo ni espacio para volver al Senado en la próxima legislatura.
Sin embargo, lo que era una dificultad técnica se transformó en un hecho político consumado cuando Uribe, autoridad moral y decisoria dentro del partido, estableció que ninguna de las aspirantes derrotadas podrá ocupar un escaño en las listas. Con ello, lo que era un riesgo se convirtió en un desenlace obligatorio. Las tres senadoras entraron a la contienda bajo un nuevo marco, pues dos de ellas quedarán por fuera del Congreso sin importar su trayectoria, su respaldo ni el papel que han desempeñado en el partido desde su fundación.
Un castigo que sorprendió incluso al interior del uribismo
Fuentes consultadas por IFMNOTICIAS describen la decisión como un golpe moral interno inesperado. Al interior del partido existe un consenso amplio sobre el valor político de Paloma Valencia, Paola Holguín y María Fernanda Cabal. Las tres han sido piezas clave en la oposición al petrismo, han defendido con firmeza las tesis del uribismo en el Congreso y gozan de reconocimiento como figuras visibles, disciplinadas y leales. Para muchos, el calificativo de las tres no puede ser menos que de «Heroínas», en medio de las tensiones políticas, las amenazas y el asesinato de Miguel Uribe Turbay.
Para un sector significativo del Centro Democrático, la idea de que estas senadoras pasen de ser referentes de la lucha ideológica del partido a quedar relegadas sin opción de reelección, es un mensaje equivocado y desmotivador. La crítica central no se basa en preferencias particulares, sino en la sensación de que un proceso concebido para fortalecer la colectividad, está poniendo en riesgo su patrimonio político más probado.
Un partido golpeado que no puede darse el lujo de perder a sus liderazgos más fuertes
El uribismo no atraviesa su mejor momento. La fractura generada por la salida de Andrés Guerra y Miguel Uribe Londoño, así como el asesinato del precandidato Miguel Uribe Turbay, las amenazas de grupos armados ilegales contra Paloma Valencia y la presión política que ha recaído sobre Cabal y Holguín desde distintos sectores afines al petrismo, han creado una atmósfera de desgaste y vulnerabilidad.
Dentro de ese contexto, la posibilidad de perder simultáneamente a dos de sus principales voces legislativas, representaría más que una pérdida electoral y sería un golpe estructural para la bancada, para su capacidad de oposición y su posicionamiento frente al proyecto político del actual Gobierno y sus pretenciones. El partido quedaría sin algunas de sus mujeres más emblemáticas y perdería una parte fundamental del capital político que lo diferencia del resto de fuerzas de derecha.
Un margen de maniobra estrecho y una presión creciente
El Centro Democrático recibirá internamente el resultado preliminar de la encuesta el 12 de diciembre, tres días antes del anuncio oficial que en un principio se indicó para el 15. La idea conserva la intención inicial de darle a las precandidatas una ventana para actuar estratégicamente antes de que los resultados se hagan públicos. Sin embargo, esa ventana solo tiene sentido si la directriz del expresidente Uribe y las directivas del partido se flexibiliza. Si no ocurre, la anticipación no cambia el desenlace y dos de las senadoras quedarán fuera del Congreso y fuera de la contienda política.
La presión interna se intensifica porque las listas al Senado ya están elaboradas y acomodarlas implica desplazar a dos candidatos que ya ocupan posiciones definidas. La reconfiguración no solo es un asunto administrativo, sino también político. Colocar a Valencia, Holguín o Cabal en los primeros lugares, que es donde les corresponde por trayectoria, exige correr fichas que ya cuentan con respaldo regional y un trabajo en curso.
Las directivas de la colectividad deberán tomar decisiones en tiempo récord y determinar si están dispuestas a sacrificar liderazgos estratégicos para sostener una directriz que, aunque pretende ordenar la competencia interna, podría debilitar seriamente al partido en el mediano plazo y generar una percepción de traición hacia sus propias figuras femeninas en un amplio sector de la opinión pública.
Una señal enigmática. “Candidatas” en plural
En comunicados recientes del partido Centro Democrático y en expresiones del propio Uribe, el uso del término “candidatas” llamó la atención de varias fuentes internas. La interpretación predominante es que el partido podría estar contemplando integrar en la fórmula presidencial a la primera y a la segunda en la encuesta. De concretarse esta fórmula, solo una senadora quedaría excluida del Congreso, mitigando parcialmente el impacto político, sin que el impacto referenciado antes, se disminuya.
No obstante, esta posible salida tiene implicaciones estratégicas adicionales. Una dupla exclusivamente femenina para la Presidencia y la Vicepresidencia plantea desafíos en la disputa por el electorado del centro y la derecha, acostumbrado a equilibrios simbólicos y discursivos distintos y limitaría la capacidad de negociación futura con miras a la tan anhelada unidad de la centro derecha y la derecha en contra del proyecto petrista, que se pondría a prueba en marzo. Sería una apuesta audaz y disruptiva, que podría fortalecer la narrativa del partido o, por el contrario, concentrar demasiado poder en una sola línea ideológica del uribismo.
Un mecanismo que legitima, pero que también obliga
El proceso basado en encuestas fue concebido como un método transparente para evitar fracturas internas y garantizar una elección objetiva. Pero este mismo método se convirtió en un arma de doble filo. Obliga a las precandidatas a asumir el costo de una derrota sin posibilidad de reacomodo político. Y expone al partido a un debate público incómodo. ¿Cómo explica que tres de sus principales voceras legislativas no tengan espacio en las listas mientras perfiles con menor peso sí lo ocupan?
Además, el uribismo deberá decidir si su candidata participará en la consulta de marzo junto a otros sectores de derecha o si competirá directamente en primera vuelta. Esa decisión exige calma, cohesión y liderazgo interno. Un proceso traumático de selección podría condicionar negativamente la estrategia hacia 2026 y el Centro Democrático, no puede darse el lujo de volverse a equivocar.
Una decisión que marcará la identidad del partido
El dilema de Cabal, Holguín y Valencia no es solo personal. Es un dilema de identidad del Centro Democrático. La directriz de excluir a dos de sus figuras legislativas más sólidas tensiona la narrativa histórica del partido, que se ha construido sobre la base del mérito, la disciplina y la defensa coherente de una línea ideológica. El mensaje que se envíe con la decisión final tendrá repercusiones profundas en la moral interna y en la forma como las bases interpretan el lugar de la lealtad dentro del uribismo.
Los próximos días definirán si la colectividad privilegia la unidad estratégica o si la coherencia interna se sacrifica por mantener una regla estricta que, en apariencia, pretende blindar el proceso, pero que en la práctica podría minar su capital político más valioso.
El mensaje final que deberá decidir Álvaro Uribe
La decisión está ahora en manos de Álvaro Uribe y de las directivas del Centro Democrático. Lo que definan determinará la forma como los militantes interpretan el trato hacia quienes han sostenido las banderas del partido con mayor disciplina. El uribismo deberá escoger si este proceso será un reconocimiento a la trayectoria de sus tres senadoras o si se convertirá en un momento de ruptura interna.
El riesgo es evidente y ningún partido puede darse el lujo de decirle “gracias y adiós” a quienes han cargado con la defensa ideológica más intensa en los momentos más difíciles. En ese dilema se juega, quizá, el futuro del uribismo hacia 2026.









